Peleas de gallos en Canarias, ¿tradición o maltrato animal?
Como un ritual, el gallero sale del vestuario con su gallo de pelea en los brazos y sube a la gallera, donde pesan al ave y le pasan por el plumaje y las alas un algodón empapado en agua que después es escurrido en el pico para que el gallo se lo beba. Con ello se busca demostrar que no se le ha echado ningún veneno que pueda afectar al rival. Después, desinfectan las espuelas con acetona. Una vez realizadas estas verificaciones, cada gallero se pone a un lado de la jaula y balancean al combatiente español, arriba, abajo, y otra vez arriba, donde tras coincidir los picos, comienza la pelea en el suelo.
Canarias es, junto a Andalucía, el único sitio de Europa en el que todavía se celebran las peleas de gallos dentro de la legalidad. En total en las Islas hay cerca de 50 clubes y la Federación Gallística Canaria, nacida en el año 2005, tiene emitidos unos 1.100 carnés que dan derecho a criar estos animales. José Luis Martín es el presidente de la Federación y uno de los casteadores con más gallos en el Archipiélago y explica que aunque están en todas las islas menos en La Gomera, es en La Palma y Gran Canaria donde existe la mayor afición. De hecho, recuerda que el Teatro Cuyás de la capital grancanaria fue en su día una gallera que llegó a reunir hasta a 1.500 asistentes. En la actualidad, el principal núcleo en la isla es el López Socas, inaugurado en 1980 exclusivamente para esto, aunque en estos momentos también acoge veladas de boxeo y luchadas.
Cuchillas en las espuelas, apuestas ilegales o combates hasta la muerte es el sambenito que arrastra esta actividad, pero olvídense de ello ya que la Federación prohíbe estas prácticas. “Nunca se le añade nada a la espuela, se pelean con las espuelas naturales o con espuelas de plástico, que son menos dañinas que las del propio animal” apunta Martín, que recalca que el reglamento es riguroso y se adapta a la sociedad actual. Las peleas no duran nunca más de 12 minutos y en el momento que ven que uno de los dos combatientes no puede mantenerse en pie o incluso no desea luchar, es retirado. “Cuando el gallo está aguantando leña ya no es espectáculo para nadie, cuando está perdido está perdido, tienes que quitarlo. Yo calculo que en torno al 5-10% de los gallos pueden morir durante la pelea”, subraya el presidente, que cuenta que tiene aves que han llegado a estar hasta en 12 combates.
Por otra parte, la única modificación estética que se le hace al gallo, aparte de quitarle algunas plumas de su brillante plumaje, es cortarle la cresta y las barbas, lo que se realiza para evitar que se desangren durante las riñas y no tengan dónde agarrar al rival.
Antes de cada pelea el ave tiene una crianza con todos los mimos posibles. José Luis tiene una finca en Telde con más de 300 ejemplares en la que invierte entre 3.000 y 4.000 euros al año. El casteador cuida a sus combatientes españoles desde el momento que son un huevo hasta que fallecen. Al principio, tras salir del cascarón, el pollo es agrupado junto al resto bajo un bombillo que sirve para darle calor. Es aquí donde comienzan los primeros problemas ya que desde que son crías empiezan a pelear entre ellos, algunos incluso falleciendo. En esta época los criadores comienzan ya a vigilar qué animales tienen las mañas para ser un buen gallo de pelea y a medida que van creciendo ya los van separando en espaciosas jaulas individuales. La explicación para este aislamiento es sencilla y demostrable: Martín nos abre una puerta y en apenas unos segundos el gallo se dirige a la jaula de al lado y se encara con el ave allí encerrado, teniendo que mediar para evitar males mayores.
Es cuando tienen ocho o nueve meses el momento en el que se comienzan a pechar, es decir, se enfrentan entre ellos, para ver las actitudes. “Ahí ves si pica o no, si funcionó el cruce que hiciste. A lo mejor no te sale un animal ganador. Hay que buscar el animal que sea capaz de defenderse y atacar, pero cada uno busca su estilo”, apostilla Martín.
