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Tecnología e infancia… ¿Qué hay detrás de las pantallitas?

Ana Belén García Sánchez

Las investigaciones afirman que utilizada el tiempo adecuado y en los espacios adecuados, la tecnología puede beneficiar el aprendizaje, aunque sea solo aportando más información a quienes la utilizan. Sin embargo, ¿es cierto que podamos utilizarla moderadamente? ¿quién no se ha visto enganchado/a al whatsapp, a la televisión, a un juego de la videoconsola? Basta con hacer una prueba rudimentaria y contabilizar todo el tiempo que pasamos visualizando o respondiendo mensajes en el móvil, viendo la tele o jugando en el ordenador etc. La realidad es que ya comienzan a estudiarse seriamente los efectos de la Nomofobia dentro del catálogo de enfermedades mentales, pues no es otra cosa que el miedo irracional que experimentamos al salir de casa sin el móvil.

El psicólogo Aric Sigman calcula que los pequeños y las pequeñas que nacen ahora, pasarán el equivalente a un año pegados a las pantallas antes de cumplir los siete años. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) el 54% de los niños y niñas de España de entre 10 y 14 años, tienen su propio teléfono móvil inteligente con acceso a internet. Pero ¿qué vienen a decirnos estos datos? ¿qué estamos promoviendo como familias cuando regalamos a nuestros hijos e hijas un móvil, una tablet, un ordenador o cualquier tipo de videoconsola?

La tecnología no es mala en sí misma. Sin embargo, está probado que puede producir adicción y genera pasividad, aislamiento, problemas de comportamiento, etc., lo cual trae consigo consecuencias indeseables en nuestras vidas. Incluso algunos expertos hablan del peligro de la depresión por la utilización excesiva de estas herramientas.

¿Se han preguntado alguna vez por qué hay una enfermedad que asola los países desarrollados? ¿han oído hablar del síndrome de déficit de atención y la hiperactividad? O puede que lo hayan oído nombrar como TDAH, pero ¿qué relación guarda con la tecnología?

La atención es la ventana a través de la cual nos asomamos al mundo. Si no ejercitamos desde pequeñas/os ese, llamémoslo así, músculo, no podremos concentrarnos en las cosas que exigen esfuerzo y por tanto no seremos capaces de aprender. ¿Qué nos espera entonces? Ataques de desesperación, frustración e ira cuando veamos que las cosas, en la vida fuera de las pantallas, no son tan fáciles y rápidas. Mirar una pantallita no exige ningún esfuerzo consciente para mantener la atención sobre ella. Nos capta inmediatamente y nos deja como hipnotizadas/os. Sin embargo, en la vida hay situaciones que nos exigen paciencia, perseverancia, creatividad y esfuerzo. Pero si no nos enfrentamos a realidades donde podamos entrenar esas respuestas, no aprenderemos a generarlas.

¿Alguien ha visto en la consulta del médico o en la cola de un banco cómo se entretiene a los niños y las niñas para que sean capaces de esperar? Seguramente nosotras mismas en un acto espontáneo y poco meditado hemos hecho uso del móvil o una tablet para que nuestros hijos e hijas se entretengan sin causar problemas. Incluso existen adaptadores que se acoplan a los carritos de bebes y que sostienen los móviles cerca de sus caritas. Así las familias podremos pasear tranquilas o cenar relajadas en la terraza de un restaurante mientras nuestros bebes se entretienen viendo dibujos animados. Se me plantea una duda: ¿Es bueno distraer constantemente a nuestros niños y niñas para que no molesten o no se desesperen en situaciones incómodas, aburridas o conflictivas como puede ser vestirse, esperar en la consulta de un médico o comer?

Gracias al uso de esa tecnología, niñas y niños no se enfrentan a situaciones de aburrimiento que exigen la búsqueda creativa de recursos propios para pasar el rato. Con la tecnología, la satisfacción es inmediata, y su uso es tan intuitivo que no precisa de esfuerzo y por tanto no se ven abocados a situaciones de frustración. Además, el uso de dispositivos electrónicos aísla a quienes los manejan, absorbiéndoles de tal modo que no hace posible la interacción. La consecuencia directa es que cualquier habilidad que no se entrena, no se desarrolla.

Hoy, un niño o una niña de diez años ha recibido más estímulos que la humanidad en los últimos 40 mil años. A esto debemos sumar que la mayoría de las pequeñas y pequeños crecen con la ausencia de sus familiares, debido a cuestiones laborales. ¿Pueden las máquinas dar afecto, corregir o servir de modelos de comportamiento?

Muchas familias nos sorprendemos viendo el manejo que tienen nuestras hijas e hijos de los dispositivos electrónicos, llegando incluso a sentirnos orgullosos de la inteligencia que despliegan ante tales aparatos. Sin embargo, ¿cómo puede afectar el uso de la tecnología en estos y otros momentos de sus vidas? Según miembros del grupo de investigación en Neuroplasticidad y Aprendizaje de la Universidad de Granada, este tipo de tareas a las que se enfrentan antes de que su sistema esté preparado, podría producir deficiencias permanentes en la capacidad de aprendizaje a lo largo de la vida.

En este sentido, la Academia Americana de Pediatría (AAP), referente para médicos e instituciones de la salud, ha establecido recomendaciones al respecto:

Antes de los 18 meses lo ideal es evitar cualquier tipo de pantalla y luego, hasta los 24 meses, limitar el consumo mediático lo máximo posible. Si se decide que la niña o el niño mire algo, que sea contenidos de calidad y siempre acompañada/o de una persona adulta que le ayude a interpretar lo que ve. Esto es porque las/os menores de 2 años no tienen la capacidad para entender lo que ven y relacionarlo con el mundo real.

Entre los 2 y 5 años la recomendación es que no pasen más de una hora por día viendo la televisión o utilizando otro dispositivo y que se trate de contenido interactivo, sin violencia y educativo, así como también que lo hagan en compañía de una persona adulta.

Por todo lo dicho anteriormente, ahora que se acercan fechas en las que escribimos la carta a los Reyes Magos, sería bueno reflexionar sobre las ventajas e inconvenientes que tendrá esa tablet, móvil o videoconsola en nuestros hijas e hijos. ¿Qué les aporta? ¿en qué les favorece y en que les perjudica?

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