El sector ganadero se está muriendo poco a poco en Canarias, y la prueba de que esto es así, o de que esa es la tendencia imparable por ahora en las Islas (en Tenerife es muy muy acusada), se halla, entre otros factores que la confirman, en que solo cinco proyectos de primera instalación en actividades pecuarias han recibido este año 2024 el respaldo de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Soberanía Alimentaria del Gobierno de Canarias para atraer a jóvenes profesionales (a tiempo completo) a este sector productivo agrario, tras la primera convocatoria de subvenciones cofinanciadas por el fondo estructural Feader, dentro del PEPAC (2021-27), antes Programa de Desarrollo Regional (PDR), y con el fin de animar la llegada de nuevos ganaderos al campo isleño (de entre 18 y 40 años de edad).
La resolución final de esas subvenciones en 2024 ofrece datos demoledores sobre lo que se afirma: solo hay cinco proyectos aprobados para primera instalación ganadera, solo cinco…, pero es que además únicamente hubo 12 solicitudes presentadas en esa misma convocatoria de apoyo público, que fue la diseñada para motivar y guiar el relevo generacional en la ganadería local. Todo un fracaso.
Esta vez, y ya es tendencia, la cosa ha salido mal o muy mal, lo que demuestra que el sector ganadero en las islas, rememorando lo escrito por el creador colombiano Gabriel García Márquez, “no tiene quien le escriba”; o sea, y en una clara analogía: no tiene relevo generacional.
Pero la realidad es que no solo pasa eso. Hay más y quizá más dramático: los jóvenes isleños no ven futuro económico en esas actividades productivas agrarias porque el camino al que se enfrentarían, en el supuesto de elegir esa senda, lo conciben como el tránsito por un espacio lleno de incertidumbres: el sector ganadero local es ineficiente (no hay que recordar una vez más el encarecimiento progresivo del insumo principal: la alimentación del ganado, casi toda importada, y el alza del precio de los combustibles, junto con los efectos negativos de la pandemia en 2020-22), hasta contando con el apoyo de los subsidios actuales consolidados (los coyunturales, como los ideados por la guerra en Ucrania, terminan este 2024); la burocracia puede llegar a matar, y mucho, y los apoyos públicos reglados parecen insuficientes para salir de tal ahogamiento.
Además, el producto ganadero: leche, carne o transformación láctea artesanal, se paga mal y las ayudas siempre llegan tarde y no alcanzan a veces para cubrir costes. A esto se unen los problemas de legalización de muchas granjas y las regulaciones que hay que cumplir, muchas y variadas.
En este punto, también conviene señalar que el sector ganadero canario es el peor tratado en el programa Posei, pues tiene el menor apoyo público global al año y a la vez es el que más cofinancia sus medidas de apoyo directo con recursos que son considerados ayudas de Estado: el sustento público denominado “malo”, el que siempre se retrasa, el que no es seguro, el que no se paga dentro del plazo previsto en su totalidad. O sea, el peor dentro de todo el programa Posei. Una verdad como un castillo.
Así las cosas, como también dijo en una de sus narraciones el novelista colombiano y premio Nobel Gabriel García Márquez, este es el relato de una “muerte anunciada”. O no…
Pero vayamos a los datos oficiales. En la convocatoria de subvenciones para la primera instalación de jóvenes ganaderos con cargo al fondo estructural Feader (2021-27) este 2024, la primera del septenio, solo se presentaron 12 solicitudes, y de ellas, cinco han sido las aprobadas, tal y como recoge la Consejería de Agricultura en la resolución final de concesión, de fecha 18 de noviembre de este año. Hubo 12 peticiones iniciales de apoyo público dentro de esa misma línea de subvenciones, con cinco proyectos aprobados, cinco desestimados y dos solicitantes que desistieron en el proceso.
En el eje de apoyo público a la primera instalación de agricultores de este año (una convocatoria equivalente a la anterior), la dinámica fue otra, bien distinta: 73 solicitudes iniciales, 52 planes aprobados, que son los que por ahora siguen adelante, y el resto metidos en el cajón de los desestimados y los abandonos, también según la resolución definitiva publicada el 30 de octubre de este año. Se mire como se mire, la cosa no pinta bien.
