Acabó la precampaña de la precampaña de la campaña
El rey certificó el final de la poscampaña iniciada el 20D con la firma de salida de la precampaña de la campaña para las elecciones del 26J. Quedó atrás, pues, el que si tutú que si tatá de los cuatro meses en que los políticos han conseguido aburrir a las ovejas. Mucho se ha hablado del fracaso de los políticos; de su incapacidad para el diálogo y para formar coaliciones de gobierno; de quien es más culpable de que se haya llegado a esta situación; de cuanto lamenta el PP que haya iniciado Pedro Sánchez esta nueva fase con un veto a su persona y a su partido, dolor que comparten los populares ciudadanos de Rivera en puntual cumplimiento del viejo adagio de que Dios los crea y ellos se juntan; o el más apegado a la tierra de que los animalitos se conocen. Lo único que no se ha criticado es el empeño de Rajoy de continuar en el machito a como dé lugar, sin vetar a nadie, qué va.
Habrá que sentarse a pensar cómo llamar a su rechazo a Podemos, a los grupos independentistas, incluso a los nacionalistas; porque una cosa es no compartir sus postulados y combatirlos políticamente y otra ayudar a reverdecer aquello de las conspiraciones contra España, valladar de Occidente, con Venezuela e Irán y hasta Cuba, la primera madurando el acercamiento a los USA, la segunda en plan de olvidemos nuestro enfado y la tercera que ya no sabe donde meterse de tan jubilosa por la recuperación a dos bandas del sentido común, chicu. Un poco fuera de perspectiva quedan sujetos como Cosidó, jefe de la Policía española, para quien tan siniestros países han sustituido con el suyo el más reputado oro moscovita, del que todos hablaban como hoy de los billetes de 500 euros que tampoco ha visto nadie. Yo, por ejemplo, me he convencido de que existen los tales billetes al saber que las autoridades monetarias están estudiando retirarlos, con lo que se cierra, no sé si con ánimo de cerrar una de las vías de financiación del PP valenciano.
Pero vayamos a lo nuestro.
Vivir en condiciones infrahumanas
Lo nuestro, para empezar, son los resultados de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS): el 80% de los que acudieron a las urnas el 20D votarán, dicen, a los mismos en las próximas elecciones del 26J; los más fieles son los votantes del PP que, inasequibles al desaliento, harán de Rajoy el candidato más votado a pesar de cargar con el farolillo rojo en el ranking de aceptación por el respetable; mientras, Alberto Garzón, que sigue siendo el líder más valorado y el único que supera el aprobado con un 5,23%, es también el que menos cosecha obtiene en las urnas. Algo sorprendente, sin duda, para quienes no estén curados de espanto que habrán de consolarse con aquello de que los últimos serán los primeros en el Reino de los Cielos, que será, supongo, donde están los billetes de 500.
Quiero decir, en fin, que esto de que el último sea el primero sería justicia poética, más que evangélica, si no fuera porque también resulta que el primero es el último, no sé si me entienden para que me lo expliquen a mí. Si es que quedan por ahí expertos en explicar lo incomprensible. Si exceptúo a don Bartolo, el cura de Tafira, que resolvió el misterio de la Santísima Trinidad.
Pero paso de expertos porque ninguno ha sabido explicarme porque todas las mañanas despierto con el buen ánimo que pierdo en cuanto me desperezo pasando revista a las explicaciones que dan por la radio que hace de despertador. Es un consultorio cachondo dirigido a convencernos de que vivimos en un mundillo en el que uno acaba con la elemental reflexión de qué hemos hecho, Dios mío, para merecer esto.
