Manuel Cabezudo, Thomas Borstner, Carlos Quinteiro, Beáta Baltavári, Isabel Grimón y Carolina Hernández son jóvenes, de mente abierta, viajeros y arriesgados y han cambiado la oferta alojativa de Las Palmas de Gran Canaria. Han creado, en cinco de los seis casos, hostels, o como se conoce en el argot, backpacker hostels, que son los alojamientos donde pasan la noche los viajeros independientes, esas personas que quieren conocer destinos pero huyen del turismo masificado y prefabricado, ese turismo que tanto daño ha hecho en el medio ambiente, como cuando uno va en Gran Canaria a Puerto Rico y ve una oferta que puede estar en cualquier parte del mundo. Estas personas cuando viajan buscan empaparse de la cultura del sitio, vivir experiencias urbanas, ser un palmense más en el día a día, o conocer la naturaleza de la Isla, no quieren tener una estancia que sea del hotel a la playa y de esta al hotel. No, ellos lo que quieren es vivir el sitio y conocer a gente como ellos con los que puedan compartir estas vivencias.
El primero que se arriesgó a abrir un negocio de estos fue Manuel Cabezudo, en 2010 comenzó a pensar esta idea, buscó información y se dirigió a las instituciones. La primera patada fue directa a la boca, los funcionarios no sabían que era un hostel de mochileros y la Ley Turística de Canarias, tal como explican desde el Gobierno de Canarias, no recogía (y siguen sin recoger) esta figura en la normativa. A ello hay que sumarle que los hostales o pensiones de toda la vida se han prohibido, por lo que no tenía por aquel entonces a qué agarrarse para crear su negocio. “Empecé a elaborar un plan de negocio para un hostel, empecé a hacer números, pero veía que iba a hacer un esfuerzo tremendo para después llevarlo a las instituciones y que me rechazaran porque no hay cómo catalogar estos alojamientos según la Ley Turística” explica.
“Hubo un momento que, como a muchos emprendedores, se me ocurrió no sacar la idea, pero al final decidí tirar para adelante” así que, al ver que no podía montar un hostel de cero decidió pagar el alquiler de un piso en la zona de Guanarteme, concretamente en la calle Portugal, donde montó El Warung Beach Hostel. Se trata de un piso pequeño con dos dormitorios y con dos baños individuales, además de una cocina y un salón que son las estancias comunes. En total tiene seis camas y como cuenta, se lo jugó “todo a una carta, me sobraban 1000 euros, 500 fueron para el alquiler y los otros 500 para muebles de segunda mano”. El siguiente paso fue crear los perfiles del alojamiento en Internet, acudió a las webs Hostelworld y HostelBookers y realizó una descripción con fotos ya que la Red permite un alcance y un posicionamiento que te hace llegar a millones de viajeros.
Así, los dos primeros años fueron un éxito, con lleno total en temporada alta y en la baja ganando dinero. “La idea que yo tenía de que existía un mercado que demandaba este turismo en Canarias fue cierto. Canarias podía ser un destino de viajeros independientes”. Y es que ese primer año lo hizo a modo de prueba, sin querer ganar dinero, pero al final vio que daba resultados y dejó la empresa para la que estaba trabajando. Al final de la primera temporada vio que el negocio generaba, y al irse los vecinos del piso de debajo amplió de seis a doce camas, teniendo dos estancias en el mismo bloque de viviendas, hecho que a los viajeros les gusta porque es una experiencia “muy local”. Tras el éxito de esta ampliación Manuel lo tuvo claro, dejó la empresa en la que estaba trabajando y se centró solo en sus hostels, ya que tras El Warung abrió otro más. “Pensé como un mochilero, y para alargar la estancia de mis huéspedes abrí en otro lado”, y ese otro lado fue en Artenara, uno de los pueblos más recónditos de la isla, donde no se instaló en una casa normal sino en una casa cueva. “La montaña y el interior de la Isla, y la particularidad de la casa cueva como experiencia. A la gente le gusta venir al destino, verse local, qué mejor que quedarse en una casa cueva, que ya viene de los antiguos canarios”. Este es el proyecto de El Warung Beach House y El Warung Cave Hostel, ideados por Manuel, el primero que se atrevió a tirarse a la piscina. “Después del segundo año aparecieron más, muchos tenían la idea pero nadie se atrevía”.
