La leyenda eléctrica de Santa Cruz de La Palma: mito, orgullo local y el contraste con la historia universal de la iluminación
La historia local de Santa Cruz de La Palma atesora un relato que ha pasado de boca en boca, de generación en generación, y que encuentra eco ocasional en ciertos folletos turísticos y relatos divulgativos: la creencia de que esta ciudad canaria fue la sexta del mundo en iluminar sus calles con luz eléctrica. Para muchos palmeros, esta afirmación forma parte del acervo cultural insular, un motivo de orgullo que realza la singularidad histórica de la capital respecto a otros núcleos urbanos españoles. Sin embargo, el examen de los datos históricos internacionales plantea serias dudas sobre tal posición en el podio de la modernidad lumínica.
La generalización del alumbrado eléctrico fue un fenómeno paulatino y desigual. A finales del siglo XIX, varias ciudades del mundo industrializado ya estaban experimentando con la luz eléctrica, sustituyendo progresivamente la iluminación de gas y petróleo por arcos voltaicos y, más tarde, bombillas incandescentes alimentadas por centrales generadoras. En este contexto, las potencias económicas e industriales –sobre todo del mundo anglosajón y algunas capitales europeas– llevaron la delantera. Ciudades como Londres, París o Nueva York, así como pequeños núcleos pioneros como Wabash (Indiana, EEUU), habían encendido sus primeros focos eléctricos mucho antes de que la mayoría de las urbes españolas conocieran las nuevas lámparas. El mundo había iniciado esta transformación lumínica a un ritmo que hace improbable, por no decir imposible, situar a Santa Cruz de La Palma en un lugar tan adelantado en la cronología universal de la electrificación.
La expansión de la luz eléctrica en el siglo XIX
La era de la iluminación eléctrica comenzó con experiencias parciales ya en la década de 1870. El uso del arco voltaico en algunas calles, plazas y teatros de grandes ciudades fue un primer paso que, si bien no siempre resultaba eficiente ni barato, permitió a los ingenieros y empresas eléctricas de la época perfeccionar el sistema. Londres, por ejemplo, comenzó a experimentar con luz eléctrica en lugares emblemáticos como el Holborn Viaduct desde 1878. París, siempre a la vanguardia técnica y cultural en el continente europeo, incorporó lámparas de arco en la avenida de la Ópera y otras zonas céntricas a principios de la década de 1880. Mientras tanto, la ciudad estadounidense de Wabash, en el estado de Indiana, ha pasado a la historia por encender con éxito, el 31 de marzo de 1880, cuatro lámparas de arco Brush que iluminaron su tribunal y alrededores, marcando un hito que muchos consideran el primer alumbrado público totalmente eléctrico del mundo.
Casi al mismo tiempo, pequeñas poblaciones y grandes metrópolis de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Canadá, Australia y otros países adoptaban paulatinamente la nueva tecnología. Godalming, en Inglaterra, se convirtió en 1881 en la primera ciudad del mundo en contar con un suministro público de electricidad para la iluminación urbana y doméstica basado en la energía hidroeléctrica. París, ya para 1881, probaba con luz eléctrica en varias calles. Nueva York, Londres y Berlín, al igual que otras capitales, no tardaron en integrarla sistemáticamente. Este ritmo de desarrollo tecnológico, que a menudo se apoyaba en ferias internacionales, inversiones privadas y la presencia de una industria eléctrica incipiente pero dinámica, se fue acelerando en la década de 1880. A finales de ese decenio, docenas de ciudades occidentales y algunas no occidentales ya contaban con alumbrado eléctrico parcial o total.
La electrificación en España y Canarias
En España, el proceso fue más lento que en el mundo anglosajón y algunas partes de Europa central. Aun así, grandes ciudades como Barcelona o Madrid comenzaron a incorporar la luz eléctrica a partir de la década de 1880, primero en entornos reducidos –exposiciones, teatros, hoteles de lujo– y luego en tramos significativos del alumbrado público. Para principios de la década de 1890, la implantación de la luz eléctrica en el espacio urbano ya era una realidad en algunas urbes peninsulares, aunque todavía coexistía con el alumbrado de gas en muchos municipios.