Sería el caso del Parlamento autonómico, que no autónomo, que me tiene de fijo entre las exaltación entusiasta, las carcajadas sarcásticas y trazas de la contracción sardónica a modo de risa estereotipada. Por ahí estuvieron mis reacciones cuando a la diputada Cristina Tavío le dio el pronto de emular al cura Báez, irreductible defensor de las cabras guaniles, si bien ella se refirió a los animales en general. Fue en su propuesta de creación de la Autoridad de Bienestar Animal en la que afirmó la existencia de animales “que viven en condiciones infrahumanas”. A lo que añadiría yo que, encima, los discriminan que los veo yo, animalitos, amarrados a las puertas de los supermercados, donde tienen prohibida la entrada. Lástima que no aprovechara para dar un ejemplo de ahorro como el que se pretende para las elecciones de junio: le hubiera bastado con meter en su misma propuesta, dando otro ejemplo, éste de entendimiento entre fuerzas políticas, incluyendo en su animalada la recuperación de la lapa majorera por la que batallan los nacionalistas agrupados en CC.
Los empleados de lo público
Mucho se ha dicho en los últimos cuatro meses de los perjuicios para las Españas de tantos meses de Gobierno provisional. Los que, por lo visto, no son para tanto según comienzan a decir algunos estudiosos que gente hay para todo. No sé qué pensará de todo esto el ex muy ministro que, tras unas semanas sumido en la amargura del sic transit gloria mundi, acariciará ahora, imagino, la idea de que vendrán tiempos mejores. Que no vendrán si los peperos del Ayuntamiento de Las Palmas, comandados por otro irreductible como Cardona, no dejan de contarle las liendres a los nuevos regidores municipales para promover la eliminación del nombre de Panamá a la calle que va paralela entre un trecho de Fernando Guanarteme y el mar y se cruza con las de Palafox, Velarde y Daoiz. Eso en Las Palmas porque la Panamá tinerfeña, que enlaza con la santacrucera Avenida 3 de Mayo de Tenerife, no está afectada.
Pero, a lo que iba. Hace unos días que circula la especie que relativiza las malas consecuencias para las Españas de las actuales circunstancias políticas. Eso salvo que el contexto en que se hable de ellas tenga que ver con Podemos al que señalan Rajoy y Sánchez como responsable; o con el PP o el PSOE, que se culpan mutuamente, sin olvidar a Ciudadanos que señala con el dedo al que más convenga. El único gesto humano que he observado es el generoso ofrecimiento de Iglesias a Pedro Sánchez de la vicepresidencia del Gobierno. El caso es que no hay manera de que aborden los asuntos que más interesan para saber uno a qué carta quedarse; si es que nos queda algo de fe no ya en las promesas sino en los propósitos.
De las especies que han circulado sobre lo que hay destaco la intentona de convertir las elecciones anunciadas para el 26J en la segunda vuelta de las del 20D. Poco recorrido tuvo porque no hay manera de cuadrar lo que ocurre en España con unas elecciones a dos vueltas. Trataron de forzar las cosas más que nada para quitarle hierro al hecho del fracaso de la nueva política debido, quizá, a que no dio la innovación política para que dejara la izquierda de tirarse los trastos y formara Gobierno, que es lo que se esperaba. Alguna incidencia tuvo, seguramente, el desdén con que los emergentes compararon su experiencia con la vivida por la generación de la Transición; como si hubieran inventado ellos la democracia y hasta la política. Aunque bien sé que la juventud es enfermedad que se cura con el tiempo, molesta el desprecio demostrado con quienes sacrificaron sus vidas o la perdieron para que ellos puedan hoy decir chorradas
Dejando a un lado estas actitudes de enterados de la caja del agua, parece procedente indicar que, con todas sus limitaciones y ciñéndose estrictamente a lo que, entonces, en las circunstancias de la Transición, pudo hacerse, incluso aceptando que hubo errores, estoy por proclamar la superioridad política de quienes intervinieron en aquel proceso. No porque fueran más listos ni porque estuvieran mejor preparados sino porque se movían al borde del abismo, donde no se puede ser petulante y se trataba, por encima de todo, de que la vuelta de la democracia no fuera el inicio de otro conflicto armado; que había quienes lo querían y lo buscaban. Lo que ocurrió es que el sistema electoral y el régimen de partidos hizo que, poco a poco, que quienes se pueden ganar la vida en otra cosa huyan de la política; aunque sigan en ella, sin duda, elementos valiosos, la