No cabe duda que Internet ha sido quien ha ayudado a despegar estos negocios. El hecho de que los vuelos de líneas aéreas de bajo coste hayan llegado a Canarias da más oportunidades a los viajeros independientes. Con los datos en la mano, según el Instituto Canario de Estadística (Istac), de los visitantes alojados en el 2013 en Las Palmas de Gran Canaria, 262.016 vinieron en vuelos low-cost, mientras que 239.339 lo hicieron en compañías de primera marca. También las estadísticas del Istac muestran que en el último año se redujo la diferencia entre el número de turistas que se alojaba en hoteles y el de los que optaban por otros establecimientos hasta las 23.000 personas, cuando hasta el año 2010 los turistas que se quedaban en hoteles superaban en más de 100.000. Por tanto, algo está cambiando y estos hostels son en parte los responsables.
Experiencias locales
Algo que remarcan los entrevistados es el vivir las experiencias locales, que los viajeros se vayan de Gran Canaria conociendo rincones que ni el propio grancanario conoce. Como Thomas Borstner explica es un turismo “activo y que colabora con las empresas locales”. Este austriaco lleva ocho años en las Islas y fundó en 2012 La Ventana Azul. Uno de los aspectos positivos de estos viajeros independientes es que repercuten, y mucho, en la economía local. Cuando una persona viaja buscando estos alojamientos realmente, en la mayoría de los casos, lo que buscan es ahorrar dinero en la estancia para poder gastar más dinero en el lugar del destino y poder conocer más. Por lo general es gente muy formada, en su mayoría jóvenes en torno a los 20-30 años que tienen estudios universitarios y hablan varios idiomas, por tanto, son personas curiosas y van a aprovechar al máximo su estancia en la Isla.
Por nacionalidades, estas varían según el sitio. Reinan los alemanes, nórdicos e italianos, aunque en el caso del Bettmar Ecohostel Canarias de Isabel Grimón en el último trimestre han llegado muchos españoles, ya que su negocio recibe grupos de alumnos, equipos deportivos o agrupaciones musicales. En cuanto a El Warung, en estos cuatro años han llegado hasta 58 nacionalidades diferentes de los cinco continentes, destacando los estadounidenses, canadienses y australianos, un turismo muy lejano que antes no llegaba a Canarias. “Se está abriendo un mercado nuevo, esto es indiscutible” remacha Cabezudo.
Un hecho que ha impulsado la creación de estos negocios ha sido el surf ya que muchos de los huéspedes vienen a la ciudad a alojarse para tomar clases de este deporte. Por ejemplo en La Ventana Azul tienen un convenio con la escuela Ocean Side y ellos dan el alojamiento a las personas que vienen a dar clases, mientras que el Big Fish (abierto en septiembre de 2012) que dirige Beáta Baltavári y el Lua Lua de Carlos Quinteiro (abierto en agosto de 2012) tienen decoración relacionada con el surf, igual que el Beach House de Manuel. Por tanto, para conseguir impulsar a Las Palmas de Gran Canaria como Surf City las autoridades tienen que contar con estos lugares donde pernocten los que vienen a realizar esta práctica deportiva.
Por otro lado está el hostel de Isabel Grimón, el Bettmar Ecohostel Canarias, que abrió en febrero de 2013. En este establecimiento la particularidad es la temática ecológica que sigue. Así, luces led, grifos con aire para ahorrar el agua, lámparas de material reciclado, agua caliente a través de placas solares...y sobre todo, una iniciativa que promueve la cultura local y la experiencia en la Isla: las habitaciones están numeradas, pero son temáticas y cada una está diseñada con el nombre de elementos típicos de la naturaleza canaria. De este modo un huésped se puede quedar en la habitación Platanera, o en el Drago, el Barranco...en cada cuarto se explica el por qué del nombre y qué es cada uno de estos elementos que está en el hábitat de la Isla. Es una forma, como explica su propietaria, de que el turista le entre la curiosidad y por ejemplo quiera ver lo que es un drago, de manera que Isabel le recomienda sitios donde pueden ver algunos ejemplares.
