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50 años de los sucesos de Sardina del Norte, hito del movimiento obrero canario en plena Dictadura

Cala de Martorell, lugar donde ocurrieron los sucesos de Sardina del Norte.

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

La lucha obrera en Canarias cobró fuerza a finales de los 60 y principios de los 70, aún en plena dictadura franquista. Primero, con la huelga portuaria de febrero de 1968 y después con el que ha pasado a la historia como gran hito del movimiento de oposición al Régimen en las Islas: los sucesos de Sardina del Norte. Aquel 15 de septiembre de 1968, miembros del entonces clandestino Partido Comunista celebraban un asadero en la cala de Martorell, en el municipio grancanario de Gáldar. El objetivo era brindar su apoyo a los trabajadores de la empresa de asfaltado Satra, encargada de los trabajos de la carretera del Norte, y que llevaba meses sin pagar a sus trabajadores. Sin embargo, lo que se organizó como un encuentro pacífico terminó con dos personas heridas de bala y unos 50 detenidos, entre ellos el líder del PCE en Canarias, Tony Gallardo, que fue condenado a ocho años de prisión.

Testigos de este acontecimiento lo recuerdan 50 años después como un acto de valentía. José del Toro, referente de CCOO, explica que aquella comida se preparó con mucho entusiasmo y que incluso se contrataron guaguas para unas 120 personas que se desplazaron hasta la cala. Los miembros del partido estaban organizando una protesta por los derechos de las 53 familias afectadas. Cuenta que los trabajadores primero habían intentado solucionar su conflicto laboral con el Sindicato Vertical, pero en vista de que no se les daban respuestas acudieron al Partido Comunista. Ese día se elaboró un escrito con la intención de llevarlo al día siguiente al gobernador civil, un documento que guardaron bien. Sin embargo, esa misma mañana, ya se empezaban a dar indicios de que la jornada no acabaría bien. Dos miembros del servicio de información de la Guardia Civil vestidos de paisano hicieron presencia en la zona, requiriéndoles documentación, pero al rato se marcharon y les dejaron celebrar el almuerzo. En el encuentro no faltaron largas conversaciones y cánticos antifranquistas, recuerda.

Ya empezaba a caer la tarde cuando llegaron guardias civiles uniformados ordenando que se levantara el campamento que había montado. “Nos obligaron a llevarnos todo y nos dirigimos hasta las guaguas, pero al llegar estaban precintadas”, afirma Del Toro. En ese momento, decidieron cogerse unos a otros del brazo en señal de protesta mientras avanzaban hacia la playa.

Considera, al igual que otros testigos de la época, que lo que quería la Guardia Civil era detener a los cabecillas, pero ante la resistencia de estas personas comenzaron los disparos por orden del comandante Díaz Otero, a quien llamaban “el rebote”. Jesús Redondo Abuín y Lorenzo Felipe resultaron heridos graves de ese suceso.

Hubo decenas de compañeros detenidos, pero otros consiguieron escapar. Una de estas personas fue Emilio Díaz Miranda, que era miembro activo del partido y que aprovechó sus dotes de nadador olímpico para salir por el mar, lo que se convirtió en una peligrosa hazaña por las corrientes de la zona y porque se vio obligado a escalar por una pendiente. Escapó ese día de ser detenido, aunque tiempo más tarde acabó en la cárcel como preso político.

José del Toro recuerda que esa noche llevaron a los detenidos a la sede del Gobierno Civil y empezaron los insultos y cachetones. Luego se decidió que se trataba de una cuestión de tipo militar, por lo que fueron trasladados a la comandancia de la Guardia Civil, donde se les interrogó y de ahí pasaron a la antigua cárcel de Barranco Seco, que hoy es un Centro de Internamiento para Extranjeros. Desde allí, los presos fueron trasladados a cárceles de la Península, y condenados a penas de entre dos y ocho años por “rebelión militar” e “insultos a las fuerzas armadas”. El miembro de CCOO rememora que la despedida fue emotiva ya que se escuchaban voladores desde La Isleta que lanzaron vecinos para apoyarles.

La lucha de las mujeres

Las mujeres que eran familiares o amigas de las personas que habían sido detenidas se convirtieron en las grandes protagonistas del momento. El foco de atención se giró hacia ellas gracias a la valentía que demostraron encerrándose en la Catedral de Las Palmas en señal de repulsa por la detención de sus hermanos, amigos, hijos, maridos…

Algunas de ellas como María Victoria Morales y sus hermanas Rosa y Ana fueron referentes de esta protesta que tuvo gran repercusión. Se habló de ello incluso en distintos puntos de la Península y en Bélgica, cuenta Del Toro, que recuerda que uno de los heridos de bala había estado trabajando en ese país, por lo que el suceso y sus consecuencias fueron muy comentados.

Tal y como recoge en su blog Pedro Medina Sanabria, estas tres hermanas y su madre fueron detenidas acusadas de insultos a las fuerzas armadas cuando despedían a los hombres que ya habían sido condenados e iban a zarpar en barco hasta la Península. Las cuatro pasaron un mes en la cárcel a pesar de haber sido ellas las insultadas.

El historiador Sergio Millares califica los sucesos de Sardina del Norte como hito del movimiento obrero, cuya magnitud radica en el heroísmo de las personas que protagonizaron ese día así como en la valentía de las mujeres que protagonizaron este encierro. Unos sucesos que tendrían su trascendencia en el futuro y que fueron tomados como ejemplo en la Transición.

Duro camino hacia la Democracia

Millares subraya que entre el modus operandi del Partido Comunista radicaba en hacer estos actos de presencia en señal de solidaridad con los trabajadores que lo estaban pasando mal, aunque ello conllevara que pudiera caer todo el partido. Hubo advertencias días antes de lo peligroso que podría resultar que se celebrara esta comida en Sardina del Norte y finalmente se produjo esta “agresión contra el movimiento obrero” que “no causó muertos de milagro” ya que fue un “enfrentamiento armado provocado por la dictadura” donde además había niños presentes.

Para Emilio Díaz Miranda es importante recordar episodios como este porque precisamente gracias a la movilización de estas personas comprometidas con la causa obrera se logró alcanzar la democracia.

Rafael González Morera, que también era miembro del PCE en aquellos tiempos, recuerda que ese día le tocó cubrir para La Provincia un partido de la UD Las Palmas contra el Atlético de Madrid, que excepcionalmente se celebró en Tenerife por estar clausurado el Estadio Insular por una sanción. Señala que estaba convocado al acto pero finalmente por trabajo no pudo. No obstante, coincide en que ese día fue clave en la lucha contra la Dictadura, una jornada que sin embargo pasó prácticamente desapercibida en la prensa de la época.

Después de estos sucesos el PCE en Canarias quedó tocado y tuvo que reorganizarse, ya que sus cabecillas habían sido detenidos. A Tony Gallardo le sucedió posteriormente José Carlos Mauricio.

Medio siglo después de estos episodios, que siguen muy vivos en la memoria de quienes lo protagonizaron o conocieron de primera mano, se han organizado una serie de actos conmemorativos por parte de CCOO. Este viernes habrá un homenaje en el Conservatorio de Música en Las Palmas de Gran Canaria, en el que intervendrá el secretario general del sindicato Unai Sordo Calvo y el sábado se realizará una visita a la cala de Martorell, donde ocurrieron los hechos.

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