realidad es que se ha dado de lado a la concepción de la república platónica de la gobernación en manos de los mejores. Como diría mi abuelo, lo que hay en política es mucho rebenque. Sin que se les note demasiado porque tampoco es mucho lo que se les exige. Tan es así que nadie se ha sulfurado ante el torpe intento de pasar las elecciones del próximo 26J por una segunda de las celebradas el 20D, como ya indiqué. No digo que esa fuera la intención pero desde luego la impostura era el intento de desleír el fracaso político de cuatro meses al raso. Es evidente que no estaban en esta ocasión los políticos y sus partidos en el caso extremo en que se vieron sus colegas de la Transición; pero esa impresión benevolente la transforma en malevolencia pura y dura la sospecha de que, en realidad, interesa más a los políticos mantener su actual modus vivendi que exponerse a quedar fuera de juego si intentan algo en beneficio de sus electores. Sin duda, peco al generalizar actitudes pero, por lo que llevo observado, por ahí van los tiros: predominan no los políticos de raza, los vocacionales que se siente obligados a hacer algo por el bienestar de los demás. Y predominan los empleados de la política. Son demasiados los que han encontrado en ella su modus vivendi y más de una vez me han reprochado alguna crítica porque, por lo visto, estaba jugando con el pan de los hijos del criticado. Asimismo, es posible perder ese modus vivendi oponiéndose a algo que se pretende imponer desde arriba así que vamos dados si esperamos que adopten alguna postura que no sea el acatamiento. Abunda en esa misma consideración de la cosa pública, la que se desprende de esas actitudes, cierta madre que aconsejó a su hija que aceptara un puesto para el que la muchacha, que acababa de terminar la carrera, no se consideraba preparada “porque, bobita, así vas aprendiendo hasta que consigas algo mejor”. Lo siento pero después de tanto chau-chau no puede disculparse semejante fracaso que nos condena de hecho a pasar un año cuasi en blanco.
El Gobierno está en otra parte
Si algo se ha visto y dando por buenas las encuestas es que la gente sabe ya que con Gobierno o sin él todas las administraciones, desde la central hasta las autonómicas y municipales seguirán funcionando lo justo y necesario. Con inconvenientes y contratiempos, pero ahí estarán. Sabemos, en definitiva, que para asuntos de mayor incidencia están las instituciones de la UE y la reserva de las grandes decisiones a Bruselas, a la Bolsa de Nueva York o a Washington en asuntos como las finanzas, la fiscalidad o el cambio climático. Son las manifestaciones del poder global que deja en el ámbito de los gobiernos nacionales y locales la rutina del día a día, nunca reformas de las que tanto se habla y menos si se orientan a cambios del modelo económico que impliquen una corrección real de las desigualdades o algo que parezca aunque sea de lejos al dichoso desarrollo sostenible. De los tiempos en que los gobiernos nacionales culpaban a Bruselas de las medidas impopulares se ha pasado a una fase en que la UE comienza a verse como un problema de modo que su mal momento no se debe al repentino auge de los nacionalismos sino que el liberalismo desalmado que se ha apoderado de ella enterró lo que de bueno había en ella.
Cada día la gente tiene mayor sensación de el verdadero Gobierno está en otra parte, lo que relativiza, en el caso español, la importancia de la provisionalidad de Mariano Rajoy. Ahora mismo, ya se sabe que la Comisión Europea no ha aceptado las previsiones de déficit de Madrid y calcula que España cerrará 2016 con un déficit del 3,9% (el Ejecutivo español calculaba el 3,6%) y que 2017 seguirá por encima del 3%, que es el tope permitido. Dada la reiteración de los incumplimientos fiscales, se esperan sanciones a España con el añadido de nuevos ajustes y una mayor vigilancia para el mejor cumplimiento de las exigencias de Bruselas. Como mucho obtendrá España un año más para cumplir con el déficit a condición de que haga un ajuste adicional que deje el déficit 2017 por debajo del 3%. Una realidad ante la que se pasa de puntillas no vaya a incidir en las próximas elecciones que el PP está tan seguro de ganar. Sin que los demás partidos se decidan a coger el toro por los cuernos y someter a debate a la política europea que tanto deja que desear y a lo que pinta en ella España, que llegó a tener una buena posición, la que arruinó Aznar, fue incapaz Zapatero de recuperarla y la ha condenado Rajoy a la inanidad.
