Las víctimas no cruzaban por el paso de peatones

Las tres víctimas del triple atropello de la Avenida de Anaga, un matrimonio y su hija discapacitada, no cruzaban por el paso de peatones cuando fueron arrolladas, sino que cruzaron de acera a acera cuatro metros antes del paso para acortar distancia en dirección a donde tenían su vehículo estacionado, propiedad de una de las fallecidas.

Esta y que “el accidente era inevitable”, son dos de las principales conclusiones de los informes periciales particulares de la defensa que se presentarán en abril en el juicio oral por este suceso, ocurrido el 28 de octubre de 2006 y por el que han sido procesados dos jóvenes, Pedro G.H.R. y Javier R.B.L.P, a quienes se les acusa de conducción temeraria, conducción alcohólica y homicidio imprudente. La acusación particular añade omisión del deber del socorro.

Los informes, a los que ha tenido acceso CANARIAS AHORA, concluyen que los dos acusados, a quienes se les pide entre seis años de prisión por parte de la Fiscalía, y ocho años por parte de la acusación particular, circulaban a más velocidad de la permitida en vías urbanas, hasta 81 kilómetros por hora el coche conducido por Pedro G.H. R., que fue el que impactó con las víctimas, y a una velocidad menor el de Javier R.B.L.P. que circulaba por delante de Pedro unos 30 metros y pudo hacer una maniobra de esquive.

Sin embargo, los peritos sostienen que los acusados no pudieron saltarse ningún semáforo en rojo, de acuerdo con las grabaciones de la empresa que los regula, Lumican, sino que los tres que hay entre el Auditorio y el Cabildo, donde se produjo el accidente, estaban en verde para los coches y en rojo para los peatones cuando ocurrió el accidente, entre las 21.35.14 y las 21.35.26 horas.

Golpe contra la acera

Los peritos particulares discrepan de algunas de las conclusiones del Equipo de Reconstrucción de Accidentes de la Guardia Civil de Tráfico, que se desplazó desde Madrid a Santa Cruz de Tenerife para reconstruir el hecho. Entre otros, emplearon el método experimental Barzelay and Lacy según el cual, el Mini Cooper conducido por Pedro G.H circularía a 91 kilómetros por hora cuando se produjo el impacto.

Si hubiese sido así, las tres víctimas, que cruzaban en línea, cogidas de la mano, habrían sido volteadas, pero dos de ellas quedaron sobre el capó del Mini y sólo salió despedido el cuerpo de quien estaba más cerca de la acera y más alejado del coche, el de la persona de más edad, Carlos Córdoba Rondo. Los peritos rebajan la velocidad a un máximo de 81 kilómetros por hora.

Además, si la cabeza de éste hubiese dado contra el pilar delantero del coche, como sostiene la Guardia Civil, “los daños estructurales habrían sido necesariamente muy grandes”, pero en el Mini solo se rompió una pieza de plástico. “Es imposible un impacto de tal violencia con dicho elemento y que se produzcan tan pocos daños en el mismo”, concluyen los forenses.

Añaden que la pérdida de masa encefálica de Carlos Córdoba “es el resultado del impacto de su cabeza con el canto vivo del imbornal de la alcantarilla situada en el bordillo de la acera. No es el resultado del impacto contra el vehículo Mini Cooper”.

Inevitable

Por último, el informe de los peritos particulares de la defensa concluye que el accidente “fue inevitable”, ya que el Volkswagen que circulaba por delante del Mini le impedía la visibilidad. “Los peatones permanecieron fuera de la vista del conductor del Mini hasta que pasa el Volkswagen y los esquiva”. “No existe distancia suficiente desde que se divisa a los peatones para poder evitar el accidente según todos los parámetros calculados”.