CRÓNICA
El agua encuentra un atajo en la fiesta de Lomo Magullo

Traída del agua oficial en Lomo Magullo, Telde, este domingo

Gara Santana

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El día amaneció tranquilo en el pueblo de Lomo Magullo, en Telde, quizá es la calma que precede a las revoluciones. Hay quien dice que sonó la diana floreada por la mañana, otros que quizá lo soñaron, ya que este año fue el primero después de 55 ediciones, y salvando la pandemia, en el que el barrio no contaba con su oficial Traída del Agua. Pero el agua llegó, tras un volador anónimo, de otras formas, con distinto recorrido, sin música de la banda, pero con un pueblo que hoy tomó la voz y la calle, ataviado con las tallas y los baldes y allí todos fueron todo; cuidaron de los niños, avisaban cuando pasaba un coche, coreaban las canciones de la Banda de Agaete, como si fuera un rumor milenario.

“Estamos viviendo la fiesta como la vivieron hace 50 años nuestros padres, con el tráfico abierto, los niños a la pelela”, nos contaba un vecino con cierta resaca de la víspera de la nada.Todo el que pudo aportar, hizo algo; vecinos que estaban justo en ese momento regando los rosales aportaron a los que marchaban por las calles un poco de agua para refrescarse.

Y delante de la casa del periodista Adolfo Santana se hizo la agachadita y se coreó que “el pueblo unido jamás sería vencido”. Cómo le hubiera gustado a aquel reportero de medianías presenciar esto, por lo que siempre luchó desde su oficio de contador de historias; por un pueblo unido sin injerencias del poder.

Nada estaba ensayado, nada estaba previsto, pero todo el mundo sabía lo que tenía que hacer. Quizá porque este pueblo es como la frase del escritor canario Benito Pérez Galdós, cuando dijo “que el amor es un arte que no se aprende, pero se sabe”. Un ligero cambio en el paseo anual del agua, canciones nuevas y, que no falte, “me gusta la bandera con las siete estrellas verdes”, ay, mamá.

“Un día histórico”. Y el que no vino, se lo perdió y el próximo que dude del poder de un pueblo cuando se une o se amenace sus tradiciones, haría bien en no olvidar que esta gente se echó a la espalda una fiesta en tiempo récord, que no olvide el aplauso que se dieron al final del recorrido todos, los unos a los otros, donde se confundieron los ojos enjuagados con el agua de la acequia, de gente que salió de la casa siendo una sola persona, y volvió con el pecho hinchado, siendo cientos.

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