Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia, Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.
Metástasis Ibérica ... o 'pata negra'
Hay dos palabras que en Canarias se usan mucho para definir, bien a los torpes y mal amañados, bien a los que no destacan precisamente por su capacidad intelectual: tronco y tolete. Aunque la aplicación de esos vocablos dentro del lenguaje canario – en vías de extinción gracias a un nacionalismo replicante sui géneris – pese a que la aplicación, digo y escribo, se extiende a múltiples esferas del vivir y el hacer, con lo dicho podemos entendernos. No tiene nada que ver el ¡tronco! canario, esa cuasi interjección, con el “¿qué pasa tronco?” o “¿qué pasa tron?”, más peninsulares en su origen, más sabinianos, ramoncines y carabanchelados, aunque también importados en pequeña escala al Archipiélago gracias a los descuentos para residentes en las tarifas de viaje y los paquetes turísticos all inclusive. En un mundo globalizado y wasapeado sin piedad, es prácticamente imposible concretar al límite las ósmosis que se producen entre las distintas hablas del país. Así que tronco y tronco pueden tener diferentes interpretaciones pese a la común morfología. Por lo que respecta a “¡tolete!”, también es un largar a modo de interjección, pero absolutamente desconocido en la España peninsular. Allí, aunque el territorio está plagado de toletes – y así nos va – el único tolete conocido queda relegado al contemplado en el lenguaje propio de marinos y marineros. El tolete es ese palito en erección que situado sobre la regala sirve para enganchar los remos en un bote, barca, chinchorro, dinghi, y poder remar. Aquí se diría bogar.
Un tercer tronco
Un tercer tronco sería aquel, ya arborícola como orangutanes o macacos, que se utiliza para colocar como eje principal y fundamental en variadas situaciones y contextos. Podemos encontrarnos con una asignatura troncal, con un árbol genealógico con su correspondiente tronco y con el tronco de la cuestión en alguna averiguación, problema o estudio, por ejemplo. Abandonando la tierra y viajando hasta el mar dentro de Gaia y, consecuentemente, dentro de cualquier súper o hipermercado, hallaremos sin problema alguno el tronco de atún y el tronco o lomo de bacalao. En la carretera, no sería difícil cruzarse con el troncomóvil de los Picapiedra. Finalmente, llevado el asunto a la excelencia, podríamos extendernos al tronco u órgano hipertrofiado del mandinga, recogido fundamentalmente en el celulóide porno, de características ya conocidas por todos y todas. Por acción u omisión. Sobre el particular, les diré que estaba un día el escritor Truman Capote discutiendo con unos amigos acerca del espectacular éxito con las mujeres del playboy dominicano Porfirio Rubirosa (Doris Duke, Dolores del Río, Eva Perón, Kim Novak, Ava Gardner, Verónica Lake,Zsa Zsa Gabor, Jayne Mansfield, Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Odile Rodín, Barbara Hutton, Doris Duke, Danielle Darrieux …) y en la charla se abordaron diferentes perspectivas hasta que Capote zanjó la cuestión, señalando: “Lo que pasa de verdad es que Porfirio tiene una macana (tronco) tan gruesa como la muñeca de un hombre”. Así quedó el asunto de cara a la eternidad.
Iberia o Hispania
En España, a pesar de los intentos secesionistas, todavía tenemos, o teníamos, el denominado tronco ibérico o hispánico, lugar desde donde todos salimos, o salíamos, como ramas. No obstante, con la llegada de la Carta Otorgada de 1978, la estructuración del Estado en autonomías y la puesta en marcha de los nacionalismos por encargo, el tronco único está fuertemente cuestionado (no así el pensamiento único). Se ha obrado la multiplicación y son varios troncos los que al parecer existen sobre nuestra geografía. No es lo mismo el tronco Mas o Puigdemont, el tronco Otegui o Txapote o el tronco Paulino. Estudiando el tema, personalmente he llegado a la conclusión de que, en estos momentos, el único tronco ibérico incuestionado e incuestionable es el que se refiere al ganado porcino del mismo nombre, vulgo cerdo o cochino pata negra, bicho eumétrico entre mesomorfo y subdolicomorfo, jeroglíficos que no quieren decir otra cosa que en el elemento en cuestión la eslora iguala o supera al puntal.
