Espacio de opinión de Tenerife Ahora
La censura ha muerto
Cuando hace unos meses se produjo un escándalo mediático a raíz de la actuación en la Gala Drag de Las Palmas, me tocó aguantar más de un comentario sobre el respeto a la religión católica. Recuerdo que compartí en redes sociales un artículo de Salvador Lachica titulado Carnelevare. En él este periodista explicaba a la perfección por qué no deberíamos ofendernos cuando se hace sátira con la religión católica. Los comentarios y las críticas no tardaron en llegar.
La semana pasada, las mismas mentes brillantes que pusieron el grito en el cielo con la Gala Drag lo hacían esta vez con Abubukaka. Los expertos en la censura, los dueños de lo correcto, han salido de la caverna de Platón para decirnos de qué podemos o no reírnos.
Abubukaka es un grupo teatral que hace sátira y crítica social en sus actuaciones, de los cuales me declaro fan. Pero parece que sus actuaciones no gustan a todos, ya que desde el Partido Popular de La Laguna han salido a cuestionar que esa actuación se pague con dinero público. Antonio Alarcó arrancaba con el siguiente comentario en Twitter: “No es admisible que en La Laguna se falte el respeto a los sentimientos de muchos laguneros. Mucho menos con dinero público”. Si la actuación la pagan los laguneros, quizá deberían decidir lo propios laguneros si es “admisible” o no. Quedó constancia el pasado lunes de que los laguneros apoyan al grupo teatral con o sin combate de boxeo entre la virgen del Pino y la de Candelaria.
Quizá al PP le hace más gracia el humor simple, ese que triunfa en las televisiones públicas regionales, ese que no cuestiona a partidos políticos o líderes religiosos, ese que aplaude al poder establecido. Pero debe saber el señor Alarcó y sus compañeros de partido que no se trata de un sentimiento compartido. Debe saber que a algunos nos hace mucha gracia cuando Abubukaka nos da clases de gimnasia electoral, incluso cuando votan a la derecha y a la extrema derecha.
Estas mismas mentes cerradas nos quieren implantar la idea de que, cuando los ciudadanos nos quejamos, lo hacemos por placer. Por eso crean leyes mordaza con las que coaccionar a periodistas y ciudadanos que hacen uso de la libertad de expresión. Por eso quieren poner límites al humor. Por eso se ofenden tanto cuando ven que los únicos capaces de levantar “el país” son un grupo de actores. Lo hacen con el único fin de que no te des cuenta de la realidad, esa realidad que sirve de material para ocupar minutos de sketches.
Debe aprender el señor Alarcó que la libertad de expresión es para todos, incluso para aquellos que dicen cosas que nos resultan incómodas. El hecho de que Abubukaka haya tenido que trasladar su actuación del pasado lunes a un parking, en lugar de hacerlo en la plaza del Cristo, no se trata de una cuestión religiosa sino de una cuestión política.
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