Octavio Fernández, espeleólogo: “Se puede actuar en la colada del volcán de La Palma sin reventar el paisaje”
El vicepresidente de la Federación Canaria de Espeleología, Octavio Fernández Lorenzo, sostiene que “se puede actuar sobre la colada” de la última erupción en Cumbre Vieja, La Palma (2021), “pero no a base de reventar el paisaje que nos ha quedado ahí”, aunque el volcán “haya hecho mucho daño”.
Fernández, que presta asesoramiento sobre los tubos volcánicos y el trazado de la carretera LP2, lamenta en una entrevista con EFE que “con la proximidad de las elecciones” autonómicas y municipales “se intentaron hacer demasiadas cosas demasiado rápido y con ira, con enfado, por lo que el volcán ha destruido”.
Opina que se debió actuar de manera “más inteligente y entender que en un volcán es lo que es y que va tardar en enfriarse lo que va a tardar, y que cualquier acción en una colada como esta deja una huella que no se va a borrar ni disimular”.
Es lo que cree que sucede con la tubería construida sobre las fajanas o la carretera La Laguna-Las Norias, donde hay varios puntos en los que se están produciendo “problemas serios de temperatura” que achaca a que “no está funcionando bien el aislamiento”.
Eso es precisamente lo que el equipo de espeleólogos que presta asesoramiento al Cabildo de La Palma, del que forma parte, pretende evitar ahora con la reconstrucción de la carretera LP-2: que no haya problemas con temperaturas derivadas de los tubos volcánicos. También, un “mejor encaje paisajístico” de la vía.
“Intentamos que una vía que tiene que abrirse sí o sí no se lleve por delante los tubos volcánicos, que en esa zona hay muchos y algunos pueden ser muy importantes”, señala Octavio Fernández, quien advierte de las complicaciones para la propia obra que implicaría “pinchar” uno de esos tubos.
El Instituto Geológico y Minero de España (IGME) denunció meses atrás que las palas excavadoras de una obra destrozaron unas estructuras de emisión en montaña Cogote, de gran interés geológico.
Este instituto ha elaborado un mapa con una serie de puntos susceptibles de especial protección, concentrados en las inmediaciones del edificio volcánico y de los deltas lávicos.
Octavio Fernández se pregunta: “¿Hay que intervenir? sí ¿Hay que abrir carreteras que pasen por la colada? sí ¿En algunos sitios cuando el tiempo lo vaya permitiendo hay que hacer recuperación agrícola? sí, pero inteligentemente”.
Subraya que “lo inteligente ante lo que ha pasado en La Palma es adaptarse, pero no se ha acertado en esa búsqueda de adaptación. Se ha estado en una lucha contra un volcán”, en la que “la gente ha entendido: tenemos excavadoras muy grandes y podemos romperlo todo”.
“¿No nos damos cuenta de que aquello no es lo que era, que es un desierto de lava negra? Va a hacer un frío del carajo en invierno y un calor del carajo en verano, va a ser un sitio inhóspito”, asevera.
Asegura que desde el anterior Gobierno de Canarias se apresuraron en afirmar que “la colada no se iba a proteger” cuando hay una ley “por encima” de sus competencias, la 42/2007 del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, que determina que una superficie geológica en buen estado de conservación debe promoverse su estudio y conservación como medida cautelar. “Y eso se lo han saltado”.
“La lava no se va a enfriar al ritmo que quieren los políticos”, recalca Octavio Fernández, y es que transcurridos dos años desde el inicio de la erupción a apenas dos metros de profundidad se alcanzan los 500 grados centígrados, con lo que ve “ilógico” construir nada sobre ellas, ni viviendas ni fincas agrícolas, en diez años.
Lamenta que se esté planificando “una macrofinca” en el plan de reparcelación agraria dentro del campo de coladas en base a un informe que se hizo antes de que se realizaran mediciones precisas del grado de enfriamiento en el subsuelo.
Es decir, que ese plan que prevé que “en tres, cuatro años” las fincas puedan estar funcionando “se hizo en base a una suposición, quizá a un interés político, más que otra cosa”.
Critica “la manipulación” de la que están siendo objeto los afectados, a quienes se les dijo y se les sigue diciendo que pronto podrán volver a construir sus viviendas o fincas donde estaban antes de que la lava se las llevara por delante.
Recuerda que quince años después de finalizar la erupción del volcán San Juan (1949) “no había ni una sola edificación sobre la colada”.
Solo había “unas pocas carreteras y fincas de plátanos en la costa, en la isla baja, que aparte de ser mucho más delgada que la colada de ahora está parcialmente refrigerada por el nivel freático del mar”.
Aún así, prosigue, cuando se empezaron a construir fincas agrícolas sobre ese delta lávico las matas de las primeras plantaciones “se morían por el calor de la lava”, igual que sucedió en la isla baja del Teneguía (1971): “hubo que esperar después de roturar a que enfriara” la temperatura del subsuelo.
Octavio Fernández asegura que “si se quiere una recuperación agrícola seria en La Palma, no puedes atender a los tiempos de enfriamiento de la lava. Tampoco pretender hacer excavaciones brutales, escombreras horrorosas que se lleven por delante un patrimonio geológico enorme y que tiene un uso turístico inmediato”.
Antes que recuperar las plataneras, apostaría por “un cultivo que no requiera tanta agua, tanta sorriba, invernaderos y muros cortavientos de bloques, y que se integre mejor en el paisaje, que no sea extensivo sino selectivo”, como el de la vid en la zona de la Geria, en Lanzarote.
En cuanto a la edificación de viviendas sobre las coladas y a propósito de la primera licencia concedida a un particular para reconstruir su vivienda en el barrio de La Laguna, apunta que se trata de un permiso administrativo “para intentar construir ahí”, lo que no significa necesariamente que se pueda.
Y es que un proyecto de edificación, explica, “lleva consigo un estudio geotécnico obligatorio, que ha de incorporar ”como mínimo“ un sondeo de rotación en la parcela. Serán ese estudio geotécnico y ese sondeo los que dirán si las temperaturas en ese sitio serán aptas o no para construir, ”no la licencia que te da del ayuntamiento“.
Octavio Fernández recalca que la temperatura en el subsuelo en el campo de coladas es tan alta que, al enfriarse, “contrae y el suelo se hunde. No se puede cimentar en un suelo que tiene posibilidades de hundimiento”.
De hecho, las coladas se habían hundido más de 20 centímetros desde la primera medida que se hizo al terminar la erupción. La cima del cono se ha hundido más de un metro y medio.
También advierte de que hay “dos fallas muy potentes” a ambos lados de las coladas, en los extremos norte y sur: una en la zona del cementerio de Las Manchas y otra a la altura de la LP-2 por el lado norte y en dirección ascendente.
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