Lorenzo Silva es uno de esos escritores a los que hay que leer. Sus novelas policiacas son un mundo entre fascinante y misterioso. Articulista, guionista, cronista y no se sabe cuántas cosas más, pero sobre todo, novelista. Hace doce años escribió 'La niebla y la doncella', cuya trama de desarrolla, en parte, en La Gomera. Doce años después volvió a visitarla y, a través de su blog, le dedica una entrada a “la más sugerente de las Islas Canarias”.
Silva arranca hablándonos del Garajonay, esa “superviviente milagrosa de una era lejana”. Para él “un patrimonio que lo es también de los gomeros, los canarios y los españoles, y del que podemos sentirnos orgullosos todos: si a la bella isla canaria debe su asiento, al esfuerzo de los isleños y el de todos los españoles debe su subsistencia y conservación”.
El novelista destaca de la Isla su belleza, sus paisajes y lo hace con una serie de fotografías que acompañan su entrada y en la que queda patente el contraste entre el verde eterno del Garajonay y las terrazas abancaladas de sus barrancos y que la dotan de una identidad propia.
“Lo más excepcional que tiene La Gomera, aparte de su origen volcánico y su edad relativamente reciente (12 millones de años), es la diversidad de paisajes, entre el desierto y el bosque impenetrable, que coexiste en su pequeña extensión (poco más de 300 kilómetros cuadrados). Todo sucede gracias a su altitud (casi 1.500 metros en la cima del monte Garajonay) que literalmente ”caza la humedad“ que traen los vientos alisios y la recoge en la vertiente septentrional de la isla, dando lugar en ella a ese bosque único y a una vegetación tan variada como exuberante”, señala Silva, quien también destaca de la isla su historia y vínculo colombino, tomando como referencia la Torre del Conde: “Al verla, se me antojó un símbolo de esos líderes timoratos y cortos de miras, encerrados en su torre de clientelismos y sinecuras, que hoy por hoy nos impiden disfrutar de lo que somos y tenemos y construir ilusiones de futuro. Ha sido todo un alivio sentir, en lo más alto de La Gomera y en lo más profundo de la laurisilva, que ellos no estaban allí”, concluye.