El centro sociosanitario El Pino de Las Palmas de Gran Canaria trata de normalizar en lo posible la vida de sus cerca de 214 residentes y mantener sus instalaciones como un “búnker para frenar el paso del huracán del coronavirus”, ha afirmado su director, Alejandro López.
La prioridad en estos momentos es lograr la seguridad máxima ante las noticias que llegan de las tragedias que se viven en algunas residencias de mayores de Madrid, para lo que se han habilitado medidas estrictas que eviten el contagio de la enfermedad COVID-19, algunas incluso antes de las obligadas por el Gobierno en previsión de lo que pudiera ocurrir, ha señalado López.
Estas medidas que han llevado a prohibir el acceso de los familiares al centro no son fáciles de llevar para los residentes y sus seres queridos pero, por lo general, se aceptan por tratarse de una situación de emergencia y porque además muchos de los pacientes de El Pino pertenecen a la generación de la “supervivencia”.
Además, la mayoría de los residentes proceden del medio rural y están acostumbrados a sufrir, por lo que lo llevan con filosofía y resignación, relata su responsable.
El Pino es un centrosociosanitarios de alta dependencia y algunos o muchos de los residentes sufren deterioro cognitivo, aunque no emocional, explica su director, quien he hincapié en que a todos aquellos que tienen capacidad de comprensión se les informa de la situación para que entiendan lo que ocurre.
La nueva situación ha obligado a relegar la atención más social, porque, para López, impedir los contagios y garantizar los cuidados básicos es lo que debe primar en estos momentos en el centro, que ha contado con un caso positivo de una usuaria hace una semana y de momento no ha registrado más.
Se trata de una mujer con patologías previas, que está hospitalizada desde el día 18 de marzo y se encuentra en planta y estable, según ha informado a Efe la consejera de Política Social del Cabildo de Gran Canaria, Isabel Mena.
El director de El Pino ha indicado que la organización del centro se cambió un día antes, cuando se optó para mayor seguridad, dividirlo por sectores, pasillos y plantas.
Los usuarios no pueden salir de sus habitaciones, confinamiento que se ha explicado a aquellos pacientes que lo pueden entender para que comprendan que la intención es minimizar los riesgos de contagio, insiste López.
El contacto con sus familiares se mantiene telefónicamente e incluso mediante videollamadas o hasta por cartas, pues López recuerda que sus residentes no pertenecen a la era digital, y los trabajadores sociales tratan de ocuparse de los recados que sus familias les hacían.
El centro ha facilitado también la asistencia psicológica a las familias para que puedan superar esta situación, pues hay que tener en cuenta que algunas personas se pasaban el día entero en El Pino.
López explica que el centro que dirige es complejo, pues se trata de un edificio de 10 plantas que contiene un centro de salud, el de Canalejas, un centro de día cerrado temporalmente y una unidad de salud mental con 70 internos sobre los que se ha querido detener parar expresar su admiración.
Se trata de personas con trastornos mentales graves que salían a diario a la calle y que ahora están confinados, aunque no se les puede mantener en sus habitaciones, por lo que hay que “inventar ideas para que circulen por su planta” de manera sectorizada y puedan bajar al patio.
López ha destacado que pese a los cambios que han sufrido estos pacientes no ha habido descompensaciones en sus conductas ni tampoco han tenido que consumir “productos extras”.
El director de El Pino indica que el personal del centro tampoco ha sido ajeno al coronavirus: 47 de sus empleados están en cuarentena y también se ha aplicado el teletrabajo para los técnicos, por lo que este ha sido otro de los frentes sobre los que se ha tenido que actuar.
Ha sido preciso efectuar nuevos contratos, reorganizar los turnos y alargar las jornadas laborales, así como contar con voluntariado.
López asegura que los médicos y personal de enfermería trabajan a “piñón”, al igual que los auxiliares geriátricos, para que los servicios básicos diarios se mantengan en los mismos horarios, que son fundamentales para vida de los residentes.
Y destaca que, pese a todo lo que ha provocado el coronavirus, en El Pino la vida sigue igual en su interior, pues es como una gran familia cuyos miembros se conocen bien y sus responsables están atentos a lo que pueda ocurrir.
Un geriátrico siempre está expuesto a mayores riesgos por la fragilidad del tipo de pacientes que atiende, concluye, quien recuerda que han tenido que enfrentarse a anteriores epidemias de gripe y sus consecuencias.