Un grandísimo tenor, un artista fabuloso y un profesional “cien por cien”. Así describen diez años después de su muerte al tenor Alfredo Kraus algunos de sus colegas, que coinciden en que no hay nadie que haya reemplazado su voz cristalina, su técnica y su buen gusto e inteligencia en el escenario y en la vida.
A las cinco de la tarde del 10 de septiembre de 1999, Alfredo Kraus, nacido el 24 de noviembre de 1927 en Las Palmas de Gran Canaria, fallecía en su domicilio de la urbanización Montepríncipe de Madrid a consecuencia del cáncer de páncreas que le habían detectado tras la muerte de su mujer, Rosa Blanca Ley Bird, ocurrida dos años antes por un tumor cerebral.
La enfermedad de su esposa le había retirado en febrero de 1997 de los escenarios a los que volvió el 7 de noviembre de 1997, con un recital de zarzuela en el Auditorio Nacional de Música, en Madrid, una actuación a la que siguió otra en Londres en febrero, el mismo mes de su debut en el reinaugurado Teatro Real.
Su última aparición fue el 17 de marzo, en el Festival de Ópera de Las Palmas, porque aunque estaba prevista otra en el Real en junio para interpretar el Werther que tanta fama y prestigio le dio, ya no pudo ser.
Madridista hasta la médula, nadador empedernido, meticuloso con sus trajes y su pelo, amante del tango pero también de Led Zeppelin, en especial de la capacidad vocal de Robert Plant, nunca le gustó la parte más mediática de su profesión y siempre rehuyó operaciones como la de 'Los Tres Tenores'.
“Alfredo sigue siendo un ejemplo para todos y muchos siguen viéndose en él como un espejo en el que mirarse y tratar de imitar”, asegura a Efe el director musical del Teatro Real, Jesús López Cobos.
Leyenda que se agiganta
Con el paso de los años, sostiene, la figura de Kraus no solo no se empequeñece “sino que se va agigantando, porque él demostró a través de su vida lo que era un cantante de una profesionalidad cien por cien, de una técnica impecable y, sobre todo, lo que era llevar inteligentemente una carrera y escoger un repertorio”.
“Viendo lo que pasa hoy en día con cantantes jóvenes que después de diez años de carrera ya la dan prácticamente por terminada, sigue siendo más que nunca un ejemplo para todos”, asevera el maestro.
La soprano Isabel Rey conoció a Kraus en el invierno de 1982 cuando el tenor dio sus primeras clases magistrales en el Real, entonces sala de conciertos.
“¿Quién iba a decirme a mí entonces que años después daría mi nombre para que cantara con él la que sería su última Lucía (de Lammermoor)? Tengo un recuerdo maravilloso de él porque era una persona muy cercana, un colega muy, muy atento, pero, sobre todo, un referente técnico y musical, un artista como pocos ha dado nuestro país. Uno de los grandes”, subraya emocionada la soprano en declaraciones a Efe.
“Un grandísimo tenor, un grandísimo músico y una gran persona”
El director de escena Emilio Sagi, actual titular del Teatro Arriaga -en donde el martes se ofrece una gala lírica en su honor- y durante cuatro años del Teatro Real, afirma que Kraus fue “uno de los grandes artistas de este siglo y del anterior. Un grandísimo tenor y un grandísimo músico y una gran persona”.
Sagi explica a Efe que tuvo la suerte de trabajar con él en dos montajes: Los pescadores de perlas, en Oviedo, cuando él empezaba y era “un jovencito imberbe” al que el tenor trató “como si fuera un directorazo”, y después Marina, de Arrieta, donde le volvió a demostrar que era “un gran caballero, un gran músico y un gran artista”
El barítono Carlos Chausson resalta que a pesar de que, por su edad, coincidió con Kraus en muy pocas ocasiones, le ha dejado “una gran huella que aún perdura, como gran artista y cantante comprometido con su voz y con su carrera”.
“Pienso -añade- que debería seguir siendo un ejemplo a seguir por los que estamos en activo y por las generaciones venideras”. Kraus es el referente en, al menos, 23 papeles, y en lo más florido de su repertorio aparecen Don Pasquale, Lucia de Lammermoor, La Favorita, Rigoletto, que interpretó durante 38 años consecutivos, La Traviata, Fausto, Manon Lescaut y Werther.
Hueco sin cubrir
Todos los consultados por Efe coinciden en que el hueco de Kraus, el artista que recuperó en los años 40 el bel canto, no se ha cubierto, pero que sí ha emprendido su senda el peruano Juan Diego Flórez, quien quiso dedicar expresamente su última actuación en el Teatro Real, el pasado 2 de junio, al español.
El que también se deshace en piropos para Kraus en cuanto tiene ocasión es el barítono italiano Leo Nucci, el único que ha cantado Rigoletto en todos los teatros importantes del mundo y el único que ha logrado un bis en el Teatro Real, el 22 de junio de este año, en su papel del deforme bufón.
En una entrevista con Efe ese día, Nucci, que cantó con Kraus, “el mejor duque de Mantua”, en 1985, aseguraba que el tenor “era el arte, luego están los divos, pero él era el arte”.