Gran Canaria y Tenerife, las curvas de COVID que nunca se juntan
La pandemia está dejando una imagen curiosa en Canarias. Mientras la curva de incidencia del virus crece en Gran Canaria, decrece en Tenerife y viceversa. Los datos de la serie histórica de la epidemia en ambas islas así lo demuestran. Ocurrió en marzo, septiembre, diciembre y ahora vuelve a pasar. Es difícil citar una explicación clara sobre por qué sucede esto. Lo único cierto es que, por lo menos en los tres últimos casos, los contagios nunca han terminado de caer lo suficiente en ninguna de las dos zonas para evitar un repunte de detecciones inminente. Y en este punto es importante recordar una de las principales características de una pandemia: se trata de un fenómeno exponencial que provoca una subida de diagnósticos muy rápida y una reducción muy lenta. Algo que ha ocurrido en casi cualquier rincón del mundo.
Primero la situación actual. Gran Canaria puede presumir de haber frenado la expansión del virus que la situó en nivel 3 de alerta a mitad de enero. Ha bajado la curva de incidencia y de muertes, pero la de hospitalización aún sigue presentando cifras preocupantes. El Hospital Dr. Negrín, por ejemplo, registra una presión del 98,39% en las UCI. De los 61 pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos, 30 son de COVID, cerca de un 50%. El centro podría sufrir un colapso en caso de que la transmisión se desbocara de nuevo. Suerte que el otro complejo hospitalario de referencia en Gran Canaria, el Hospital Insular Materno, está mucho menos tensionado y podría acoger más positivos.
El Gobierno de Canarias parece decidido a relajar las restricciones y ha anunciado que podría rebajar el nivel de alerta en Gran Canaria. Lo ha dicho Ángel Víctor Torres, quien considera que “si no hay complicaciones” la isla redonda caerá al nivel 2 (riesgo medio) el lunes. “Hay medidas que están en aplicación hasta este domingo, son medidas de restricción por el Carnaval y eso no se modifica. Hoy hemos acordado [en Consejo de Gobierno] que el 21 de febrero comparecerá el consejero de Sanidad, Blas Trujillo, con un informe actualizado donde cambiarán los niveles. (...) Si las cosas van como deben ir, con la tendencia positiva de los últimos días y una vez acaben las restricciones por el Carnaval, algunas islas podrían bajar de nivel”.
Tenerife, por su parte, “preocupa” al Ejecutivo autonómico. No tanto por su incidencia actual, que se halla en 78 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, la menor de toda España quitando La Gomera (9,3), sino por el pequeño repunte de casos que está sufriendo en los últimos días. El goteo es muy leve, pero lo suficiente como para remover la silla del Gobierno. “Algo pasa en Tenerife que la bajada de contagios no se consolida”, ha destacado el portavoz Julio Pérez.
Una de las cosas (entre otras muchas) que ocurre es que el alivio de las medidas se ha hecho aún con la incidencia por encima de 50. De esta afirmación que hizo el presidente del Gobierno central, Pedro Sánchez, a finales de octubre (“hay que reducir la IA a 25”) a esta semana han pasado casi cuatro meses. Y en todo este tiempo, Tenerife nunca ha alcanzado el objetivo que marcó el líder socialista. No ha llegado ni a la nueva normalidad ni al nivel de alerta bajo. Por lo tanto, era de esperar que los casos volvieran a crecer en el momento en que se intentara conjugar las medidas sanitarias más laxas con la economía. Así que ahora la curva de Tenerife sube, otra vez, como lo hizo durante casi todo otoño, aunque todavía es muy pronto para determinar si el ascenso será igual de pronunciado que al final de 2020.
Las realidades de Gran Canaria y Tenerife con respecto a la pandemia han sido siempre dispares. En marzo, cuando estalló el virus, Tenerife concentró la mayor transmisión comunitaria en el Archipiélago, sufriendo más presión sanitaria y reportando un elevado número de muertes que explica a día de hoy por qué prácticamente dobla a Gran Canaria en fallecidos (336 a 180).
Luego llegó el estado de alarma, el desconfinamiento y el verano. Todas las curvas de incidencia estaban casi a cero cuando en agosto se produjo un incremento de los diagnósticos en Gran Canaria por el ocio nocturno y los llamados supercontagiadores, como indicó el portavoz del comité científico del Ejecutivo regional Lluis Serra. Tenerife vio esto de reojo. Apenas sufría un pequeño goteo de casos y de forma paulatina, casi sin darse cuenta, alcanzó su récord de incidencia a mitad de diciembre, lo que provocó duras restricciones. La historia se volvió a repetir. Mientras Tenerife frenaba la curva, en Gran Canaria subía por la resaca de las Navidades. Y ahora, una vez más, sucede lo contrario. Dos curvas que en más de 12 meses apenas se han juntado.
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