El entorno de la Plaza de España de Santa Cruz de La Palma pierde un comercio histórico que ha dado mucha vida y colorido a la ciudad. Casa Aurora, que abrió sus puertas al público hace 49 años en un local junto a la iglesia de El Salvador, y que ofrece artículos de regalo, decoración y cocina, se traslada a la Calle Méndez Cabezola. “He estado medio siglo en uno de los cascos históricos más relevantes de Canarias y ahora me voy a otra zona destacada, el entorno del Castillo de Santa Catalina de Alejandría, allí seguiré atendiendo a mis clientes de siempre, a los que he tratado con mucho cariño y que tanto me han ayudado”, ha señalado a este digital María Aurora Hernández, una empresaria de pura cepa, amante de la cultura, que ha viajado por medio mundo y que ha traído a La Palma el espíritu comercial de otros países. “Lo que más me maravilló cuando fui a Suiza fueron las cestitas con los periódicos colocadas fuera de los establecimientos, donde la gente ponía el dinero y se llevaba los diarios”, cuenta. “Y entonces empecé yo a hacer los mismo aquí, a colocar los artículos en la calle, y hubo alguna antipática que me criticó, pero he visto en muchas partes del mundo –conozco Israel, Egipto, Tailandia, Birmania, Filipinas, México, Brasil, Guatemala, toda Europa…- que la mercancía estaba en la calle; en el gran bazar de Estambul y en el de Egipto tropiezas con los artículos, y en las calles de Jerusalén hay tiendas por todos lados que abren desde las seis de la mañana”, relata. “Me inspiré en el mundo que he recorrido y quise traer esas novedades a La Palma”, dice.
Aurora tiene que dejar el local que ha ocupado desde hace casi medio siglo al concluir su contrato de arrendamiento pero piensa seguir en la batalla. “Me encuentro con mucha vitalidad para seguir trabajando; voy a la iglesia, visito enfermos, pero quiero seguir unos años más con el negocio; además, mis cinco hijos están repartidos entre Alemania, Madrid, Gran Canaria y Tenerife, y qué hago yo”, se pregunta.
“Tengo una clientela de toda la vida muy fiel, a la que le he vendido siempre artículos de la máxima calidad, nunca basura, ofrezco productos españoles, alemanes y holandeses, entre otros, de calidad, y vendo los mejores líquidos para limpiar la plata”, afirma. “Mis clientes me han dado mucho cariño y me han ayudado a sacar a mis hijos adelante, porque yo me separé y muchas señoras que ya han muerto me ofrecieron su apoyo”, recuerda. “Y también he creado muchos puestos de trabajo, he tenido hasta cinco empleados en las épocas buenas, y algunos les he dado estudio, siempre les he ayudado a progresar”, asegura.
Los extranjeros también forman parte de la amplia clientela de Casa Aurora, donde compran paraguas, artículos de regalo, bisutería o cualquier recuerdo. “Se quedan locos con los paquetitos que les hago, todo va en su sobre, con su lazo”, explica.
El trasladado a Méndez Cabezola lo hará “poco a poco, porque la obra se me ha retrasado”. Todavía mantiene abierto el histórico comercio en el edificio de El Salvador, aunque su aspecto ha cambiado mucho porque está ya medio vacío por la mudanza. “En la nueva ubicación seguiré poniendo los artículos en la calle, eso da confianza al cliente y muestra a un pueblo honrado, porque a mí nunca me han cogido nada”, concluye.