Los gatos depredan a una velocidad mayor de la que los ecosistemas autóctonos son capaces de recuperarse, pero no es culpa suya

Cornelis Visscher, El gato grande, 1657. En 1883 se vendió un dibujo preparatorio, pero se ha perdido. Se conservan copias de la impresión en muchas colecciones públicas.

Gara Santana

4 de agosto de 2024 05:56 h

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Venerado como un dios en la antigüedad (y también en la actualidad de esa forma tan particular en que ahora se venera a otros seres), admirado en el arte y la literatura, se dice de él que es la única especie que ha domesticado al ser humano. Puede ser feliz con un rayo de sol en medio de una ciudad en ruinas y hacer su meditación diaria con esa manera única que tienen para ser libres. Pero la historia común del ser humano con los gatos puede estar perjudicando de manera colateral, y si no se establecen medidas de control no violentas, a otras especies, en concreto en territorios con ecosistemas tan sensibles e interdependientes como los de la isla de Gran Canaria. Son las conclusiones de un artículo recientemente publicado por la revista de divulgación académica Journal for Nature Conservation, escrito por la alumna del Grado de Biología de la Universidad de la Laguna (ULL) Patricia Hernández García.

A la luz de los datos arrojados por este trabajo de investigación, solo el 39,5 % de los gatos que traen presas a sus hogares traen aves, mientras que la mayoría traen regularmente tanto reptiles (71,1%) como mamíferos (64,1 %). En conjunto, los gatos domésticos de Gran Canaria traen a casa 751.257 mamíferos, 632.222 reptiles y 284.834 aves cada año. El número total estimado de presas traídas a casa es de 1.667.706.

Mientras que el 94 % de las personas que tienen perros (401) afirman haberlos identificado, solo la mitad de quienes tienen gatos los han microchipado. "Esto pone de manifiesto cómo, en general, la población se preocupa más por el cuidado y control de los perros, mientras que existe una menor preocupación por controlar a los gatos domésticos

La bióloga reflexiona sobre la tenencia de animales domésticos y admite que “se observa una notable diferencia en la frecuencia de identificaciones en función de la especie (perro o gato)”. Mientras que el 94 % de las personas que tienen perros (401) afirman haberlos identificado, solo la mitad de quienes tienen gatos los han microchipado. “Esto pone de manifiesto cómo, en general, la población se preocupa más por el cuidado y control de los perros, mientras que existe una menor preocupación por controlar a los gatos domésticos, probablemente debido a la percepción general de que son más independientes”. Hernández García no descarta que estas diferencias pudieran deberse, al menos en parte, a que durante este trabajo la identificación de los gatos no era obligatoria en Canarias mientras que sí lo era para los perros. “Otra posible explicación de estas diferencias podría ser el hecho de que la mayoría de los propietarios de gatos no planifican con antelación tener un gato, lo reciben como regalo o lo recogen de la calle” sostiene.

“Si bien los gatos domésticos son mascotas muy populares que ofrecen importantes beneficios a sus dueños, al mismo tiempo pueden causar múltiples impactos negativos si su control es inadecuado”. Los estudios realizados en Canarias sobre la dieta de los gatos asilvestrados indican que todas las especies de reptiles cazadas son endémicas, todas menos una de las 19 especies de aves cazadas son autóctonas y todos los mamíferos consumidos son introducidos. Por tanto, la depredación de reptiles y aves por parte de los gatos en Canarias “constituye un problema de conservación”. en Inglaterra, se estimó que 92 millones de presas fueron capturadas por gatos domésticos en ese país en 5 meses (57 millones de mamíferos, 27 millones de aves y 5 millones de anfibios y reptiles).

En relación con el número de presas cazadas, aunque los mamíferos introducidos (ratas, ratones y conejos) representan la mayor contribución de presas (12,4 al año) por parte de un solo gato, los reptiles también representan un componente muy importante, sólo ligeramente inferior al mamíferos (10,4 anualmente), y las aves representan un componente menor (4,7 anualmente). A grandes rasgos, estas proporciones coinciden con estudios desarrollados en las Islas Canarias sobre la ecología trófica de los gatos salvajes, donde los mamíferos introducidos representan el mayor componente de la dieta, mientras que los reptiles y aves representan una proporción menor.

La captura de presas por los gatos salvajes es mucho mayor (1.356 vertebrados/año) que la estimación para gatos domésticos (27,5 vertebrados/año) en la isla de Gran Canaria. “Aunque los reptiles y las aves no son las presas más frecuentes que se introducen en los hogares, el impacto de los gatos en los animales autóctonos puede ser un problema de conservación porque los estudios hasta el momento indican que todos los reptiles depredados por los gatos en las Islas Canarias son especies endémicas (lagarto gigante de Gran Canaria Gallotia stehlin), el geco o perenquén de Boettger Tarentola boettgeri ) y el eslizón grancanario (Chalcides sexlineatus) y la mayoría de aves también son endémicas o autóctonas (como es el caso de los mosquiteros canarios Phylloscopus canariensis, los mirlos Turdus merula cabrerae, los canarios Serinus canarius, el azul africano tetas Cyanistes teneriffae hedwigae, etc.).

