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Alfredo Mederos, siempre tan perspicaz
En un Comité Regional de los socialistas canarios, máximo órgano entre congresos, en el tono crítico que le caracterizaba, con aquella voz tan peculiar, le espetó a Jerónimo Saavedra, entonces secretario general y presidente del Gobierno de Canarias: “Jerónimo, estás evanescente, bájate de la nube”. La expresión se contextualizaba en el tono que distinguía los debates de aquel órgano, no era alarmista y solo produjo breves aplausos y alguna que otra sonrisa.
El propio Alfredo se acercaba al final a saludar a Saavedra, que le devolvía el gesto: “Tú siempre tan perspicaz, Alfredo”. Y lo era, sí. En cualquier conversación, en cualquier intercambio de criterios, en cualquier ponencia. Siempre con aquel rostro de bonachón que traslucía cercanía, atención y amabilidad.
En otra ocasión, cuando era presidente del Consejo de Entidades Canarias en el Exterior (CECE), tras una audiencia con Fernando Fernández, recién elegido presidente del Gobierno de Canarias, tras despedirse, en la escalera de la antigua sede presidencial de la plaza de los Patos y exhibiendo la típica socarronería palmera, soltó: “Bueno, Fernando, quedo a la espera de que me llames para convocar la primera reunión”. “No, Alfredo, llámame tú”, le replicó el presidente Fernández.
Alfredo Mederos Pérez, nacido en Breña Alta (La Palma), falleció este martes, poniendo fin a una vida que consagró a la docencia, la investigación y la política, sin olvidar el sindicalismo.
Fue la suya una trayectoria ejemplar de integridad y entrega a las causas que defendió con denuedo. Sencillo, austero, modesto, servicial… Alfredo reunía esas virtudes humanistas que le hacían aún más apreciable.
Licenciado y doctor en Ciencias Químicas por la Universidad de La Laguna, accedió por oposición a la cátedra de Química Inorgánica. Fue también profesor emérito y se jubiló en 2009. Es autor de más de ciento cincuenta trabajos científicos y director de numerosos proyectos de investigación españoles, europeos y latinoamericanos.
Pocas personas había tan constantes en el ámbito de la política como Alfredo, que contaba con fruición las peripecias de aquellos años universitarios en los que encabezó algunas luchas antifranquistas, como la mantenida para protestar por la expulsión de los catedráticos Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo. Y los primeros pasos en el Partido Socialista Popular (PSP), del que llegó a ser, en Canarias, su secretario general.
Desempeñaría después un papel destacado en el proceso de fusión con el PSOE: su tolerancia y su visión integradora fueron determinantes, precisamente en las negociaciones para tal finalidad con Jerónimo Saavedra.
Se incorporó a la Unión General de Trabajadores (UGT) en 1978. Y ya de lleno en el PSOE, hizo de todo: además de secretario general de la Agrupación Socialista lagunera, miembro del Comité Federal y presidente de la Comisión de Ética de la organización en Canarias.
Como cargo público, ejerció de consejero en el Cabildo Insular de Tenerife, entre 1979 y 1987. Fue también decano del Colegio de Doctores y Licenciados del Distrito Universitario de La Laguna.
Entre los reconocimientos recibidos, figura la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo otorgada por el Gobierno de España. Compartimos su emoción el día en que Jesús Caldera, ministro, le hizo entrega de la distinción.
Es hijo predilecto de Breña Alta, su villa natal, y está en posesión del premio San Borondón concedido por el Centro de la Cultura Popular Canaria “por su excepcional contribución a la recuperación de la memoria histórica del pueblo canario”.
Esta tarea, en efecto, ocupó buena parte de los últimos años de su vida. Es autor de varios libros y publicaciones, fruto de su generoso quehacer en el campo de la investigación histórica. Ahí siempre le vimos animoso y entusiasta, ilusionado sin reserva cada vez que un nuevo libro iba a ver la luz. Su contribución en todos los ámbitos reseñados hace que le consideremos como un auténtico bastión del socialismo canario. “Siempre tan perspicaz”, que diría Saavedra.
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