Que el Gobierno está en otra parte lo demuestra el secretismo acerca del TTIP (Trasatlantic Trade and Investment Partnership que viene a ser, en cristiano, Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones). Lo vienen negociando hace años en secreto, Estados Unidos y la UE. En el mayor de los secretos, aunque ya se han conseguido las filtraciones de rigor de las que han trascendido aspectos inquietantes que ya se venían planteando desde la década de 1970, los que retrocedieron en plan reculada de carnero para dispararse de nuevo ahora. El resumen de lo que se pretende, lo que quiere la Organización Mundial de Comercio (OMC) y a lo que se han apuntado los negociadores del TTIP, es convertir a la empresa (a las grandes compañías, o sea) en el centro de las relaciones sociales como forma universal de gobierno y como modo de producción. Hace un par de semanas me ocupé del asunto y resulta difícil, incluso para los expertos, adivinar si alguna o algunas de las medidas consideradas y expuestas con impecable aparato técnico pueden o no llegar a ser bombas sociales. Pero quienes trabajan para sacar adelante los acuerdos han dejado claro que se trata de eliminar, reducir o prevenir “políticas nacionales superfluas”, noble propósito si no fuera porque entre esas políticas políticas “superfluas” figuran las de protección del medio ambiente que impidan o dificulten inversiones; la prohibición de la entrada y en su caso del empleo de sustancias que aumenten la proporción de carne magra en el ganado porcino y bovino que perjudican la salud de los animales y de los consumidores: la industria estadounidense considera que esta prohibición distorsiona la libre competencia y exige que el TTIP acabe de inmediato con la situación; también quieren no pocos empresarios americanos que se modifiquen los reglamentos europeos respecto a los gases invernaderos y nos dejemos de tonterías medioambientales. Quizá debe aclarar que si bien las grandes compañías aprietan lo suyo no lo hacen menos las europeas.
Donde se sube, significativamente, el tono de las pretensiones es en el sector financiero. La crisis de las subprime se considera cerrada y ahora se pretende levantar todas las barreras a las inversiones de riesgo e impedir a los gobiernos que controlen el volumen, la naturaleza o el origen de los productos financieros que están en los mercados. Una de las entidades que más insisten en éste y en otros puntos punto es el Deutsche Bank al que dicen que conviene echarle de comer aparte. Según los observadores que han podido observar algo, el TTIP va más allá del liberalismo ya desenfrenado de la OMC, mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) se opone sistemáticamente al impuesto de transacciones financieras, lo que hace que ya no preocupe a casi nadie la famosa tasa Tobin.
Los acuerdos del TTIP van en la dirección de crear una especie de gobierno económico mundial que se plantea inicialmente aislar el poderío chino en beneficio de las grandes compañías multinacionales o transnacionales. La guinda de todo esto es que esas empresas podrán demandar a los Estados si consideran que no les han permitido obtener todos los beneficios que esperaban; y que para reclamar tendrán una jurisdicción especialmente diseñada para entender de estos asuntos. Los gobiernos deberán entenderse no entre ellos sino con los ejecutivos de las empresas. En definitiva: la derecha está dispuesta a renunciar a la soberanía nacional siempre que se hagan con las grandes compañías.
