La Academia Canaria y la profesora de Lengua

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Faltaba poco para que llegara el invitado. En un lado del amplio zaguán del instituto, un grupo de estudiantes preparaba una entrevista para la radio escolar. La profesora encargada, Pilar Abreu, mandó a parar. Miró a los lados asegurándose de que nadie observaba y se dirigió a uno de los alumnos en un tono bajo pero firme:

- Mira, Hugo, vas a entrevistar al presidente de la Academia Canaria de la Lengua, así que hazme el favor y no hables así, que tu familia es de aquí. Tú eres canario, ¿te costaría mucho dejar de pronunciar la z?

- Vale, lo intentaré – contestó el alumno, más resignado que otra cosa.

Como ella preveía, Hugo comenzó a sesear de forma natural. Poco después, apareció Humberto Hernández, puntual, afable, de maneras elegantes. Se presentaron, tomaron asiento y empezó la entrevista.

Al rato, llegó una pregunta que Pilar esperaba de forma especial.

- ¿Qué piensa usted de la frase “cuando un canario dice ‘vosotros’ se muere un baifo”?

- Yo creo que ya no se mueren tantos baifos- respondió. Vino a decir que los canarios se han ido sacudido sus complejos y están más orgullosos de su manera de hablar.

Pilar se sintió contrariada. No estaba de acuerdo. Por su mente desfilaron las veces que oía a canarios decir que guardan las cosas en el cajón de la mesa, gente cercana comerse una mazorca de maíz (!); compañeros suyos decir a sus alumnos “aquí podéis ver, otros que dicen naranjos, almendros, castaños, un leísmo cada vez más extendido… Oía cada vez con más frecuencia estas y muchas otras formas, sobre todo entre los pequeños. Quizás estaba siendo alarmista. Quizás el ilustre invitado vivía fuera de la realidad o, al menos, fuera de la realidad en que ella vivía.

La entrevista continuó con las labores que realiza la Academia: descripción del español que se habla en Canarias y estudio de la literatura canaria. Un trabajo excelente, aunque incompleto, pensaba ella.

***

Unas semanas después, la Academia Canaria presentó una magnífica reedición de “Los portugueses en Canarias. Portuguesismos” de José Pérez Vidal. Pilar se sentó en su butaca con un ejemplar recién adquirido abierto sobre las piernas. Allí pudo ver palabras de origen portugués que se seguían usando; las que conocía pero que apenas se oían; y, finalmente, las palabras que no conocía, muchísimas. Recordó algo que había pensado cuando consultó la primera edición del libro: parece un museo de palabras.

Muchos son los académicos que han llamado la atención sobre la posición débil del habla canaria frente al castellano peninsular. Al principio le parecía que exageraban un poco, pero con los años fue entendiendo a qué se referían, sobre todo tras constatar los prejuicios de los canarios sobre su dialecto y la influencia de internet y las redes sociales en sus alumnos.

Recibió como una buena noticia la creación de la Academia Canaria de la Lengua en 1999. Lo vio como una manera de apoyar la variedad canaria desde las instituciones, trabajar para romper estigmas y acabar con los complejos.

Uno de sus profesores en la Universidad de La Laguna, Marcial Morera, subtituló su documentado libro sobre la historia de la creación de la Academia Canaria de la Lengua 'Crónica de la tormenta ideológica de su fundación'. En efecto, hubo mucho debate en torno a la pertinencia o no de crearla. Ya hay una Real Academia, ¿para qué otra sobre una variedad dialectal? Muchos se opusieron, tanto en Madrid como aquí. Entre tanta controversia, estaba el tema de la “normalización”. ¿Puede una academia como la canaria dictar o sugerir formas de hablar frente a otras como hace la RAE? Finalmente, la Academia Canaria abandonó toda intención normativa.

Gonzalo Ortega, otro de sus profesores, retoma la cuestión en un texto de 2020. Recomienda una mayor labor de normalización del lenguaje de los medios de comunicación, pero se aleja de todo espíritu dogmático: propone que se haga por medio de la persuasión y contando con el aval de la Academia y de la universidad.

Pilar está de acuerdo en que sería ridículo iniciar una cruzada por el habla canaria, pero también piensa que hay que hacer algo ante la tendencia (creciente, según ella) de muchos canarios a adquirir formas del habla peninsular. Le molesta que lo hagan porque creen que suena mejor, que les hace hablar mejor, algo que no es cierto. Ante eso, habría que reforzar el prestigio del español de Canarias, el orgullo de hablarlo. Instituciones como la Academia Canaria deberían recomendar el uso de formas canarias frente a las peninsulares, unas recomendaciones que podrían ser el contenido de campañas en medios de comunicación, redes sociales, carteles; campañas que involucren a figuras públicas, a empresas... En fin, por desear que no quede.

Recomendar, informar, concienciar. Ella misma lo pone en práctica. Con Hugo fue inflexible porque no podía hacer otra cosa, pero no impone nada. Se limita a decir a sus alumnos que, si usan una forma en lugar de otra, están diciendo algo que no es característico del español de Canarias, su propio dialecto, y que este no es menos válido que el peninsular. Funciona.

 “La defensa, promoción y estudio del español de Canarias, como variedad lingüística del español atlántico” que el Estatuto de Autonomía eleva a la categoría de principio rector de los poderes públicos canarios está un poco cojo. Un artículo de una ley, por sí solo, no sirve de mucho. Haría falta un empujón, pasar a la acción.

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