Llegaste a Garafía con el pelo largo y aquí perdiste la melena. Te conocí en la misa de Difuntos y aquel día te acompañé por tres de los cuatro cementerios del municipio. Desde el principio, con tu mirada perdida en el misal, con los nervios de quien debuta ante un nuevo público, te ganaste la simpatía de los feligreses.
Don Rubén, un hombre que incomoda a quien no ha querido conocerle, que tiene un sentido del humor peculiar, capaz de reírse de sí mismo y de sus fallos, que ha desatado envidias y, sobre todo, que le ha dado al Norte de La Palma más amor del que ha recibido. Un hombre que no se cree divino, aunque su función es dar a conocer la palabra de Dios. Detrás de su imagen de cura moderno está la de un sacerdote que se toma muy en serio su función eclesiástica, que cumple a rajatabla con los horarios de las misas y con todos los actos en los que se requiere su presencia.
Siempre recordaré una conversación que mantuvimos en la Plaza de Santo Domingo en compañía de otros dos sacerdotes, entre ellos mi muy querido y añorado Don Antonio. En esta conversación, donde hablamos de religión y política, me sorprendió mucho lo conservador que es Don Rubén, a quien tenía hasta ese momento por bastante más moderno. Pero aún así, me alegró poder hablar con él, compartir y debatir, sin imponer ni acusar, sino mantener una conversación sincera y abierta. Porque así es él, un hombre que ha predicado con el ejemplo, acercándose a los jóvenes y acercándolos a la Iglesia, ganándose la confianza de los mayores y recibiendo el cariño de todos y todas. ¿Devolviendo la fe a aquellos que se habían alejado del camino de Dios? No seré yo quien haga tal afirmación. Para eso están las personas que van cada domingo a la iglesia. Que den su testimonio.
Como miembro del Ayuntamiento he tenido que acudir en muchas ocasiones a actos religiosos representando a la corporación. Y siempre he dicho que puedo escuchar el mismo sermón de boca de Don Rubén las veces que haga falta, sin que llegue a cansarme de escucharle. Porque cree lo que dice y lo transmite con seguridad y sinceridad. Sin ofender a nadie. O a casi nadie. Porque siempre hay gente que se ofende por todo.
Los muchos amigos que has hecho aquí te echarán en falta cuando ya no estés. Porque te irás, esa decisión parece que ya está tomada. De poco servirán las firmas que se recojan, las instancias que se presenten ante las autoridades eclesiásticas o los sabotajes que se preparen a los actos religiosos de los próximos días. Esta situación ya me parece un déjà vu, ya la he vivido antes.
Don Rubén, te queremos aquí, en el Norte del corazón que es nuestra isla pero, sobre todo, te queremos, sincera y abiertamente.
Yeray Rodríguez
Alcalde de la Villa de Garafía