En el caso de Canarias, la llegada de la electricidad fue relativamente temprana en comparación con otras islas atlánticas, pero más tardía si se la sitúa en el contexto global. La posición geográfica del archipiélago, su dependencia comercial del tráfico marítimo y las oportunidades surgidas del comercio del vino, el plátano u otros productos hacia Europa y América, colocaron a ciudades como Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria o la propia Santa Cruz de La Palma en un flujo constante de influencias y novedades tecnológicas. Esto favoreció que la implementación del alumbrado eléctrico en Santa Cruz de La Palma tuviese lugar en torno a 1893, según consta en documentación conservada en el Archivo Municipal de Santa Cruz de La Palma y referencias consultables a través de la Biblioteca Municipal y el propio Ayuntamiento.
Ese adelanto respecto a otras localidades españolas de similar tamaño situó a la capital palmera como pionera a nivel insular y nacional, algo digno de reconocimiento. Sin embargo, el salto de considerarla “la sexta ciudad del mundo” es un abismo difícil de salvar desde el punto de vista historiográfico. Antes de 1893, decenas de ciudades en Europa, América y otros continentes ya disfrutaban de iluminación eléctrica, total o parcial. París, Londres, Nueva York, Berlín, San Francisco, Los Ángeles, Filadelfia, Cleveland, Melbourne, Tokio, Montreal, Buenos Aires, Ciudad de México o incluso pequeñas localidades, ya habían probado, adoptado o consolidado este nuevo tipo de luz.
El origen del mito
La atribución a Santa Cruz de La Palma de un lugar tan prominente en la historia universal de la electrificación no parece basarse en fuentes primarias internacionales. Es más bien el resultado, según apuntan distintos especialistas en la historia de las islas, de una interpretación local muy entusiasta. La relevancia de haber sido una de las primeras ciudades españolas con luz eléctrica pudo haberse magnificado con el paso del tiempo, confundiendo el contexto nacional o regional con el internacional.
La bibliografía sobre electrificación y cambio tecnológico en el siglo XIX es amplia y cuenta con estudios académicos que han analizado el proceso en distintas áreas geográficas. Estas investigaciones, junto con archivos históricos, hemerotecas digitales y documentos municipales, reflejan un panorama en el que la luz eléctrica se extendió con notable rapidez en muchos puntos del globo. Ninguna de estas fuentes menciona a Santa Cruz de La Palma como una de las primeras.
El Archivo Municipal de Santa Cruz de La Palma, el Cabildo Insular de La Palma y la Biblioteca Nacional de España guardan documentos y referencias a la llegada de la electricidad a la isla, pero, hasta donde se ha investigado en el ámbito académico, no constan informes que avalen la prioridad mundial que le atribuye la leyenda local. Es probable que la idea haya nacido de una fuente oral, una publicación antigua o un folleto promocional que, sin el debido contraste histórico, infló la importancia del dato.
La realidad tras el orgullo local
Lejos de restar mérito a la modernización temprana de Santa Cruz de La Palma, situar el logro en su justa medida realza su verdadero valor. La ciudad, pequeña y relativamente aislada en medio del Atlántico, supo conectarse con las corrientes innovadoras de su tiempo y adoptó con premura el alumbrado eléctrico. Este adelanto reflejó la capacidad de la isla para mantenerse en sintonía con el progreso técnico internacional, a pesar de la distancia geográfica y las limitaciones logísticas.
Ese es el hecho que hay que reivindicar: Santa Cruz de La Palma, a finales del siglo XIX, se incorporó con rapidez a la modernidad lumínica en el contexto español. Fue una ciudad pionera en su entorno nacional e insular, superando a lugares de la Península que tardarían años en abandonar las viejas lámparas de gas. Así, el mito del sexto puesto mundial no es necesario para reconocer la hazaña. La historia no necesita de galardones inflados: basta con apreciar el mérito de una isla que se abrió a la luz eléctrica en un tiempo en el que la mayoría de las ciudades españolas ni siquiera soñaban con ella.