Una cosa que es común y que explican todos estos jóvenes emprendedores es que por lo general los negocios vecinos están contentos con su apertura porque reactivan muchísimo la economía de la zona. Sobre todo destaca Manuel en Artenara, quien cuenta que los pequeños supermercados, restaurantes e incluso el Ayuntamiento les está agradecido por traer a gente de zonas tan lejanas a un sitio tan pequeño. Además, todos son conscientes de que salen negocios alrededor de ellos, excursiones, bazares...que permiten que otras personas se beneficien de la actividad que realizan. Por tanto, la repercusión a la sociedad es positiva porque permiten crear más actividades económicas a partir de este turismo. Un ejemplo de ello es lo que realiza tanto El Warung como Bettmar Ecohostel Canarias, quienes contactan con artesanos para que los viajeros se empapen de lo autóctono. Por ejemplo, Manuel ofrece a sus huéspedes la experiencia de ir a visitar a un cabrero en Acusa que hace desayunos con requesón, queso fresco, yogures, miel de Artenara... O Isabel, quien habla con gente de la zona de Gáldar-Guía para ponerlos en contacto con sus clientes y que vayan a conocer esa parte de la Isla y prueben el queso de flor. “Ayudamos con nuestra actividad al desarrollo local” ratifica Manuel.
El hostel: una figura que legalmente no existe en Canarias
hostelLa figura de los hostels tiene más de cincuenta años, y surgió, como explica Grimón, en Alemania. Por tanto, no es para nada un turismo nuevo, y mucho menos que no esté estudiado. En las demás comunidades autónomas está regulado, y en Europa es una forma común de hospedarse para los viajeros, siendo el ejemplo más evidente todos aquellos que han conocido el Viejo Continente por medio del interrail. Sin embargo el problema en nuestra comunidad es que la figura de pensión ha desaparecido y la categoría de hostel legislativamente no existe. “Vamos por el mismo camino que va Europa y el resto del mundo, darle la espalda es una locura” sostiene Quinteiro y Manuel añade que ellos son emprendedores “es una idea de negocio que funciona y promueve el destino turístico, no pueden dejar pasarlo”.
Para el consejero de Turismo del Cabildo de Gran Canaria, Melchor Camón, hay que darle “una salida a este problema” porque ellos lo que hacen es aplicar la normativa del Gobierno de Canarias “que va más lenta que la realidad”. La única solución que de momento se les han dado a todos estos establecimientos es que se den de alta como albergues, que son legislados por Juventud de la Consejería de Presidencia, Justicia e Igualdad del Gobierno de Canarias. Así, de los entrevistados para este reportaje, el Bettmar Ecohostel ya está dado de alta como tal, mientras que La Ventana Azul y el Big Fish en las próximas semanas estrenarán su licencia. Mientras, El Warung y el Lua Lua están esperando a que la temporada alta termine para poder hacer el papeleo y regular su situación. En cuanto al negocio de Carolina Hernández, el Dowtown House que está en la zona de Triana, está dado de alta con una figura nueva, la de la casa emblemática, que es como una casa rural pero en un lugar histórico.
El gran problema fue la desaparición de la figura de los hostales y pensiones, ya que los hostels son los negocios que más se aproximaban a ella, aunque tampoco en la pensión estaba permitido la cocina común y las camas literas, por lo que realmente lo que sucede es que estamos ante un negocio que necesita una regulación específica. Como Cabezudo explica, cuando en 2010 se atrevió, el mayor riesgo fue la parte jurídico-legal de este proyecto, “es la parte complicada, porque las instituciones no daban solución, y eso generaba una sensación de estar haciendo algo que podían echarme para abajo. Iba a todas las instituciones y nada, me cerraban la puerta en la cara. No sé si por dejadez. Mucha impotencia en esos lugares porque no se daban cuenta del potencial que había aquí”.
