Un 60% de las mujeres al frente de una familia monoparental en Canarias se encuentra desempleada o trabaja en la economía sumergida. En concreto, un 34% no tiene ocupación, mientras que el otro 26% afirma estar empleada, pero sin contrato. Un 19% de estas últimas está apuntada en los registros de desempleo (figurando como desempleada), mientras que el otro 7% no se ha inscrito en el paro por diferentes circunstancias, como desmoralización o situación de irregularidad.
Del total de desempleadas inscritas como demandantes de empleo (41%), sólo un tercio (33%) percibe algún tipo de prestación, mientras que el 67% restante ya ha agotado todas las posibles ayudas o no tiene derecho a las mismas, según el VI Informe #MonoMarentalidad y Empleo de la Fundación Adecco, para el que se ha realizado una encuesta a 600 mujeres al frente de una familia monoparental, de las cuales cien son de Canarias.
Los hogares monoparentales son los que más crecen en España. Hoy ya se contabilizan 1.964.900, un 3,6% más que el año pasado, lo que equivale al 11% del total de hogares en nuestro país. De ellos, el 81% está encabezado por la figura materna (1.591.200), frente a los 373.700 de hogares encabezados por el padre.
Del informe destaca el elevado riesgo de pobreza al que hacen frente las familias monoparentales. De hecho, según el VI Informe El Estado de la Pobreza EAPN, alcanza a más de la mitad de estas familias (50,1%), una cifra que contrasta con el 28,6% general y que sitúa a las familias monoparentales a la cabeza del ranking.
Save the children alerta de que el 65% de estas mujeres encuentra dificultades para llegar a fin de mes. De hecho, tres de cada cuatro madres solas ha tenido que reducir gastos fijos de la casa y el 37,8% no puede mantener el hogar a una temperatura adecuada. El principal responsable de este elevado riesgo de pobreza es el desempleo: su mantenimiento prolongado en el tiempo conduce inevitablemente a la exclusión social.
Desempleo de larga duración y trabajos sin contrato
El desempleo tiende a cronificarse en el caso de las mujeres monomarentales. Un 53% supera los dos años de búsqueda de empleo, mientras que un 16% lleva entre uno y dos años desempleada. En total, casi siete de cada diez (69%) es desempleada de larga duración, cifra 15 puntos porcentuales superior a la del resto de las mujeres (55%). Este desempleo estructural es el que, precisamente, conduce a las mayores situaciones de riesgo de pobreza y exclusión social, debido a la ausencia prolongada de ingresos económicos.
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco, “el desempleo de larga duración es un indicador del elevado riesgo de exclusión al que están expuestas estas mujeres, debido a tics culturales que se manifiestan en forma de prejuicios: se tiende a pensar que, por el cuidado de sus hijos, su compromiso con la empresa será menor y causarán mayor rotación y absentismo. Sin embargo, la tendencia es justo la contraria, pues precisamente por sus hijos, sabrán aprovechar la oportunidad laboral y su compromiso será doble”.
En la misma línea, Mesonero recalca que la exclusión de las madres solas del mercado supone una “inmensa pérdida” de competitividad para la economía: “La solución pasa por flexibilizar el mercado, reforzando las medidas de conciliación especialmente en aquellos sectores que tradicionalmente emplean más a mujeres, como los servicios o la hostelería: racionalizar entradas y salidas, facilitar la recuperación de horas, el teletrabajo, de modo que ser mujer monomarental sea perfectamente compatible con el cumplimiento del horario de trabajo. Sólo así, la condición de madre sola dejará de ser objeto de debate en las entrevistas de trabajo y saldremos del bucle de discriminación en el que seguimos inmersos”.
Asimismo, Mesonero subraya que estos prejuicios “coexisten, en ocasiones, con una inadecuación de las competencias profesionales con las demandas del mercado, por lo que es esencial apostar por políticas activas de empleo que les acerquen las exigencias del mercado laboral, mediante formación específica en los sectores y puestos en auge”.
Economía sumergida= precariedad
La economía sumergida en España representa más de un 20% del Producto Interior Bruto (PIB), lo que sitúa al país en el top 3 de los países europeos con mayor peso en materia de economía no declarada. En este caso, un 26% de las mujeres encuestadas afirma tener algún tipo de ocupación, pero sin contrato laboral, o, lo que es lo mismo, trabajar en la economía sumergida.
Según Francisco Mesonero, “el desempleo de larga duración puede conducir a muchas personas a priorizar la urgencia en la consecución de ingresos por encima de la legalidad en sus formas de obtención. Este tipo de empleos concentran a muchas mujeres que trabajan principalmente en la hostelería, la atención a personas dependientes y/o servicio doméstico, uno de los menos regulados. Sin entrar a valorar las nefastas consecuencias que la economía sumergida tiene en la economía global, genera una preocupante desprotección al trabajador en todos los ámbitos (médico, económico, laboral), conduciendo directamente a la precariedad y a la exclusión social”.
“En plena recuperación económica, frenar la economía sumergida ha de ser un asunto prioritario, pues debilita nuestro Estado del Bienestar, atentando contra las pensiones, los subsidios y las ayudas sociales que tanto ha costado alcanzar. En este sentido, y según datos de Asempleo, una mayor penetración de las agencias de colocación (actualmente del 0,8%) hasta el 1,7%, produciría una importante reducción de la economía sumergida, suponiendo unos ingresos extra para el Estado de 3.300 millones de euro”, añade.
Medidas de conciliación insuficientes
En línea con la necesidad de flexiblizar el mercado, siete de cada diez encuestadas con empleo declara encontrar insuficientes las medidas de conciliación que le ofrece su empresa. Según el informe, las diferentes prácticas de conciliación que permiten las empresas de las encuestadas con empleo tienen una incidencia inferior al 50%. El teletrabajo, por su parte, continúa teniendo una nula implantación, en gran medida debido al tipo de sector en el que se emplean estas mujeres, que no admite esta posibilidad.
A la luz de estas cifras queda patente cómo encontrar empleo supone un verdadero reto para las mujeres al frente de una familia monoparental. De hecho, un 75% afirma sentir discriminación laboral debido a su condición de madre sola, que frena a las empresas en su contratación.
La Fundación Adecco atiende a mujeres que tienen responsabilidades familiares no compartidas, cuyo perfil, recogido a través de datos de esta encuesta, ha sido el de una mujer entre 36 y 45 años, divorciada, con un hijo, estudios secundarios y que comparte vivienda como medida de ahorro (mientras un 60% vive sola con sus hijos, cuatro de cada diez convive con otras personas; un 60% con sus progenitores y/o otros familiares, un 30% con amigos u otros y un 10% con otras familias en esta situación).