La actividad agraria en general asusta como negocio a los jóvenes, y mucho más si se trata de entrar en las labores pecuarias, donde los costes de producción están por la nubes (en alimentación ganadera, se depende sí o sí del exterior); la competencia en el mercado interior con los productos importados es casi imposible; hay entrada primada de artículos de fuera gracias al Régimen Específico de Abastecimiento (el REA, dentro del programa Posei y con unos 60 millones de euros de ficha financiera al año), bien con ayudas directas o por medio de la exención en el pago del arancel aduanero común (esto solo para la entrada de materias primas o bienes de consumo desde terceros países), y luego los proyectos de economía social, los colectivos, han resultado fallidos, de manera especial en la industria de transformación de la leche o en la comercialización de productos cárnicos de origen local, estos sin diferenciación alguna en el mercado isleño. Un ejemplo de iniciativas fracasadas se halla en la Sociedad Cooperativa del Campo La Candelaria, entidad con sede social en La Laguna y hoy en una situación nada saludable en lo económico.
Con ese panorama, que no se revierte en las islas pese al apoyo público desde distintas administraciones, pocos, ni los jóvenes familiares con padres o allegados en la ganadería local, lo intentan, y a las pruebas nos remitimos. Esto se divisa y es, en muchos casos, una ruina.
Prima de primera instalación y subvención a la modernización
Los proyectos de primera instalación de jóvenes, tanto los agrícolas como los ganaderos, pueden recibir una prima llamada de primera de instalación de hasta 100.000 euros (más elevada en este septenio, una media de 30.000 euros más) por titular; tienen la posibilidad de financiarse con una subvención a la modernización de hasta el 70% del presupuesto aprobado, y luego se benefician de una bonificación del 6% en todas las ayudas ganaderas incluidas en el programa Posei que tengan derecho a recibir. Pese a tal batería potencial de acceso a dinero público, no basta, pocos se animan.
En esa renuncia o virada de cara a las subvenciones de primera instalación, principalmente en el sector ganadero, mucho tiene que ver con lo señalado hace unos días en un foro agrario convocado en sede parlamentaria por la funcionaria del Cabildo de Tenerife Carmen Calzadilla.
Según recogió la agencia Efe, Calzadilla afirmó en esa convocatoria pública respecto a la situación actual del sector agrario que hay “falta de sensibilidad” de la Administración autonómica hacia los agricultores y ganaderos; parece, dijo, que “no se está para ayudar, sino para poner palos en las ruedas”, hasta el punto de que la “falta de empatía” perjudica incluso el relevo generacional, que es imprescindible para la continuidad del sector primario, como bien se conoce.
La coordinadora de las Agencias de Extensión Agraria y Desarrollo Rural en el Cabildo de Tenerife hizo esas apreciaciones en las Jornadas Conecta Canarias Europa, organizadas por el Parlamento de Canarias en fechas recientes, el 19 de noviembre pasado. Calzadilla mostró en ese foro un caso real sobre cómo la propia Administración puede frustrar el relevo generacional: se denegó una ayuda para dos hermanos jóvenes ganaderos que querían continuar la explotación pecuaria de sus padres, que iban a retirarse, y se hizo solo porque no contaban aún con conexión a la red eléctrica, como ocurre hoy en muchas granjas canarias y en esa misma desde hacía años, sin que nadie entonces hubiera puesto objeciones.
A los cinco técnicos que examinaron el proyecto presentado, no les convenció, indicó, que se pudiera trabajar en una granja con un grupo generador hasta que se consiguiera la conexión a la red convencional, y aseguró: “No tenían ninguna empatía ni voluntad de ayudarles y le denegaron la ayuda”, según indicó la funcionaria Carmen Calzadilla. El resultado fue una explotación agraria cerrada y dos empleos destruidos.
El cierre de esa explotación se suma, según datos servidos por la misma fuente, a los dos tercios que ya se han perdido desde el año 2000: se ha pasado de 37.000 a 11.000 explotaciones pecuarias en las islas, con la edad media de las personas físicas que llevan las granjas que quedan en 60 años. Este dato reconfirma que el problema central de la ganadería en las islas es el pírrico relevo generacional. Y por algo será…
Ese “continuo retroceso” del sector agrario canario, que ya solo representa un testimonial 1,8% en el PIB regional, y la falta de relevo generacional representan la coyuntura en la que las agencias de extensión agraria, que dependen de los cabildos, tratan de ayudar y asesorar a los agricultores y ganaderos para lidiar con los escollos y la “falta de sensibilidad” autonómica“, según subrayó esa misma coordinadora insular en Tenerife.