Un listado que desmiente el mito
Aunque sería interminable enumerar cada ciudad que adoptó la electricidad antes de 1893, un breve repaso histórico muestra lo improbable de la supuesta sexta plaza. Hacia 1880, Wabash (Indiana) ya proclamaba ser la primera ciudad iluminada totalmente por electricidad. Londres experimentaba con luz eléctrica desde 1878. París la adoptaba con regularidad en las calles en 1881. Berlín comenzó a utilizar alumbrado eléctrico a principios de los años 80. Además, urbes como Cleveland, Los Ángeles, San Francisco, Nueva York o Toronto habían encendido luces eléctricas en espacios públicos entre 1879 y 1884. En el hemisferio sur, Kimberley (Sudáfrica) también incorporó iluminación eléctrica en 1881, y ciudades como Buenos Aires (Argentina) emprendieron ensayos con luz eléctrica antes de 1890. Tokyo, en Japón, contaba con iluminación eléctrica a finales de la década de 1880. Con esta constelación de casos repartidos por el mundo, queda claro que cuando Santa Cruz de La Palma dio el salto, la transición a la electricidad ya era un fenómeno global.
La importancia del rigor histórico
En un mundo cada vez más interconectado, con acceso digital a archivos, hemerotecas y bibliografías internacionales, es más fácil que nunca contrastar datos y situar cada hito en el lugar que le corresponde.
La ciudad fue, sin duda, uno de los primeros núcleos españoles en abrazar la modernidad luminosa. Reconocer el mito de la sexta posición internacional como tal no debilita la importancia de ese logro, sino que lo libera de adornos innecesarios.
La divulgación histórica, ya sea a través de guías turísticas, páginas web institucionales, medios de comunicación o iniciativas culturales, puede seguir hablando de la pronta electrificación de Santa Cruz de La Palma. Lo que conviene evitar es repetir datos sin verificación. El rigor no solo no disminuye el valor de la historia local, sino que la engrandece, al presentarla con honestidad y precisión.
La leyenda de que Santa Cruz de La Palma fue la sexta ciudad en el mundo con alumbrado público eléctrico es más un testimonio del orgullo local que una realidad histórica contrastada. Diversas ciudades de Europa, América y otros continentes ya habían encendido la luz eléctrica antes de 1893. Sin embargo, este hecho no resta mérito al carácter pionero de la capital palmera en el contexto español, ni a su temprano ingreso en la era de la modernidad lumínica. La ciudad no necesita de esa posición irrepetible en un hipotético ranking internacional para merecer su lugar en la historia. Basta con reconocer que, en medio del Atlántico, una isla pequeñita, supo adelantarse a su tiempo, sumándose con rapidez a la ola de progreso que transformó la noche urbana en un escenario iluminado por la electricidad.
A continuación, se añade una tabla con una selección representativa de veinte ciudades que incorporaron el alumbrado público eléctrico antes de 1893. Se debe subrayar que establecer un orden estricto entre las “primeras” urbes es extremadamente complicado, ya que la introducción de la luz eléctrica fue en muchos casos progresiva, parcial y dependiente de ensayos pilotos. Además, las fechas pueden variar según las fuentes, y no todas las ciudades la adoptaron de forma masiva desde el inicio. Esta lista, por tanto, es orientativa y se basa en referencias históricas generalmente aceptadas en la historiografía especializada, sin pretender una clasificación concluyente ni exhaustiva.
Esta tabla no pretende establecer un orden de precedencia indiscutible, sino ilustrar la amplia dispersión geográfica y cronológica del alumbrado eléctrico antes de que la capital palmera lo incorporara, evidenciando así la imposibilidad de que ocupara un sexto puesto a nivel mundial.
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