Gran Canaria, “un marco ideal” para el estudio del melanoma, el cáncer de piel más peligroso

Playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria.  (EFE)

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Gran Canaria se erige en un lugar “de gran interés” para investigar sobre el melanoma, en un “marco ideal” para indagar los mecanismos que influyen en la aparición de este tipo de cáncer de piel, el más peligroso. Y es que un estudio publicado recientemente en la revista médica Cancer causes & control ha corroborado que la incidencia de esta enfermedad en la isla es menor de la que cabría esperar en una población del sur de Europa expuesta a un elevado riesgo por los altos índices de radiación ultravioleta (UV) que registra a lo largo del año, equiparables a los experimentados en algunas zonas de Australia y Nueva Zelanda, los países con los indicadores más altos de afección de esta patología en todo el mundo. 

La primera autora del artículo, la dermatóloga y epidemióloga Mercè Grau-Pérez, advierte, no obstante, de que la incidencia en la isla está subiendo, por lo que es necesario reforzar las medidas de prevención mientras se siguen analizando las causas de esta particularidad. De momento se barajan dos hipótesis que tendrán que ser validadas o rechazadas en futuras investigaciones: “La posible existencia de rasgos protectores genéticos o fenotipos en los canarios” y “actitudes conductuales diferenciales frente a la exposición solar”. 

Dos fueron los motivos que impulsaron a Grau-Pérez a escudriñar sobre la incidencia del  melanoma en Gran Canaria, en un estudio que forma parte de su doctorado en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). El primero tiene que ver con el retraso en la publicación de los datos oficiales. En España no existe aún un registro estatal de medición de la incidencia del cáncer, sino registros provinciales en algunas comunidades autónomas. Es el caso de Canarias, que dispone de uno para las islas capitalinas (Gran Canaria y Tenerife). La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) se encarga de compilar los datos de todos los registros disponibles en el mundo y publicarlos de forma periódica. Los últimos son del lustro 2008-2012. “Es un volumen enorme de datos, requiere un gran esfuerzo y años de trabajo, de ahí el decalaje de fechas”, explica. 

La segunda razón surge de los resultados de un estudio realizado a finales de los noventa que ya advertía que la incidencia del melanoma en Canarias era la más baja de España y de las más bajas de Europa. Por ello, los investigadores se propusieron actualizar aquel trabajo y medir la afección actual de este tipo de cáncer en un espacio del Archipiélago que pudieran acotar. Lo hicieron en Gran Canaria, con un exhaustivo registro de todos los pacientes con melanomas invasivos cutáneos que fueron tratados en los hospitales públicos de referencia de la isla, el Insular Materno Infantil y el Doctor Negrín, entre 2007 y 2018. Un total de 1.058. Quedaron excluidos del análisis aquellas personas que no tuvieran su residencia legal en las Islas. 

El trabajo pretendía “poner a prueba”, a través de un estudio independiente, la solidez de los datos del registro canario. Comprobar si, en efecto, la incidencia de este cáncer en el Archipiélago es menor de la esperada o si, por el contrario, podía tratarse de un error de medición, una infradetección, que obligara a revisar los planes de salud para el melanoma, que habrían quedado en este caso “seriamente comprometidos”.  La investigación ha confirmado la primera hipótesis: el registro canario es sólido en los datos de incidencia del melanoma. 

“Nos llamaba mucho la atención que Canarias, siendo una zona con unos índices de radiación ultravioleta tan altos como los de Nueva Zelanda o Australia, es decir, con el mismo riesgo ambiental, tuviera una incidencia mucho menor de melanoma, y que fuera incluso menor que la de la Península, relata Grau-Pérez, que subraya que estos rayos exponen a la población a un riesgo de quemaduras solares y que hay evidencias de que tienen un papel causal en el desarrollo de este tipo de cáncer. Según un estudio basado en datos oficiales de la Agencia Estatal de Meteorología, en el periodo 2000-2010 Canarias alcanzaba valores ”muy altos o extremos“ de radiación ultravioleta más de la mitad de los días. En el mismo periodo, ciudades mediterráneas como Barcelona o Palma de Mallorca no registraron, ni siquiera un día, un nivel extremo.  

El estudio recientemente publicado compara los datos obtenidos en Gran Canaria sobre esta enfermedad con las previsiones para el año 2018 de distintos puntos del mundo y concluye que la incidencia del melanoma en la isla es seis veces más baja que, por ejemplo, la de Nueva Zelanda. En relación con la metodología, Grau-Pérez explica que, para poder hacer estas comparaciones, no se toman los datos en crudo, es decir, simplemente el número de casos registrados de la patología por cada 100.000 habitantes en un territorio determinado, ya que podría provocar un efecto distorsionador. Y es que “cuando las enfermedades son más frecuentes en determinadas franjas de edad, como es el caso del melanoma, que ocurre con mayor frecuencia a edades avanzadas, analizar solo los datos crudos puede dar una idea alterada de la realidad y podría parecer que poblaciones más envejecidas tienen más incidencia que las que no lo están tanto, solo por su pirámide poblacional”. 

Para evitar estos desbarajustes, se utilizan unas tasas estandarizadas por edad (ASR, por sus siglas en inglés), ajustadas por distintas franjas. Es decir, “se proyecta cómo sería la incidencia del melanoma en una población artificial con una pirámide poblacional predefinida denominada población estándar” para para toda Europa o para todo el mundo y, a partir de ahí, se pueden realizar las comparaciones entre países. 