No están las cosas para que la cartera atienda como debiera este mundo sabroso y sofisticado, pero, según iba estudiando, me encuentro con que hay dos variedades esenciales de cerdo ibérico: la negra y la roja. No, la azul y la roja, no, pese al bipluripartidismo político. Insisto: la negra y la roja. El negro puede ser de la Puebla o de Campanario y, dentro del colorado, tenemos la variedad retinta, rubia o cana y manchada. Asimismo, hay una raza corsa y otra china, aunque, según dicen, nada que ver. En Canarias -no mucha gente lo sabe- existe el denominado Cerdo Negro Canario, de origen desconocido y sexualmente muy precoz. La carne y la grasa son de excelente calidad.
Ante los leones
Profundizaba aún más en el puerco grasa de luxe, cuando me encuentro con que tiene cuello corto y gran papada, vientre bastante abultado en general, escasa musculatura y degradación del color y muchos son lampiños. Calvos. De repente, me vi ante los leones de una España que, pasadas las etapas de inducción, in situ e invasión local, ha llegado a la fase terminal y sufre una tremenda metástasis. Metástasis pata negra apreciada por todo el contexto mundial y a la que se refieren con estupor los medios de comunicación de todos los países desarrollados, mientras el Gobierno en funciones del PP habla del triunfo de la Marca España en todo el planeta, salvo en Venezuela y Argentina. La verdad es que estamos camino de Grecia, ya con medicina paliativa. Los casos de corrupción son erupciones volcánicas, el desgobierno es evidente al igual que la división cada vez más radical del país, mientras barones y quintacolumnistas conspiran dentro de los partidos. Hay malestar en el Ejército, la Justicia, el Banco de España … y no se controla ni el endeudamiento ni el desempleo. A todo ésto, troncos y toletes, manejando datos macroeconómicos que no tienen traslado alguno a la sociedad civil, llaman recuperación a un formidable desastre estructural, cuando la posibilidad de encontrar Presidente y Gobierno se complica por momentos y ya hay quien apuesta claramente por nuevas Elecciones Generales en las que, según los sondeos realizados, subirían PP y Podemos.
Hay dos palabras que en Canarias se usan mucho para definir, bien a los torpes y mal amañados, bien a los que no destacan precisamente por su capacidad intelectual: tronco y tolete. Aunque la aplicación de esos vocablos dentro del lenguaje canario – en vías de extinción gracias a un nacionalismo replicante sui géneris – pese a que la aplicación, digo y escribo, se extiende a múltiples esferas del vivir y el hacer, con lo dicho podemos entendernos. No tiene nada que ver el ¡tronco! canario, esa cuasi interjección, con el “¿qué pasa tronco?” o “¿qué pasa tron?”, más peninsulares en su origen, más sabinianos, ramoncines y carabanchelados, aunque también importados en pequeña escala al Archipiélago gracias a los descuentos para residentes en las tarifas de viaje y los paquetes turísticos all inclusive. En un mundo globalizado y wasapeado sin piedad, es prácticamente imposible concretar al límite las ósmosis que se producen entre las distintas hablas del país. Así que tronco y tronco pueden tener diferentes interpretaciones pese a la común morfología. Por lo que respecta a “¡tolete!”, también es un largar a modo de interjección, pero absolutamente desconocido en la España peninsular. Allí, aunque el territorio está plagado de toletes – y así nos va – el único tolete conocido queda relegado al contemplado en el lenguaje propio de marinos y marineros. El tolete es ese palito en erección que situado sobre la regala sirve para enganchar los remos en un bote, barca, chinchorro, dinghi, y poder remar. Aquí se diría bogar.