‘Mis seres humanos’
Un anacronismo está siendo desterrado de instituciones centenarias. Somos multitud las mujeres que reivindicamos nuestra condición de seres humanos por encima del género. Precisamente por eso, nos sentimos feministas con rotundidad, desde la convicción de que la responsabilidad de ganar la igualdad requiere de un humanismo que termine arrinconando los miedos atávicos a los juicios sociales, a los prejuicios de un mundo, también el insular, donde el miedo a ser sigue permeando ciudades y calles.
Muchas mujeres mueren, mueren por ser mujeres. Son asesinadas por sus iguales, que no las consideran tal, que las quieren obedientes y adaptadas a las convenciones. No conozco a ninguna feminista que esté contra los hombres, pero sí conozco a muchos y a muchas para los que se ha puesto de moda colocar “peros” al final de las frases si se trata de igualdad y feminismo, intentando justificarse como camino para llegar al pseudo triunfo de una reputación respetable, queriendo formar parte de corrientes de pensamiento que aspiran a perpetuar los valores familiares convencionales y religiosos del status quo. Las mujeres y los hombres feministas, los que creemos en la igualdad y no queremos pasar factura por el pasado sino avanzar en el presente, sabemos que tenemos la responsabilidad de ganar y hacer del verbo un acto público y privado que nos permita conquistar los espacios abstractos del inconsciente colectivo y de la vida real.
Me honro en ser miembro de la Real Sociedad Económica Amigos del País, y como tal y en esta nueva etapa, quiero reivindicar el feminismo de las mujeres que no estamos enfadadas, aunque podríamos, que creemos en la política como herramienta de construcción, en el conocimiento como libertario de almas y vidas.
Leocricia Pestana debe estar, con motivo de este 8 de marzo, entre estas líneas. Ella fue uno de esos seres humanos de género femenino lastrados por serlo y condenada al ostracismo social. Una poeta de su talla, una librepensadora adelantada a su tiempo que no tuvo en vida el reconocimiento que se le hubiera atribuido a cualquiera de sus congéneres varones con muchos menos méritos. Leocricia decidió apartarse, huir al campo, apenas a unos cientos de metros del bullicioso ruido y de las miradas en el juicio social y moral de esas gentes que, entonces y ahora, se atribuyen una autoridad de miradas y remilgos sobre quién, cómo y qué, puede sobrevivir al escarnio dentro de una artificiosa estructura moral muy alejada de las almas y las esencias de los seres humanos. Este 8 de marzo, como miembro numerario de la Real Sociedad Económica Amigos del País hago mías las palabras de Emilia Pardo Bazán, “no hay palanca más poderosa que una creencia para mover las multitudes humanas”. El dogma ahora es la igualdad a la que se llega, sin peros ni excusas, por el camino del feminismo.
*Eugenia Paiz es periodista y poeta, miembro de la Real Sociedad Económica Amigos del País, presidenta de la plataforma 'Madres por la Discapacidad', Premio 'Damo' 2023 a su trayectoria profesional y por su compromiso y trabajo en favor de colectivos vulnerables.
0