Con la finalidad de alcanzar la mayor fiabilidad en los resultados, el estudio liderado por Grau-Pérez calcula la incidencia del melanoma ajustada a las cuatro poblaciones estándar más utilizadas en el campo de la investigación médica (dos europeas y dos mundiales) y, con sus lógicas variaciones, en todas ellas se llega a la misma conclusión: la afección de la enfermedad en Gran Canaria sigue siendo menor a la que cabría esperar en un lugar sometido a esos riesgos de radiación ultravioleta. Los datos del último año, sin embargo, sugieren que la situación podría estar cambiando y que la incidencia podría estar aumentando a un ritmo superior a la media nacional. Aunque también para este hecho se plantean dos posibles explicaciones alternativas. La primera, que ese repunte se deba a un pico en la incidencia en un contexto normal de variación interanual del indicador. La segunda, que las predicciones en el resto de España hayan sido infravaloradas. 

En cualquier caso, los resultados ponen de manifiesto que Canarias es una zona “de grandísimo interés” para tratar de entender cómo se genera el melanoma, sostiene la dermatóloga y epidemióloga. En el artículo se apunta como una de las posibles líneas de investigación futura la “susceptibilidad genética” a esta enfermedad. “Las poblaciones del sur de Europa tienen, en promedio, fototipos de piel más oscuros que los del norte de Europa y se cree que ello podría  explicar las tasas tan bajas”. El trabajo precisa, no obstante, que faltan “pruebas sólidas” para sustentar esta suposición. En el caso de Canarias, la población aborigen se redujo de forma considerable durante el proceso de colonización, pero aún podría persistir “alrededor del 10% de los rasgos genéticos” de la época prehispánica. De hecho, en Gran Canaria se han descubierto algunas “mutaciones genéticas” endémicas y “efectos fundadores”, como las que parecen explicar, por ejemplo, por qué una de las enfermedades consideradas raras, la de Wilson, no es tan infrecuente en la isla. El aislamiento “podría haber impulsado una selección genética, lo que podría conferir una menor susceptibilidad al desarrollo del melanoma”, señala el artículo a modo de hipótesis. 

Los investigadores también ponen el foco en las similitudes de la incidencia de la enfermedad entre Gran Canaria y los maoríes de Nueva Zelanda, dos poblaciones “con antecedentes muy diferentes”, pero expuestos a factores climáticos adversos “relativamente comparables”, lo que “podría merecer un estudio más a fondo”. 

La otra vía de investigación tiene que ver con el comportamiento de los habitantes frente a la exposición solar. El trabajo alude a un estudio realizado en Dinamarca que evidenciaba que los ciudadanos españoles tienen hábitos menos peligrosos que los del norte de Europa. Frente a ello, una encuesta realizada a 286 estudiantes de Medicina de la ULPGC desveló que, “pese a la conciencia de los peligros de los baños de sol en una región con una radiación ultravioleta tan alta, el 70% había experimentado al menos una quemadura durante el verano anterior”. Por todo ello, “se necesita más investigación para comprender el impacto potencial de comportamientos de riesgo relacionados con el sol” para poder explicar las diferencias en la incidencia de este tipo de cáncer de piel. 

De los 1.058 pacientes diagnosticados con la enfermedad en Gran Canaria entre 2007 y 2018, el 53% eran mujeres. La edad media del diagnóstico era de 58 años. Los lugares más frecuentes donde se detectaron los tumores fueron en las piernas entre la población femenina y en el tronco en la masculina. El 16% de los diagnosticados procedía de la sanidad privada. 

El nivel educativo incide en la detección temprana

Mercè Grau-Pérez también figura como primera autora en un artículo, publicado en 2019 en Cancer Epidemiology, que establece una asociación entre el bajo nivel educativo de los pacientes y el diagnóstico más tardío del melanoma. Estudios anteriores en Estados Unidos y el norte de Europa ya habían apreciado este vínculo, aunque en esos casos se explicaban por los problemas de acceso a la atención médica de población con bajos recursos. El trabajo canario pretendía comprobar si esa situación era extrapolable a una sanidad pública y universal, garantizada con independencia de los ingresos de las unidades familiares. 

Con una muestra de 220 pacientes tratados en el Servicio de Dermatología del Hospital Doctor Negrín de Gran Canaria entre 2010 y 2017, la investigación concluyó que los pacientes que no habían llegado a cursar estudios de educación secundaria presentaban melanomas mucho más gruesos. Con el mismo sexo, edad y lugar de aparición, el tumor era en promedio 0,83 milímetros menos grueso en aquellas personas que tenían nivel de educación intermedio (secundaria) y 1,08 milímetros menos grueso en los que tenían estudios universitarios, unas diferencias que pueden implicar un pronóstico muy distinto. El denominado espesor de Breslow es el factor pronóstico más importante de la enfermedad. Cuanto más tardío sea el diagnóstico, mayor grosor y, por lo tanto, menores serán las opciones de supervivencia.  

Este artículo apuntaba como una de las posibles explicaciones a esta evidencia la “falta de concienciación” por parte de la población con menor nivel socio-económico de “la necesidad de un diagnóstico temprano” de la enfermedad para una mayor supervivencia y de una tendencia a presentarse al especialista a una edad más avanzada, cuando la neoplasia es más evidente. Por ello, recalca que es imprescindible “desarrollar estrategias eficientes de salud pública enfocadas en este grupo de población más vulnerable”. “Algo que tenemos a nuestro favor es que el melanoma se ve: los cambios en lunares de toda la vida o la aparición de un lunar nuevo que crece rápidamente debe ser un motivo de alerta para consultar con el médico. Todavía nos queda mucho camino por recorrer”, concluye la investigadora.

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