Así como hay traga-fuegos se podría decir que yo soy una devora-libros. Pequeños, grandes, para adultos, para niños, para reír, para llorar... Me da lo mismo, los engullo sin miramientos. Para mí, no hay nada mejor que un libro, una caja de galletas y horas libres, para rellenar con lectura.
BUT ENOUGH ABOUT ME. Burt Reynolds and Jon Winokur.
La película -al igual que ocurrió con buena parte de los largometrajes protagonizados por Burt Reynolds en nuestro país- no funcionó en la taquilla como hubiera sido lo justo, dado que muchas de aquellas películas eran muy superiores en calidad a títulos tales como Smokey and the Bandit, más conocida como “Los caraduras” (Hal Needham, 1977) o The Cannonball Run -Los locos del Cannonball (Hal Needham, 1981) sus dos títulos más conocidos. Estas dos películas, con sus secuelas, no se pueden comparar con The Longest Yard (Robert Aldrich, 1974); Sharky's Machine (Burt Reynolds, 1981); la incalificable y genial Silent Movie (Mel Brooks, 1976) o la descarnada, intensa y sensacional cacería humana sobre la que se sustenta Deliverance (John Boorman, 1972) por mucho que el público no lo entendiera así.
En realidad, Burt Reynolds tenía asumido que muchas de aquellas películas no iban a ser del agrado del público, pero prefirió hacerlas, porque en el proceso trabajaría con personas a las que respetaba personal y profesionalmente, y no tendría que soportar a la legión de “pendejos” que envuelve un negocio como el del séptimo arte. Y esto es así, porque Burton Milo Reynolds Jr. era, hasta el momento de su muerte, un aspirante a jugador de fútbol americano quien, tras un accidente, encaminó sus pasos hasta el territorio de la actuación y, una vez allí, se convirtió en uno de los rostros más icónicos y recordados del séptimo arte, por mucho que a la canallesca especializada en estos temas le costara reconocer.
Burt Reynolds, persona temperamental, sanguínea y poco amante de las sutilezas que tantos problemas te acaban acarreando, llegado el momento decidió dejar escritas muchas de las cosas que había vivido, sentido y dicho en un determinado instante de su vida. Fruto de todo ello fue el libro But Enough About Me, escrito junto con Jon Winokur, que contó con una presentación de su amigo y compañero de excesos, el también actor Jon Voight.
But Enough About Me no es un libro de memorias per se, sino una suerte de textos en donde el actor rememora algunos de esos recuerdos que lo marcaron para bien o para mal durante toda su existencia. La única parte cronológica es aquélla en la que habla de sus padres, de su hermana y de su hermano adoptivo y las luces y las sombras que envolvían aquella relación. De todos los capítulos, de un total de treinta y uno que forman las 302 páginas totales, éstos son los que debieron costar más escribir, porque se nota un enorme poso de amargura en cada una de las palabras con las que están escritos. No hay tiempo para chistes ni dobles sentidos, ni para mirar a la cámara como hacía el GRAN Julius Henry Marx, algo que siempre formó parte de su posterior repertorio como actor.
En cuanto al resto, quedan claras dos cosas; es decir, el respeto que el actor tenía por los actores clásicos con los que tuvo la oportunidad de cruzarse en su camino y lo amigo que era de los excesos tanto a nivel profesional -llegó a realizar la mayoría de las escenas de acción que protagonizó a lo largo de su enorme carrera- como a nivel sentimental. En ambos casos, las secuelas que arrastró, por una u otra causa, le persiguieron hasta el final, pero, con la edad, no sólo aprendió a vivir con sus fantasmas, sino que supo cómo reírse de ellos.
Y gracias a esa capacidad por no tomarse en serio -que aprendió de su amigo y actor, George Hamilton- Burt Reynolds supo asumir el paso del tiempo y convertirse en algo más que un actor entrado en años y con un pasado glorioso que recordar. Por dicha razón, y tal y como explica en el capítulo “Students”, el actor se dedicó a enseñar en la etapa final de su carrera. Y cuando lo cuenta su entusiasmo traspasa la tinta y el papel en el que está impresa para calar en la psique del lector.
He leído otras tantas biografías de actores, pero But Enough About Me es, por derecho propio, una de las que más me han gustado y menos me ha costado leer, aunque, debo decir que durante todo el tiempo que lo hacía me sobrevolaba el recuerdo de la muerte del actor, hace tan sólo unos días. Puede que, por esa misma causa, alguna editorial española se decida a publicar el libro, aprovechando la ola que llevará a las cadenas de televisión y a alguna que otra empresa que aún sigue comercializando películas en DVD, Blu-ray y Blu-ray 4k, a rescatar algunos de los títulos protagonizados por el actor, más allá de sus películas más conocidas.
Sea como fuere, termino con el párrafo con el que se cierra el libro, en inglés, dado que es el idioma en el que está escrito, hasta que haya otra opción para el mercado nacional hispano parlante.
As I look back, I´m proud of my accomplishments and disappointed by my failures. I always wanted to experience everything and go down swinging. Well, so far so good. I know I´m old, but I feel young. And there´s one thing they can never take away: Nobody had more fun that I did.
Burt Reynolds
Reynolds, B., Winokur, J., & Voight, J. (2015). But Enough About Me (1st ed.). London: Blink Publishing.
© Eduardo Serradilla Sanchis, 2018
La película -al igual que ocurrió con buena parte de los largometrajes protagonizados por Burt Reynolds en nuestro país- no funcionó en la taquilla como hubiera sido lo justo, dado que muchas de aquellas películas eran muy superiores en calidad a títulos tales como Smokey and the Bandit, más conocida como “Los caraduras” (Hal Needham, 1977) o The Cannonball Run -Los locos del Cannonball (Hal Needham, 1981) sus dos títulos más conocidos. Estas dos películas, con sus secuelas, no se pueden comparar con The Longest Yard (Robert Aldrich, 1974); Sharky's Machine (Burt Reynolds, 1981); la incalificable y genial Silent Movie (Mel Brooks, 1976) o la descarnada, intensa y sensacional cacería humana sobre la que se sustenta Deliverance (John Boorman, 1972) por mucho que el público no lo entendiera así.
En realidad, Burt Reynolds tenía asumido que muchas de aquellas películas no iban a ser del agrado del público, pero prefirió hacerlas, porque en el proceso trabajaría con personas a las que respetaba personal y profesionalmente, y no tendría que soportar a la legión de “pendejos” que envuelve un negocio como el del séptimo arte. Y esto es así, porque Burton Milo Reynolds Jr. era, hasta el momento de su muerte, un aspirante a jugador de fútbol americano quien, tras un accidente, encaminó sus pasos hasta el territorio de la actuación y, una vez allí, se convirtió en uno de los rostros más icónicos y recordados del séptimo arte, por mucho que a la canallesca especializada en estos temas le costara reconocer.