Soledad llegaba a casa después del trabajo y sentía “que no valía para nada”. “Mis condiciones en el trabajo eran horribles”, cuenta. Ella vive en Lanzarote y llevaba cuatro años trabajando en una farmacia. Todo iba bien, hasta que se produjo un cambio en la dirección de la empresa. La relación con sus compañeros era “genial”, pero el trato que recibía por parte de su jefa la empujó a recibir una baja por ansiedad y depresión. Canarias es una de las comunidades autónomas donde se registró un porcentaje más alto de bajas por salud mental entre enero de 2022 y julio de 2023.
En este período de tiempo se tramitaron en la provincia de Las Palmas 30.352 bajas por este motivo, un 7,07% del total de bajas tramitadas. En Santa Cruz de Tenerife, la cifra cae a 25.599, un 8,03%. Estos datos fueron obtenidos por elDiario.es a través de una solicitud de información al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) amparada en la Ley de Transparencia. Las cifras publicadas evidencian que en siete años, las bajas laborales por razones de salud mental se han duplicado en España.
La psicóloga Elena Martín, que trabaja en Tenerife, destaca como un factor importante el alto índice de pobreza de Canarias. Una de cada tres personas en las Islas está en riesgo de pobreza y exclusión social. Para la profesional, la precariedad laboral influye de forma directa en la salud mental. “Hay muchas personas que no tienen dinero suficiente ni para cubrir sus necesidades básicas. Así lo vemos en España, donde los sueldos son muy bajos y los alquileres, cada vez más altos”, indica.
Las mujeres y los jóvenes son los colectivos más vulnerables, apunta Martín. Sin embargo, según su experiencia, las bajas laborales por salud mental tramitadas a hombres han aumentado en los últimos años. “Las mujeres siguen siendo las grandes cuidadoras de la familia y el hogar y tienen que compaginar esto con el trabajo”, explica. “Esto empeora si están en trabajos muy rígidos, donde no hay conciliación. Se traduce en estrés, ansiedad y sintomatología depresiva”, subraya. Las personas jóvenes, por su parte, se incorporan a un ambiente laboral competitivo.
Soledad tiene 26 años y estuvo dos meses y medio de baja. Luego, consiguió un trabajo nuevo. “Decidí coger la baja porque ya me estaba afectando en mi ambiente familiar. No podía disfrutar de mi hijo que era un bebé, pagaba mi malestar con mi familia porque el trabajo me lo llevaba a casa. Hasta que llegó un día que me derrumbé”, narra.
Soledad fue a urgencias. “Tenía la tensión muy alta”, recuerda. Cuando los sanitarios le preguntaron qué le pasaba, rompió a llorar. “No me salían ni las palabras y mi pareja tuvo que explicarle todo lo que estaba pasando en mi puesto de trabajo”, apunta. Le recetaron diferentes medicaciones, ya que le costaba conciliar el sueño.
Un ambiente laboral favorable
Para la psicóloga Elena Martín, un elemento fundamental para crear un ambiente de trabajo favorable es la flexibilidad con los empleados. “Tenemos que trabajar y cumplir un horario, pero también somos seres humanos y nos pueden surgir circunstancias excepcionales”, señala. Dar un trato justo y honesto a los trabajadores, tener una comunicación buena y clara y valorar las opiniones de los empleados también son factores clave.
La psicóloga también propone que exista control por parte de los cargos superiores para supervisar que haya buen clima entre los compañeros. “Hay algunos trabajadores con un perfil más competitivo y hostil”, sostiene.
Convivir con el estigma
“Contar que estaba de baja por ansiedad solo me daba ganas de llorar. Me sentía muy débil”, señala Soledad. “Mucha gente me preguntaba si estaba de vacaciones”, añade. Aunque el tabú sobre la salud mental se ha ido rompiendo con los años, el estigma sobre quienes reciben una baja por este motivo aún persiste.
“Todavía hay mucha gente que considera lo físico limitante, pero ven los problemas de salud mental como una excusa para no trabajar o que las personas pueden estar bien si quieren”, explica Elena Martín. “Lo psicológico es igual de limitante o incluso más. Tienes que ir a terapia y al psiquiatra cuando sea necesario. Tienes que hacer un trabajo constante y diario contigo mismo”, dice.
Desde su experiencia, ha podido comprobar que muchos pacientes sufren este estigma. “Qué van a pensar de mí si me ven por la calle” o “qué me dirán cuando me reincorpore” son algunas de las preocupaciones de los trabajadores. “La persona que está mal es la primera que quiere estar bien y quiere tener una vida saludable a todos los niveles”, concluye la psicóloga.
En esta línea, las redes de apoyo son imprescindibles. “Gracias a mi familia y a mis amigos ahora estoy mejor que nunca”, asegura Soledad. “Por fin me llegó un nuevo puesto de trabajo. En el mismo sector de farmacia, incluso más horas, pero con un ambiente ejemplar. Lo veía todo negro, pero ojalá hubiera podido dar antes el paso de irme”.