García Hernández, cita en su estudio otros trabajos académicos anteriores donde, considerando que los gatos domésticos tienden a cazar cerca de residencias humanas, “representan una amenaza particular para las especies de vida silvestre locales que habitan en las cercanías de las casas de los gatos”. Por tanto, su impacto debería ser mayor en zonas urbanas y rurales cercanas o dentro de áreas naturales. En este sentido, un estudio realizado con gatos equipados con cámaras ha demostrado que los gatos domésticos tienden a salir de casa a lo largo del día. “Este es un dato muy importante a tener en cuenta, ya que podría indicar que los animales de hábitos diurnos son más susceptibles a ser cazados, como puede ser el caso de los reptiles y aves silvestres insulares”.

Durante la Edad Media el comportamiento perezoso y la promiscuidad sexual llevaron a que la Iglesia Católica identificara a los gatos como la encarnación del diablo en la tierra y se llegara a promover periódicamente su exterminio

La historia de convivencia con los gatos, ¿dioses o villanos?

A lo largo de la historia la relación de la humanidad con los gatos ha estado marcada por la utilidad, la veneración y el rechazo. Desde su domesticación en el neolítico en torno al 7000 a.C., los gatos desempeñaron una función útil en la conservación de las cosechas, ya que eliminaban a los roedores que presentes en los silos y graneros. “Esta relación avanzó hasta el grado de veneración cuando los antiguos egipcios crearon a su propia diosa con forma de gata: Bastet. Aquí se potenció la relación con los gatos como animales exóticos y de compañía, siendo muy preciados por griegos y romanos”, asegura a este periódico el doctor en Historia y especialista en Historia de las Religiones, Israel Campos Méndez. “Durante la Edad Media el comportamiento perezoso y la promiscuidad sexual llevaron a que la Iglesia Católica identificara a los gatos como la encarnación del diablo en la tierra y se llegara a promover periódicamente su exterminio”.

Los científicos estamos para dar respuestas, no para generar polémica y esas respuestas deben servir a los gestores políticos a aplicar planes que cumplan la ley

Campos Méndez apunta que la peste negra rehabilitó a este animal y que “durante los siguientes siglos el gato alcanzó un lugar propio entre los animales domésticos. Con la Ilustración y el mejor conocimiento de la transmisión de las enfermedades, se valoró la aportación del gato en el entorno doméstico y desde entonces se ha producido una explosión de esa relación humanos-gatos, con la abundancia de razas y un protagonismo relevante en la pintura y la música”.

La experiencia en la isla de La Graciosa

Octavio Pérez Luzardo, catedrático de Toxicología en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), con docencia en las Facultades de Medicina y de Veterinaria de esta Universidad, ha liderado recientemente un estudio que ha usado como escenario piloto la isla de La Graciosa con excelentes resultados en la aplicación del método CER de castración y una muy buena cogida por parte de la población local, amante de sus gatos y conocedora de cómo históricamente han colaborado en el control de plagas.

La participación de Pérez Luzardo fue clave en la elaboración de la llamada Ley de Bienestar Animal que es muy clara y tajante en el modo en que las administraciones deben comprometerse para aplicar métodos éticos en el control de sobrepoblaicones felinas y garantizar la biodiversidad de los ecosistemas, con especial lupa en aquellos que, como el de las islas Canarias, es tan sensible e interdependiente.

“Defendíamos para la actual ley un nuevo método de gestión de las comunidades felinas que no es eliminarlos, sino gestionarlos sin hacerles daño, porque otro podría parecer una venganza. Debemos tener en cuenta que no es lo mismo gestionar gatos en el centro de las Palmas de Gran Canaria, que hacerlo en un barrio periférico como Cueva Grande en San Mateo, porque las relaciones que establecen los gatos con la gente y el entorno son diferentes”, apunta el catedrático.

“Los científicos estamos para dar respuestas, no para generar polémica y esas respuestas deben servir a los gestores políticos a aplicar planes que cumplan la ley”.

Luzardo ha puesto negro sobre blanco el motivo por el que cuidar a los gatos callejeros no es exlcuyente con cuidar la biodiversidad.

El equilibrio entre todas las especies

“Nuestra postura es muy clara en relación a las colonias felinas; el único método aceptado y ético es el método CER”, explican desde PACMA Canarias. “Y las autoridades competentes, en este caso municipales, deben velar para que se cumpla. Se esteriliza a los gatos, se les devuelve a su entorno creando un espacio en el que estén protegidos y favoreciendo la convivencia multiespecie. El partido animalista recuerda que ”vivimos en un espacio con diferentes especies y los gatos son una especie a la que le ha tocado con sus pros y con sus contras convivir con nosotros, los humanos, y tiene que haber una convivencia de respeto. Al final, el término invasión es un término que simplemente sirve para discriminar a unas determinadas especies concretas y para desarrollar todo un discurso de odio contra los gatos, que promueven que se vea a este animal como los malos, los culpables y aquí el único que hace daño a la fauna y a todo lo que pilla por delante es la especie humana. De modo que los gatos no tienen la culpa y somos los seres humanos los que tenemos que tomar medidas éticas de las diferentes poblaciones de animales donde nunca la muerte pueda ser una solución“.

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