La Traída del Agua de Lomo Magullo ha celebrado este domingo su 55 edición en una jornada especialmente calurosa donde cobró más sentido que nunca el grito característico de la fiesta: “Agua, agüita, la gente está sequita”.
Muy sequita. Los termómetros marcaban los 34 grados cuando comenzó la fiesta y más de 1.000 personas bailaron calle abajo el pourrí de la Rama interpretado por la Banda de Agaete. Es el momento mágico de la fiesta que arranca en la calle La Virgen y llena todo el barrio del color y del sonido de una fiesta que han celebrado tres generaciones en este pueblo de medianías.
Las tallas volvieron a rondar las acequias del pueblo en busca de agua “fresca” para sorprender con un buen baldaso al vecino que se encuentra todos los días paseando (seco), a antiguos compañeros de colegio, a visitantes y, cuando lo necesite para poder seguir su cometido, a la Banda de Agaete, protegida en todo momento por el cordón de seguridad que forman, sin fisuras, los vecinos.
También en torno a la acequia se escurrían las mujeres las faldas y delantales, que en el recorrido habían ganado el doble de su peso por el agua, pero poco duran secas, “nadie está a salvo” durante la hora del recorrido. Con las vestimentas tradicionales conviven otros colores y se siguen colando “pistolas de agua”, pero el actual patronato de fiestas lo vive con la paciencia necesaria cuando se explica una tradición a las nuevas generaciones: “la gente del pueblo somos quienes tenemos que animar, convencer de que la vestimenta es importante”, aseguraba a la televisión pública canaria, Salvador Santana, presidente del Patronato de Fiestas El Naciente.
Cuando nace la fiesta, hace 55 años, Lomo Magullo era un un barrio eminentemente agrícola donde el agua jugaba un papel fundamental. Los agricultores no tenían otra herramienta que la observación del cielo y la intuición de lluvias para predecir la suerte de sus cosechas, que sería la de toda su familia y lo que se metiera en cada estación en los calderos. Fue en 1968 cuando un grupo de jóvenes, pensando en homenajear al agua, idearon en torno a Juan Peñate, propulsor de varios actos que definirían las Fiestas de Las Nieves como se conocen hoy, la celebración de una fiesta que en su primera edición y según los testigos presenciales, no juntó “a más de 14 personas ”.
Con los años la fiesta se popularizó alcanzando en algunas ediciones a finales de los años 90 y principios de los 2000 convocatorias de 20.000 y 25.000 personas según datos publicados por la prensa de la época, momento en que se temió por la viabilidad de la celebración y por que la tradición perdurase y pudiera ser disfrutada por los más pequeños del barrio. Por ello, en 2010 se inauguró La Traída del Agua infantil, un encuentro reducido donde los más pequeños aprenden sin agobios los pasos de sus padres en el arte de divertirse cogiendo agua de la acequia y batallando al ritmo de la música de la Banda.
Ellos, las nuevas generaciones, cogerán pronto el testigo sin olvidar por mucho que el mundo cambie y cambie rápido que sus antepasados rogaron a los dioses aborígenes por el agua y que aún hoy se mojan las paredes de la Iglesia de Las Nieves evocando momentos donde se pedía lluvia, porque el milagro del agua en las casas y los cultivos no siempre existió y tampoco sabremos durante cuanto tiempo perdurará con los cambios en el clima de los que nos advierte cada día el planeta.