La alimentación del gallo está basada principalmente en el millo, pero este grano no es suficiente para competir, por lo que se complementa con alfalfa y periódicamente con complejos vitamínicos introducidos en gofio o pan mojado. Aparte de la alimentación, el otro elemento importante en la preparación del animal para la pelea es el entrenamiento. Los criadores llevan sus mejores ejemplares al gallero y este los prepara con ejercicios de vuelo y de carrera con el objetivo de que quemen la grasa y ganen masa muscular. Es este preparador quien selecciona entre los distintos casteadores los mejores gallos para el combate, siete por gallera. En las Islas estos combates se realizan principalmente por contratas (el nombre proviene porque surgen de un contrato entre dos asociaciones que pactan unas condiciones para crear una temporada, la cual tiene lugar entre enero y junio ya que en los otros seis meses se produce la muda) y es antes del combate cuando se decide cómo será el emparejamiento entre los ejemplares de la gallera, el cual es por un peso tasado con anterioridad, siendo descalificado el que supere en 10 gramos o más lo acordado. El torneo más importante, aparte de la liga, es el Campeonato de Canarias que este año celebró su edición número 30.
La polémica del maltrato animal
Evidentemente alrededor de esta actividad, que Martín sostiene que es histórica y que lleva en las Islas desde hace 300 años, está la denuncia por parte de los colectivos animalistas de que se maltrata al animal. “Los verdaderos animalistas somos nosotros” defiende el presidente que hace hincapié en el cuidado que le dan al ave desde que nace.
Llama la atención que en Canarias, que en 1991 aprobó la Ley de Protección de los Animales que prohibía la utilización de animales en peleas, fiestas, espectáculos y otras actividades que conlleven maltrato, crueldad o sufrimiento, todavía se permita acoger peleas de gallos. “Se permitió a los gallos seguir siendo legales porque gozaban de muchísima afición, más en ese tiempo”, rememora Martín, que añade que “había el suficiente peso en la balanza de gente que conocía a los gallos, tenían tan claro que si lo anulaban iba a haber una revolución”.
Uno de los artífices principales de esa Ley fue el exparlamentario Miguel Cabrera Pérez-Camacho, quien recuerda que aunque se aprobó en 1991 él ya había presentado una Proposición de Ley como diputado particular en 1989 en la que sí se incluía la abolición de las riñas de gallos. “Mi Proposición de Ley era terminar con todos los espectáculos sangrientos con animales: tiro de pichón, pelea de perros, peleas de gallos y corridas de toros (la última en Canarias fue en 1982 en la Plaza de Toros de Santa Cruz de Tenerife), pero mi grupo (la Agrupación Independiente de Canarias) me dejó solo y dimití en el mismo pleno” invoca el hoy miembro del PP, partido del que sigue siendo militante aunque abandonó la política en mayo.
A pesar de que su propuesta fue echada para atrás, una iniciativa popular que recogió 28.000 firmas volvió a llevar su misma ley al Parlamento. “Olarte -por entonces presidente del Ejecutivo- se ve cogido, por lo que el Gobierno presentó el proyecto desde que se entera que estamos recogiendo las firmas de Ley del Gobierno, en ella se recogen todas las proposiciones menos las riñas de gallos”.
¿Y por qué se quedaron fuera las riñas? “No se cogió porque en La Palma, Tenerife y Gran Canaria todavía había muchos casteadores que tenían su fuerza dentro de los partidos y presionaban. Se prohibieron todos los espectáculos con animales (en concreto el tiro al pichón y las peleas de perros, sobre los toros no hay ni una palabra específica en el precepto, aunque se han dado por prohibidos) pero no las riñas de gallos que eran las más importantes”, aclara Cabrera Pérez-Camacho, que sí que fue asesor de la ponencia del Gobierno. “Puse mis condiciones, como ellos no iban a abolir las peleas de gallos, que todas las demás salvajadas se abolieran y que hiciéramos daño moral importante a las peleas de gallos. Conseguí que la ponencia aceptara la prohibición de subvenciones, hasta ese momento estaban subvencionadas por cabildos, ayuntamientos y el Gobierno, vivían del dinero público, que se prohibiese la cesión de suelo público y que se prohibiese el acceso a los menores de edad. La más importante fue la prohibición de las subvenciones, les hizo un daño tremendo. También conseguí que se le catalogase como algo cruento”, sentencia.
Hoy, 25 años después de que se aprobara esta ley, Podemos registró el pasado mes de marzo una Proposición No de Ley (PNL) que pide la prohibición de las riñas. La encargada fue la diputada Natividad Arnáiz, que insta a las fuerzas del Parlamento a pronunciarse. Para Cabrera Pérez-Camacho Podemos debió ser más ambicioso y registrar una Proposición de Ley de modificación de la Ley de 1991 en lugar de la PNL porque esta es “un brindis al sol”. Y es que entiende que hoy los partidos no son como hace 25 años y no se atreverán a votar en contra de la supresión de este actividad.
