El volcán y la evolución del hábitat en su entorno será uno de los grandes valores

El total de sismos registrados durante el período preeruptivo ascendió a unos 10.000 aunque al tener profundidades hipocéntricas superiores a los 10 kilómetros, no revistieron peligro alguno para la población.

Juan Ignacio Viciana

Valverde —

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La erupción submarina de El Hierro ha supuesto la última manifestación volcánica en Canarias después de la de la isla de La Palma de 1971. El proceso de formación del volcán submarino se detectó con un incremento de la actividad sísmica de baja intensidad en julio de 2011, que se incrementó en septiembre y fue perceptible especialmente en el norte de la Isla.

El 8 de octubre se produjo un terremoto de magnitud 4,4 a unos 3,5 kilómetros al suroeste de La Restinga que pudo ocasionarse por una importante fractura hidráulica al inyectarse el magma en su camino hacia la superficie.

Finalmente, el 10 de octubre se inició un tremor armónico considerado por el Instituto Geográfico Nacional como el inicio de la erupción submarina, y que ha acompañado al proceso en todo su desarrollo.

El total de sismos registrados durante el período preeruptivo ascendió a unos 10.000 aunque al tener profundidades hipocéntricas superiores a los 10 kilómetros, no revistieron peligro alguno para la población.

La elevación del magma hacia la base de la corteza oceánica produjo deformaciones de hasta 40 milímetros en algunos sectores de la Isla. Esta elevación se inició en el norte (El Golfo) y al no poder romper la corteza sufrió un proceso de migración hacia el Sur, emplazándose en el mar de las Calmas y por último en el rift sur de La Restinga, cuando se produjo el terremoto arriba comentado y el magma pudo atravesar la corteza.

A partir de las primeras imágenes de satélite que captaron la erupción se observó que ésta tenía un carácter fisural, con varios focos alineados en la dirección del rift, a unos 2 kilómetros del puerto de La Restinga.

En la superficie del mar se pudieron observar bombas y escorias volcánicas juveniles de 10 a 40 centímetros de diámetro, bautizadas como restingolitas y caracterizadas por tener recubrimiento basáltico e interior poroso (traquita).

Con el transcurso de la erupción estas restingolitas fueron substituidas por bombas huecas de corteza delgada y tamaños de entre 30 y 200 centímetros que se deshacían fácilmente con el contacto del agua marina y se hundían. Toda la aportación de lava en el fondo marino fluía hacia el suroeste, siguiendo depresiones del mismo rift.

El cono volcánico recién formado en el fondo marino fue cartografiado por el buque oceanográfico Ramón Margalef, que inicialmente situó dos cráteres a unos 220 metros de profundidad, sobre una base de unos 650 metros y una elevación de unos 100.

En un mes y medio el cráter había ascendido hasta los -160 metros de profundidad para situarse al final del proceso, ya en marzo de 2012, sobre los -88 metros.

Todo el proceso eruptivo llevó asociado una desgasificación que podía observarse en superficie en forma de burbujeo. Según Santana-Casiano et al., (2013) se llegaron a  observar burbujas de gas magmático de hasta 10-15 metros de altura, compuestas básicamente por CO2 y gases de azufre reducido.

Toda esta incorporación de elementos reductores produjo un desequilibrio en el sistema carbónico-carbonatos, observándose una bajada muy significativa del PH (hasta un valor de 5,1), una fuerte desoxigenación, un descenso de la alcalinidad y aumento de temperatura de 2 a 3 ºC por encima de los valores normales.

La mortalidad de peces fue importante en los primeros días, apareciendo mictófidos y calamares en superficie, si bien cesó poco después. En abril de 2012, una vez cesó la aportación de lava y material piroclástico, el sistema evolucionó hacia un sistema hidrotermal y todos los parámetros fisicoquímicos retornaron a la normalidad a excepción de registros realizados justo encima del cráter.

También es importante apuntar que todo el proceso llevó parejo un incremento de nutrientes básicos (nitratos, fosfatos y silicatos) en un radio de unos 500 metros respecto al foco de erupción, y cuya concentración y evolución sigue todavía en estudio, cabe decir, dentro un contexto regional totalmente oligotrófico.

La ubicación de este nuevo sistema natural surgido por actividad volcánica en las clasificaciones de hábitats nacionales e internacionales, y vistas sus características, residiría en el Hábitat Arrecifes ya que en su definición se integran desde elevaciones infralitorales e intermareales hasta montañas submarinas batiales.

La continuidad o no de las emisiones hidrotermales en el cráter del nuevo volcán, así como la proporción de elementos reducidos (Azufre, Hierro) determinarán en el futuro la posible aparición de nuevas comunidades adaptadas a estas condiciones.

Es obvio subrayar que todo este nuevo sistema submarino se ha convertido en un preciado laboratorio natural donde desarrollar investigaciones oceanográficas, ecológicas y geológicas de capital interés para la ciencia; y que puede convertirse en un importante foco de conocimiento, dada su mayor accesibilidad respecto a sistemas similares situados lejos de los márgenes continentales y a grandes profundidades.

El Hierro es la isla de más reciente formación en el Archipiélago Canario. Todo el proceso de formación por actividad volcánica queda perfectamente reflejado en su geomorfología subaérea y submarina, constituyendo un testigo de gran valor científico y didáctico que se suma al valor de los sistemas naturales del Parque Nacional.

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