Desde el Ayuntamiento de la capital grancanaria lo tienen claro, ellos están abiertos a esta oferta alojativa, y en palabras del concejal de Turismo, Pablo Barbero, “es ilusionante comprobar cómo emergen este tipo de ofertas, lo que indica que el mercado se mueve y que los industriales empiezan a comprobar cómo la capital vive su segunda oportunidad para convertirse en un destino alojativo”. Es por ello que Barbero urge a hacer la regulación “lo antes posible y las administraciones deben adaptarse a la realidad turística ya que el mercado y las demandas de los turistas se imponen. La tendencia del mercado turístico urbano es adaptarse a los nuevos viajeros y a las nuevas formas de viaje y que convivan perfectamente con todos los hoteles y alojamientos actuales”.
Por tanto hay predisposición por parte de las instituciones para regularizar esto, o eso al menos es lo que palpan cuando se han reunido con ellos. Lo que pasa es que con la figura de albergue no están del todo contentos. Así, Quinteiro muestra su inquietud porque con esta regulación “podemos funcionar, pero cuando quieran nos cierran porque no estamos funcionando como los albergues juveniles” y por ello añade que lo ideal es que “crearan una legislación de nuestro hospedaje, de lo que realmente somos”. Una de las grandes diferencias de una persona cuando va a un hostel en el resto del mundo y va a uno en Canarias es que, al ser un albergue, necesitan tener el carné de alberguista, cuando fuera la entrada es libre. La crítica viene porque primero hace que el viajero tenga que hacer un papeleo solo para pernoctar, y aparte, tiene que pagar este carné que cuesta seis euros.
Por su parte, Grimón añade que con la acogida dentro de los albergues lo que se ha conseguido es “un viso jurídico que nos impiden que nos cierren. Es la única opción, no somos hoteleros, ni extrahoteleros, no somos turísticos...somos gente que reciben gente”.
Mientras, el regente de El Warung recuerda las visitas de los inspectores de Turismo del Gobierno de Canarias. En ellas se le abrieron expediente por la práctica que realizaban, aunque reconoce que estas personas han tenido un trato “exquisito y nos han abierto puertas dentro de las instituciones”. Cabezudo también se defiende con que su proyecto es “de autoempleo, con la mayor tasa de desempleo de Europa estamos trabajando, generando ideas y abriendo un mercado nuevo”. Así, aunque aún no está regularizado, como el alquiler vacacional depende del arrendamiento urbano, está declarando su actividad, tras consultar a abogados, a través del rendimiento de capital inmobiliario de prestación de servicios. En cuanto al Cave Hostel está intentando darlo de alta como casa rural en lugar de albergue, aunque si no lo consigue usará la otra vía. Además, el pionero en este negocio también está fomentado este turismo en el hostal Los Palmeros, en La Isleta. Es un negocio que lleva muchos años abierto y que, como explica, “es un enfermo terminal”. La dueña del establecimiento le pidió consejo y al ver que tal vez podría quedarse sin nada por la alegalidad de El Warung, lo tomó como un salvavidas para seguir en el mundillo, por lo que decidió ayudar en la gestión. Así lleva en él desde finales de 2013 y en este tiempo han llegado hasta la calle Anzofé cuarenta nacionalidades distintas con viajeros de los cinco continentes, lo que lo valora como “un milagro” por lo que las instituciones “tienen que verlo y darnos ayudas”. Y es que antes de tener regularizada su situación se les cerraban las puertas a las distintas subvenciones públicas que hay en las Islas, por lo que todo el coste de su actividad provienen de sus ahorros.
En cuanto al Downtown House de Carolina Hernández, su negocio es más bien un bed&breakfast tan común en Inglaterra. Al estar dada de alta en un edificio histórico del casco antiguo, es una construcción protegida, con una fachada de estilo modernista y pisos, molduras y carpintería de casi 100 años, por ello tiene permiso de casa emblemática. No obstante, este negocio es en su mayoría de habitaciones individuales, a diferencia de los hostelsen los que se comparte cuarto. En lo referido a su regulación, esta figura nueva le permite ser legal, aunque ella aboga porque se cree una para los hostels “porque la filosofía del bed&breakfast tira más por este estilo”.
