Así como hay traga-fuegos se podría decir que yo soy una devora-libros. Pequeños, grandes, para adultos, para niños, para reír, para llorar... Me da lo mismo, los engullo sin miramientos. Para mí, no hay nada mejor que un libro, una caja de galletas y horas libres, para rellenar con lectura.
MANUAL DEL DEMAGOGO
Ambas definiciones son fácilmente contrastables en el mundo actual. Basta con encender la radio, ver la televisión o leer cualquier medio impreso y/o digital, para comprobar cuan ciertas son ambas afirmaciones recogidas en el diccionario de la Academia española.
La demagogia, como concepto y como disciplina, ha sido comentada y/o estudiada a lo largo de la historia y, fruto de todo ello, nace el libro Manual del demagogo, escrito en 1884 por el profesor, periodista y ensayista francés Raoul Frary.
El autor recoge un su libro una suerte de “manual práctico” para todos aquellos que quieran hacer carrera dentro del mundo de la política contemporánea y, de paso, lograr que el pueblo los termine por colmar, a ellos, los elegidos, de aquellos dones que la naturaleza no tuvo en bien de otorgarles, sobre todo, bienes materiales.
Para Frary, el político debe conducir al pueblo no adonde aquel juzga que debería ir, sino adonde éste desea ser llevado. Tal suerte de pleitesía insincera sería la marca del demagogo, empeñado menos en lograr el bien de la comunidad que en mantener su ventaja personal. Conceptos como la igualdad, el reparto equitativo de la riqueza, el buen uso de los recursos y la ética y deontología personal de quien ha jurado un cargo tras la victoria que le ha otorgado el sufragio universal son temas baladíes frente a la necesidad de lograr un poder omnívoro que permita al político demagogo salirse con la suya.
Lo peor del caso es que, a poco se uno se detenga, podrá ser consciente del buen uso que, del libro de Frary, han hecho muchos cargos electos de traje caro, maneras zafias y ávidos instintos depredadores. Es más, me atrevería a decir que antes que seguir las enseñanzas del doctor Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda del tercer Reich alemán (1933-1945), muchos de esos mismos cargos electos -y las camarillas que los rodean, más despreciables si cabe que la cabeza visible- se han doctorado en las tesis y las enseñanzas que recopila Raoul Frary, aunque, eso sí, a todos les falta la agudeza mental, el dominio de la lengua y la ironía, a veces impregnada de un agrio cinismo, de la que hace gala el autor francés.
Además, y dado el ambiente político que nos ha tocado vivir, sin importar el país, la ideología y/o la religión imperante en cada uno de los territorios dominados por uno o varios políticos con marcado carácter demagogo, el libro de Frary se me antoja imprescindible para entender qué ocurre y, de paso, no caer en las trampas que todos esos mamarrachos nos quieren tender un día sí y otro, también.
Y para quienes les preocupa la cantidad de páginas del libro en cuestión, les diré que la versión presentada por la editorial Sequitur (ISBN: 978-84-15707-40-0); una edición traducida, supervisada y presentada por Miguel Catalán González, tan sólo tiene 69 y que se lee en un rato, corto o largo, según la costumbre que se tenga en el arte de leer letras impresas, claro está.
© Elena Santana Guevara y Eduardo Serradilla Sanchis, 2017
Sobre este blog
Así como hay traga-fuegos se podría decir que yo soy una devora-libros. Pequeños, grandes, para adultos, para niños, para reír, para llorar... Me da lo mismo, los engullo sin miramientos. Para mí, no hay nada mejor que un libro, una caja de galletas y horas libres, para rellenar con lectura.