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La escultura 'El grito', en homenaje a los caídos contra Nelson en Santa Cruz de Tenerife, enmudece desde hace trece años en un taller

Escultura 'El grito', de Manuel Bethencourt Santana, en homenaje a los caídos en el ataque del almirante Nelson a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife en 1797.

Gara Santana

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La Asociación Nuestro Patrimonio ha podido saber, y así lo ha trasladado a la opinión pública, que la escultura conocida como El grito, Coraje o La mujer embarazada, elemento principal del Monumento a los Caídos del 25 de julio de 1797, se encuentra en un taller de arte desde hace trece años, lugar al que fue trasladada por el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife para realizarle tareas de restauración.

Más de una década después, y según ha comunicado esta asociación, la escultura continúa privada del ámbito para el que fue concebida “hace ya tantos años que causa vergüenza ajena, pues se trata de una desidia injustificable e irresponsable con una obra artística que forma parte del patrimonio cultural del municipio y que representa un episodio de la historia de la ciudad digno de recordar”, relatan.

El episodio homenajeado a la sazón, se remonta al siglo XVIII y conmemora la victoria de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, que repelió el ataque del almirante británico Horacio Nelson. Es una de las obras más conocidas del escultor Manuel Bethencourt Santana (1931-2012), Premio Canarias de Bellas Artes e Interpretación en 2008, fallecido en 2012.

Desde la asociación aseguran haber tenido información de lo que ha sucedido en estos trece años dentro del taller de restauración y les han confirmado que, en efecto, la escultura está lista para volver al espacio público para el que fue concebida.

Nuestro Patrimonio reclama a los responsables municipales en esta materia que den explicaciones públicas y exigen que, de manera inmediata, “el Ayuntamiento realice las gestiones oportunas para colocar la escultura en un espacio público de la ciudad, que debería ser el que ya ocupaba cuando fue desmontada para su restauración; un lugar situado en las proximidades de la Alameda del Duque de Santa Elena y de la terminal de pasajeros del puerto capitalino”.

Desde este periódico nos hemos puesto en contacto con el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife para conocer el motivo de esta espera de trece años. Desde el área de Patrimonio aducen que, por las obras en la Avenida Marítima fue necesario retirar la escultura y que desde el servicio de Patrimonio se trabaja para “buscar un acuerdo con la Autoridad Portuaria para reubicar la obra en el espacio en el que se encontraba la hélice del crucero Canarias”.

La escena en movimiento

La escultura de bronce representa a una madre sumida en el dolor y la desesperación por la pérdida de un hijo que hizo frente, junto a otros santacruceros, al intento inglés de atacar la capital insular. Su autor la realizó en 1997 por encargo municipal al cumplirse el segundo centenario del fallido ataque extranjero. La pieza es sobrecogedora en sí misma, pero el poeta Juan Marrero González lo puso en palabras: “ No las regias vestimentas y armaduras / que vistieran los señores de la guerra; / vas descalza, con las pobres vestiduras / de los pobres campesinos de mi tierra. / Tienes aire de amazona sin montura, / recios puños que el coraje abre y cierra, / la mirada interrogante hacia la altura / con un gesto vengador que al cielo aterra. / ¡Isla mía hecha bronce femenino, / hija hermosa del Amor y la Victoria!: / quien se atreva a interponerse en tu camino / brindará nuevos lauros a tu historia, / pues, si amores y victorias son tu sino, / el perdón a los vencidos es tu gloria”.

De las intenciones del almirante Nelson si hubiera triunfado en su empresa, conocemos algunos detalles gracias a la historiografía. “El plan que Nelson remitió a Jervis el 12 de abril era ahora más ambicioso que el de Blake: en vez de apresar los barcos fondeados, tal vez por suponer que habían desembarcado ya la carga, pretendía tomar Santa Cruz y apoderarse de las mercancías que hubiera en los almacenes reales o que pertenecieran a dueños extranjeros”, explica el que fuera Jefe del Estado Mayor de la Armada del Almirante del Cuerpo General de la Armada, Carlos Vila Miranda, en su artículo El ataque de Nelson a Tenerife: la versión inglesa, publicado en el Anuario de Estudios Atlánticos de 2005.

“Para esta operación, pidió a Jervis soldados de ejército y le decía expresamente que se refería a los 3.700 que procedían de Elba y que estaban ya embarcados en los transportes en viaje a Gibrarltar”, continúa explicando Vila Miranda. Nelson pensó que aunque la costa de Santa Cruz no presentaba un acceso fácil, contaba con el punto débil del suministro de agua, que se hacía por acequias de madera desde fuentes lejanas, “de modo que si se cortaban esas acequias, la ciudad se rendiría enseguida; él concedería buenos términos para la rendición: garantizaría la propiedad privada de los isleños y exigiría solamente la entrega de dineros y géneros públicos y de los que fueran propiedad de mercaderes extranjeros. Añadió la amenaza de destrucción absoluta de la ciudad si se disparaba un solo cañonazo”.

Nelson llegó a Tenerife con nueve barcos de guerra británicos y 3.700 hombres. Se estima que para defender todo Santa Cruz de Tenerife se contó con unos 1200 o 1300 hombres. La historiografía inglesa cuenta este episodio jugando al despiste, pero los canarios saben que aquel día Nelson perdió algo más que un brazo a las puertas de la ciudad y les gusta recordarlo.

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