Contra el TTIP
Las primeras protestas contra el TTIP ya están en la calle. Las ha habido en Alemania y Bélgica y en Francia pende sobre la cabeza de François Hollande el fantasma del también socialista Lionel Jospin que en 2002 no pudo pasar a la segunda vuelta. Hollande teme que le ocurra lo mismo y que el año que viene se enfrenten en la segunda vuelta la derecha de Sarkozy, muy contestado por los suyos, y la ultraderecha de Marine Le Pen que parece más cohesionada y dispuesta a gobernar, cosa que ya no parece tan lejana ni tan imposible. Cuenta, además, con el auge ultraderechista en Austria, Polonia y Holanda, todos muy pendientes del Brexit que pudiera darle aún más alas al antieuropeísmo, que se lleva mucho esta temporada. El caso es que Hollande no quiere perder y trata de evitar el desastre manifestando su rechazo tanto al TTIP como a los acuerdos de la UE con los países del Mercosur. Francia, ha dicho, se reserva su derecho a negarse a aceptar los acuerdos en defensa de los intereses agrícolas franceses y por respeto a las garantías sanitarias y jurídicas. Su primer ministro, Manuel Valls, se ha expresado en parecidos términos. Hollande, por tanto, ha abjurado de sus manifestaciones de 2014 cuando decía que ir más rápido en las negociaciones de los acuerdos no era un problema sino la solución. Lo tiene crudo porque los franceses no son tan olvidadizos. Por cierto: Hollande, como un Rajoy cualquier, asegura que Francia “va mejor” y así será en términos comparativos con un 10% de paro frente al 20% de España.
También está encontrando el TTIP problemas en los Estados Unidos, no vayan a creer. Es verdad que Obama lo considera parte importante de su legado y que desde la Segunda Guerra Mundial casi todos los presidentes americanos han estado por la liberalización de los intercambios comerciales internacionales. El liberalismo siempre ha servido bien a la potencia dominante que lo tiene todo por ganar en los mercados ajenos abiertos y poco que perder en el propio. Recuérdese a la Inglaterra victoriana y su liberalismo. Obama está en esas claves pero no contaba que de pronto comenzaran a perder impulso las tesis liberales, lo que explicaría que se vayan acumulando las filtraciones. El proteccionismo, que era pecado no hace mucho se mira con otros ojos. Se ha llegado al punto en que Donald Trump y Bernie Sanders, aspirantes republicano y demócrata a la Casa Blanca, no ocultan sus críticas al TTIP por distintas causas. Algo habrán advertido en el electorado para adoptar esas posturas que han obligado a Hillary Clinton a retirar el apoyo que le prestó cuando era secretaria de Estado con Obama. Según parece, las organizaciones de ecologistas, consumidores y agricultores han comenzado a movilizarse y están los americanos en año electoral. Comienza a verse como muy posible que Obama no consiga que se apruebe el tratado antes de abandonar la Casa Blanca.
Los políticos y la Prensa española en general parecen bastante ausentes de lo que lleva camino de provocar una reacción internacional. Si no inicia una nueva reculada para volver a la carga más adelante. Greenpeace se hizo eco de lo que se está moviendo presentando en España algunos de los documentos filtrados del TTIP pero no parece que haya tenido demasiado eco en la “nueva política” y mucho menos, comprenderán, en la de más edad. Da la sensación de que andan más despistados que Spiderman en un descampado, como oí decir el otro día. Será la inercia de 40 años de franquismo en los que nos acostumbramos a no pintar para nada en lo que se movía por esos mundos.
El rey certificó el final de la poscampaña iniciada el 20D con la firma de salida de la precampaña de la campaña para las elecciones del 26J. Quedó atrás, pues, el que si tutú que si tatá de los cuatro meses en que los políticos han conseguido aburrir a las ovejas. Mucho se ha hablado del fracaso de los políticos; de su incapacidad para el diálogo y para formar coaliciones de gobierno; de quien es más culpable de que se haya llegado a esta situación; de cuanto lamenta el PP que haya iniciado Pedro Sánchez esta nueva fase con un veto a su persona y a su partido, dolor que comparten los populares ciudadanos de Rivera en puntual cumplimiento del viejo adagio de que Dios los crea y ellos se juntan; o el más apegado a la tierra de que los animalitos se conocen. Lo único que no se ha criticado es el empeño de Rajoy de continuar en el machito a como dé lugar, sin vetar a nadie, qué va.