Una calidad que no tiene que ver con el precio
Por lo general quedarse una noche en estos tipos de alojamientos cuesta a partir de los 14 euros, pero que sea barato no tiene que ver con que no tenga calidad. En primer lugar, al ser proyectos de autoempleo el trato es diferente, porque quien recibe a los viajeros a la vez son los dueños. Por ello, el trato es muy cercano, “muchas veces cuando llegan vamos a los bares a tomarnos unas cañas para que se sientan cómodos” cuenta Quinteiro, mientras que Grimón añade que cuando enferma uno de sus huéspedes “soy yo quien los acerco a la clínica”. La preocupación de que el viajero se sienta cómodo es del propio dueño, no la delegan en nadie, y como Borstner explica, cuando llegan si quieren que le ayude en el destino “le doy información, aunque si quieren estar tranquilos e ir su aire no les molesto”.
Además, ellos defienden que la calidad no la da un hotel de cuatro o cinco estrellas, sino el recibimiento de los clientes, y reinciden que para nada son rivales de los hoteles porque tienen un público específico, ni ellos le quitan los clientes a los otros alojamientos, ni sus clientes van a pagar lo que cuesta una noche en un hotel. Incluso, el propio Borstner recalca varias veces que esto es una inversión de futuro, porque el joven que ahora viene a pernoctar a los hostels, más adelante, cuando sea mayor y tenga más capacidad económica, se quedará en los hoteles y apartamentos de las Islas. “Cuando tengan 40 años van a ir a un hotel y si aquí no existen los alojamientos básicos cuando no tienen mucho dinero, se van a otros sitios donde sí los hay, te quitas clientes futuros”.
En el Bettmar Ecohostel han apostado por usar colchones, sábanas o alimentos que emplean las grandes cadenas hoteleras, por lo que quien pernocta paga mucho menos por un sitio que ofrece la misma confortabilidad que las grandes cadenas de la Isla. Precisamente si siguen por este camino podrán aspirar en el futuro a recibir el reconocimiento por parte del Sistema Integral de Calidad Turística (SICTED) porque ya han tenido reuniones con Cristina Ramírez, técnico del SICTED de Gran Canaria, con la que están trabajando para mejorar la calidad. “Un requisito para entrar en el Sicted es la legalidad, y ella ha empujado para conseguirlo” apunta Borstner quien añade que su próximo paso, tras tener la licencia de albergue, es intentar conseguir la ayuda del SICTED.
“Un punto interesante es el turismo de calidad, siempre el Gobierno dice que quiere la calidad sin preguntar realmente qué es la calidad. Si ves las valoraciones de nuestros alojamientos están más altos que muchos hoteles del Sur, es el mercado el que decide qué es la calidad” recalcan el dueño de La Ventana Azul, mientras que Quinteiro añade que al ser un trabajo muy pasional, ellos están encantados porque les den un manual de buen uso y calidad que puedan aplicar a su negocio.
Tal vez llegan tarde las instituciones a regularizar esta situación, y probablemente a los hoteles que llevan varios años en la capital no les hace gracia que estos negocios comiencen a tener más impulso en la ciudad, pero lo que sí que es cierto es que los hostels han desembarcado en Gran Canaria y que lo han hecho para quedarse. Además, a ello le ayuda una cosa, la buena sintonía que tienen entre las personas que los regentan, ya que en lugar de verse como competencia colaboran entre ellos. Son muchos los que desde la ciudad envían personas al hostel de Artenara, o a uno que hay en Acusa, o al del Puerto de Mogán para que el turista que llegue a Gran Canaria conozca toda la Isla y no se quede con la imagen de un rincón nada más. La sensación general es que su situación irá a mejor, las instituciones ya les han dado una solución momentánea, los ayuntamientos están contentos con ellos. Por tanto, solo falta que esta dinámica de buen entendimiento no se quiebre para que unan fuerzas y sus inversiones económicas no caigan en sacos rotos.
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