El escrito de calificaciones del fiscal señala que la madrugada del 19 de abril de 2005 el acusado dormía en el cuarto conyugal del domicilio que compartía con su esposa cuando se despertó, como hacía habitualmente, a las 05.20 horas para dar de desayunar al hijo menor, de tres años, de la pareja, que dormía junto a sus padres en la cuna.
Según el relato de la Fiscalía, “después el acusado dejó al niño dormido en el sillón de la habitación del televisor, se dirigió a la azotea, donde se encuentra el cuarto de lavado y trastero, y con la intención de acabar con la vida de su mujer cogió un martillo del tipo conocido como de orejas, de 33,5 centímetros de longitud”.
“Con el martillo en su poder -prosigue el escrito-, el acusado, que había estado dándole vueltas toda la noche a su relación con Agustina puesto que no atravesaba por un buen momento (ella le había anunciado en reiteradas ocasiones su deseo de dejarle y finalizar la relación, marchándose de la casa con el niño), fue hacia la habitación del matrimonio para matar a su esposa, quien seguía plena y profundamente dormida. El acusado aprovechó esta situación para coger una manta y taparle a su esposa toda la cabeza, no sólo para evitar que, en el caso de que se despertara, pudiera defenderse, sino para asegurarse de que no se oyeran ni los golpes ni los eventuales gritos que su mujer pudiera dar”.
“Juan Carlos, plenamente consciente de sus actos y con la voluntad de matar a su mujer que sabía que no se iba a poder defender ni pedir auxilio al encontrarse dormida, golpeó con el martillo violenta y repetidamente, en al menos quince ocasiones, la cabeza de Agustina -que entonces tenía 26 años-, produciéndole once heridas de distinto tamaño y consideración, dos de las cuales ocasionaron en la víctima destrucción del tejido encefálico y resultaron mortales de necesidad, provocándole la muerte de forma inmediata”.
El relato del fiscal concluye que “tras esta brutal acción, el acusado colocó en el suelo, debajo de la parte izquierda de la cama y a la altura de la cabeza de su mujer, una toalla, tratando de evitar con ello que se manchara de sangre el suelo, dejó el martillo con el que dio muerte a su esposa a los pies de la cómoda, llevó al niño a la guardería, llamó a la empresa para decir que no iría a trabajar porque tenía problemas en casa y, tras deambular por varias calles y bares de Arucas, se entregó sobre las 15.25 horas del mismo día en las dependencias de la comandancia de la Guardia Civil de Arucas confesando ante los agentes haber matado a su esposa”.
Por su parte, el relato de la acusación particular, muy similar al de la Fiscalía, añade que el imputado regresó a la casa a cambiarse de ropa y que estando allí “observa si Tina respiraba, acercándo la oreja a unos 30 centímetros y no oyendo nada se dijo ”está muerta“, marchándose a Las Palmas”. En su escrito, la acusación recuerda que hay una agravante de parentesco pero además considera que el delito se comete con “alevosía y ensañamiento”, aumentando “deliberada e inhumanamente” el dolor de la víctima.