“Cuando vi la iniciativa yo, que sigo siendo militante del PP, llamé al grupo parlamentario para darle mi asesoramiento, da lo mismo que ella sea de Podemos y yo del PP. Tiene que transformarla en proposición de ley. Mi generosa llamada todavía no ha sido devuelta”, afirma el también exdiputado nacional que recuerda que en los 90 recibió los mayores insultos por parte de los partidarios de los gallos, pero también tuvo un apoyo masivo de las protectoras y de la gente de la calle. “Todavía hay gente en la calle que me recuerda como el diputado de los animales”, sentencia.
Un toque de atención por el aumento de partidarios
La diputada Natividad Arnáiz esclarece que Podemos no se opone a las peleas, “sino que en el año 91 la Ley aprobada por todos los partidos decía textualmente que este tipo de espectáculos son tradiciones cruentas impropias de una sociedad moderna y evolucionada”.
Cuestionada sobre por qué ha determinado su partido, que apenas lleva un año en el Parlamento, registrar esta iniciativa, Arnáiz incide en que en el programa de su formación se busca luchar contra el maltrato animal y que por principios apelan a una educación basada en la bioética y en el respeto a la vida del ser vivo. “Apostamos por una educación que no fomente el maltrato animal, creemos que esto es importante para las futuras generaciones. Una sociedad justa con los animales lo es con las persona”, señala la diputada.
La política representante de Fuerteventura indica que con esta PNL desean “dar un toque de atención” porque están aumentando los aficionados y asociaciones en vez de disminuir. Por ello, retoman una Ley que desde su punto de vista está “obsoleta” y con ello esperan darle un impulso para cambiarla.
Otro de los puntos polémicos es el de las apuestas que presuntamente se mueven alrededor de este mundo. Para Cabrera Pérez-Camacho esta es la principal razón de ser de las peleas, mientras que Arnáiz es más comedida y expresa que las asociaciones animalistas dicen que realmente se siguen realizando apuestas. Sin embargo, nada más lejos de la realidad ya que según el presidente de la Federación Gallística estas están totalmente prohibidas y las que existen son “persona a persona, como las porras del fútbol, pero no más allá”. Y es que Martín machaca que si una asociación interviene en alguna se arriesgan a multas.
Precisamente Martín lamenta que, a pesar de que ha invitado siempre a los críticos así como a la diputada de Podemos a ver cómo se crían los gallos de pelea, nadie de los que se oponen se ha acercado a su finca. “La verdad es que tengo pendiente con ellos una reunión, me llamaron y vamos a intentar tenerla. Te puedo escuchar, lo que no te aseguro es que me vayas a convencer”, reconoce Arnáiz.
Desaparición de la especie y proliferación de peleas ilegales
José Luis Martín lo tiene claro cuando se le pregunta sobre qué pasará si en algún momento se prohíbe su pasatiempo, que le fue inculcado de pequeño cuando su abuelo, que no era aficionado, le acercó a una pelea. “La mayoría de los criadores dejaríamos de criar, porque no queremos ilegalidades, pero habría un porcentaje de gente que seguiría criando y lo que aparecería sería el fenómeno de las peleas ilegales, sin reglamento y con maltrato al animal”, remacha el presidente.
Además, Martín cree que con la ilegalización se condena al combatiente español a su desaparición en las Islas “como ha ocurrido en todos los lugares en los que se ha prohibido” y se vería afectada la economía alrededor de esta actividad (veterinarios, vendedores de pienso, alojamientos durante campeonatos...).
Estos argumentos son rechazados tanto por Cabrera Pérez-Camacho como por Arnáiz. El primero entiende que si son ilegalizadas ya existe el Código Penal que tipificaría estas prácticas ilegales como delitos, por lo que estarían castigadas, mientras que la política de Podemos ve que así lo que se lograría sería “no fomentar” la actividad.
Mientras, sobre la posible desaparición, Arnáiz apunta que este argumento no lo comparte porque “el Colegio de Veterinarios de Santa Cruz de Tenerife dice que no hay una raza propia, no es un genotipo específico”. En esta línea se manifiesta el coordinador provincial en Las Palmas del Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA), José Antonio Rodrigo, que revela que “todo maltratador intenta justificar su hecho, está claro que estos gallos han nacido a través de los cruces que han realizado. El gallo de pelea no sé si desaparecería, desaparecería los cruces que hacen, pero los gallos no”.