La quinta ola de contagios ya amaina en Canarias. Los primeros síntomas se dejan ver en la curva de la incidencia acumulada que, desde el pasado 25 de julio, ha frenado su ascenso y ya dibuja una meseta que evidencia el cambio de ritmo en el avance de la COVID-19. Un auténtico frenazo: aquel día se notificaron 252,7 casos por cada 100.000 habitantes en siete días, para este lunes, 2 de agosto, ya se apuntan 247 casos. Un descenso paulatino, pero un descenso al fin y al cabo.
Estos datos, sin embargo, eran inimaginables hace tan solo tres meses, cuando, a principios del mes de mayo, las islas, excepto Tenerife, se encontraban en la ahora tan anhelada “nueva normalidad”, con unas cifras envidiables. De hecho, cuando el Gobierno central anuncia el fin del estado de alarma, el 9 de mayo, la incidencia acumulada (IA) a siete días en Canarias era de tan solo 39,8 casos por cada 100.000 habitantes. Hoy, desde la cresta, esa cifra se ha multiplicado casi siete veces.
Lo cierto es que esta quinta ola, a la que todavía le queda mucho camino por recorrer, está siendo de auténtico récord para el Archipiélago: nunca se habían registrado tantos contagios de COVID-19 en tan poco tiempo, especialmente entre los más jóvenes. Si se toma como referencia el 21 de junio como punto de inicio -este día Canarias registró una IA a siete días superior al umbral de 50 casos por cada 100.000 habitantes (52,3)-, se han sumado hasta ahora 21.680 casos de COVID-19, elevando la cifra de contagios desde que se tienen registros hasta los 81.094. Visto así, en tan solo un mes se ha registrado casi el 30% de los casos desde que se iniciara la pandemia, hace ya más de 19 meses.
Este nuevo capítulo, que aún no se ha cerrado para los canarios, se diferencia además por la llegada de las vacunas contra la COVID-19, que ciertamente han logrado frenar la presión hospitalaria y las muertes por la enfermedad. En este período se han notificado 47 fallecimientos, pasando de 784 muertos el 21 de junio a 831 este lunes, cuando se sumaron tres decesos: uno en Tenerife de una personas de 86 años, otra de 83 años en La Palma y una tercera de 89 en Fuerteventura, todas padecían patologías previas y se encontraban en ingreso hospitalario. Siguen siendo los mayores los que, a pesar de estar inmunizados, siguen padeciendo los peores efectos de la pandemia: hasta ahora 400 personas mayores de 80 años han perdido la vida por el coronavirus.
Por su parte, la presión hospitalaria, como es habitual, ha tardado más en convertirse en problema. Desde hace ya varias jornadas las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) se encuentran en riesgo alto con un 19,37% de ocupación, sumando un total de 90 personas en estado grave por la enfermedad en estos momentos, según apunta el último informe epidemiológico de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias. Mientras que la ocupación en planta hospitalaria, en riesgo medio, con un 6,87% de ocupación, ya pone en alerta a todo el sector sanitario. Por islas, preocupa especialmente la situación de Tenerife, donde las UCI se encuentran en riesgo extremo con una tasa de ocupación del 30,22%, también están en riesgo alto el número de camas ocupadas por pacientes COVID en planta, que ya representa el 10,21%.
Frenar esta quinta ola no ha sido tarea sencilla para el Gobierno regional. Tras la caída del Estado de Alarma, que facilitaba la puesta en marcha de restricciones duras como el toque de queda o el cierre perimetral, el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) y el Tribunal Supremo tienen ahora la última palabra sobre las medidas que se pueden poner en marcha en las islas y ya han desestimado muchas de ellas, como las restricciones en la hostelería o, más recientemente, el uso de los certificados COVID para acceder a locales.
Así las cosas, si la quinta ola ya dibuja su techo es gracias al avance de la vacunación y a campañas como la puesta en marcha hace unos días para que los mayores de 12 años puedan recibir la primera dosis sin necesidad de pedir cita previa; gracias a los niveles de alerta y a las restricciones que se siguen manteniendo, y gracias, como no, a la responsabilidad de la ciudadanía que sigue respetando las normas sanitarias, como el uso de la mascarilla cuando no se puede guarda la distancia de seguridad.