Espacio de opinión de La Palma Ahora
Moushin y Raja. El beso
El conglomerado y enjambre elucubrado durante siglos por las religiones y las ideologías han propinado un paisaje de soterrada y desértica humanidad, al forjar a seres humanos, comunidades, grupos, ciudades y países, donde el beso, cual inocencia y afecto, y pasión, y sentimiento, y alegría, y virtud, y característica, mancha la causa evolutiva y la convivencia ciudadana, y no se expone de ejemplo y sí de castigo, y es por ello, que Moushin y Raja al besarse, no solo han delatado las despreciables vergüenzas y la involutiva sinrazón que conforma la estructura de quienes la rodean, sino y más grave aún, desarma la estupidez y las anquilosadas y demagógicas conductas, en las que aún transitan las ideologías y las religiones. Aunque, no es nada nuevo, por esos son burdas e inútiles las ideologías y religiones, porque quedan antepuestas y glorificadas por encima de la vida y el ser humano.
Quizás. No. Perdón. Con toda seguridad, el beso entre Moushin y Raja al salir del instituto, fotografiado por un amigo, no pase a los anales históricos y a los conformado y fascinantes paisajes del recuerdo, como así ha ocurrido con El beso del alemán Gustav Klimt, o el beso de Judas Iscariote a Jesús de Nazaret, o el beso de Time Square tomada por el fotógrafo Alfred Eisenstaed al concluir la Segunda Guerra Mundial, o tampoco el beso del Hotel de Ville tomado en 1950 por Robert Doisneau, y que simboliza el romanticismo, ni menos aún El beso de Auguste Rodin, el más famoso beso del universo de la escultura, o el beso de Burt Lancaster y Debora Kerr en la película “De aquí a la eternidad”, o el del Príncipe a Blancanieves, o tampoco el de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en “Casablanca”, ni el de Clark Gable a Vivian Leigh en “Lo que el viento se llevó”, ni el de Audrey Hepburn y George Peppard en “Desayuno con diamantes”, ninguno de ellos, el beso de Moushin y Raja quedará exiliado de la historia, reducido a meras y fugaces anotaciones de Facebook, a varios y aburridos e inútiles artículos como el que ahora escribo, y sin embargo, el grito y el latigazo impartido con su inocente actitud, desarma una vez más, la desmesura de las herencias religiosas y los trazos compilados por ideologías retrogradas estructuralmente como Educación y Sostenimiento de la convivencia social, y más, cuando se maneja como verdadero, coherente, laudable, el castigo a un beso, mientras se premia y consciente la bofetada y el menosprecio a la mujer.
No todo quedará ahí, por desgracia para ellos, pues independiente de lo que dicte el Tribunal de Nador sobre los tres, los protagonistas y el fotógrafo, la intolerable y asfixiante y desolada ola habrá arrastrado, embarrado y cubierto de miseria, en ese abrevadero social e inhumano en el que residen, en esa sociedad que los vigila y educa, marcándolos como a pobres y pueriles reses, transitaran para siempre como errores y fallas de su dictatorial ejercicio educativo, social, religioso e ideológico. Lástima que aún el ser humano transcurra por ese paraje.
El conglomerado y enjambre elucubrado durante siglos por las religiones y las ideologías han propinado un paisaje de soterrada y desértica humanidad, al forjar a seres humanos, comunidades, grupos, ciudades y países, donde el beso, cual inocencia y afecto, y pasión, y sentimiento, y alegría, y virtud, y característica, mancha la causa evolutiva y la convivencia ciudadana, y no se expone de ejemplo y sí de castigo, y es por ello, que Moushin y Raja al besarse, no solo han delatado las despreciables vergüenzas y la involutiva sinrazón que conforma la estructura de quienes la rodean, sino y más grave aún, desarma la estupidez y las anquilosadas y demagógicas conductas, en las que aún transitan las ideologías y las religiones. Aunque, no es nada nuevo, por esos son burdas e inútiles las ideologías y religiones, porque quedan antepuestas y glorificadas por encima de la vida y el ser humano.
Quizás. No. Perdón. Con toda seguridad, el beso entre Moushin y Raja al salir del instituto, fotografiado por un amigo, no pase a los anales históricos y a los conformado y fascinantes paisajes del recuerdo, como así ha ocurrido con El beso del alemán Gustav Klimt, o el beso de Judas Iscariote a Jesús de Nazaret, o el beso de Time Square tomada por el fotógrafo Alfred Eisenstaed al concluir la Segunda Guerra Mundial, o tampoco el beso del Hotel de Ville tomado en 1950 por Robert Doisneau, y que simboliza el romanticismo, ni menos aún El beso de Auguste Rodin, el más famoso beso del universo de la escultura, o el beso de Burt Lancaster y Debora Kerr en la película “De aquí a la eternidad”, o el del Príncipe a Blancanieves, o tampoco el de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en “Casablanca”, ni el de Clark Gable a Vivian Leigh en “Lo que el viento se llevó”, ni el de Audrey Hepburn y George Peppard en “Desayuno con diamantes”, ninguno de ellos, el beso de Moushin y Raja quedará exiliado de la historia, reducido a meras y fugaces anotaciones de Facebook, a varios y aburridos e inútiles artículos como el que ahora escribo, y sin embargo, el grito y el latigazo impartido con su inocente actitud, desarma una vez más, la desmesura de las herencias religiosas y los trazos compilados por ideologías retrogradas estructuralmente como Educación y Sostenimiento de la convivencia social, y más, cuando se maneja como verdadero, coherente, laudable, el castigo a un beso, mientras se premia y consciente la bofetada y el menosprecio a la mujer.