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Disciplina de partido

El WhatsApp es un medio de comunicación indispensable hoy en día, pero también es una aplicación de esas que las carga el diablo. Hace unos días comentaba con un compañero por este medio acerca de que la disciplina de partido dejaba mucho que desear, viendo que las redes sociales estaban llenándose de comentarios en tono de burla hacia nuestro exalcalde de Icod Francis González y sus ya famosas “cartas”. Y es que le ha dado por llamar “carta” a cualquier aclaración convencional sobre nuestro municipio, lo que todos llamamos un simple “comentario”. Estos cuestionamientos burlescos hacia su persona, a mi modo de ver, son tolerables cuando proceden de ciudadanos desconocidos, votantes de a pie, enemigos políticos, pero cuando los realizan quienes consideramos nuestros compañeros de partido, que acuden a todas las reuniones y asambleas y ponen cara de aceptación y no cuestionan las formas, ya es algo bastante más feo, porque bien es sabido que los trapos sucios hay que lavarlos en casa. Que no sea que van criticando a una persona por las redes y luego se presentan ante esa misma persona con cara de no romper un plato. Eso se llama deslealtad, traición, algo así, pero algo muy feo.

A mi plin lo que se haga con los que traicionan a sus compañeros por quedar graciositos con sus amigos de Facebook. Lo único que me mosquea es que la dureza de las sanciones no es equiparable en los distintos casos. Hace unos años, sin pertenecer aún al grupo de gobierno de mi pueblo, se me ocurrió hacer tan solo un pequeño comentario inofensivo en mi blog de entonces hacia una concejala que hoy forma parte del gobierno municipal por obra y gracia de una moción de censura. Esta se quejó a quienes dirigían mi partido y ahí mismo y de manera fulminante me obligaron a borrar mi laborioso trabajo de miles de horas dedicadas a investigación, poesía, fotos, cuentos, conversaciones, conferencias, muchísimas cosas entre las cuales lo político venía a ser una pequeña parte, pero al parecer mencionar allí que yo no debía eclipsar la imagen de mi enemiga política con mis enormes posaderas en un acto público era tan nocivo como para que todas esas aportaciones mías y de muchos colaboradores que enriquecían mi publicación de entonces desaparecieran sin más.

Fue desmedido e injusto, lo sé. Y me dolió porque dice el refrán que “o jugamos todos o rompemos la baraja”. Si sancionan o no a la gente me da un poco igual, pero, si cortamos por el mismo rasero, debería haber una sanción equiparable al daño en todos los casos si queremos ser justos.

Pues como les decía, ni bien había terminado el día que tuve esa conversación por WhatsApp cuando caí en la cuenta de que a nuestro compañero el alcalde de La Laguna últimamente le crecen los enanos continuamente. Día sí, día no acontece alguna polémica sobre su ciudad. Hace unos días era la fiesta del parking, protagonizada por Abubukaka y sus sketches, cuyas interpretaciones han sido sobredimensionadas por grupos vinculados a la Iglesia. Pero esta vez el protagonista era Zebenzuí González, concejal del PSOE, que vertía -dice que “por error”- en un grupo de WhatsApp una serie de comentarios, dejando clara su “labor” en el Ayuntamiento lagunero. Pues este concejal de cementerios, ahora mismo aspirante a “cadáver político”, todo hay que decirlo, al parecer se jactaba de haber enchufado empleadas en el Ayuntamiento de La Laguna a cambio de sexo.

Vamos a ver, seamos serios. ¿Por qué nos escandalizamos? Todos sabemos -aunque nadie es capaz de reconocerlo- que la palabra “enchufe” es más usada en las administraciones públicas que en el gremio de los electricistas. Claro que admitirlo de esta manera y que sea carnaza en la prensa no se le había ocurrido a nadie ni de broma (como quiere hacernos creer el listillo Zebenzuí que se trataba de una broma).

También ahí están los defensores de la igualdad, que, si son comentarios machistas, etcétera. De acuerdo que lo son y atentan contra la igualdad y contra la dignidad de las mujeres, especialmente de aquellas a las que sin mencionarlas es fácil que queden retratadas y enterradas en una capa de betún muy negro.

Pero yo me pregunto: quitando todos esos horribles despojos anecdóticos, tipificados, repetitivos en nuestros políticos al uso, como son el enchufe, la desigualdad, la chulería grotesca…, ¿se han puesto a pensar en lo más grave del caso? El concejal reconoce explícitamente que da trabajo a cambio de favores sexuales y que luego esas empleadas tienen que hacer campaña, para su partido obviamente. Y las desprecia por necesitar ese trabajo con el apelativo “frikis”. Esto se me parece tanto a la esclavitud sexual, esa en la que engañan a mujeres de países pobres prometiéndoles un trabajo y luego abren los ojos y se dan cuenta de que tienen que prostituirse para pagarse los gastos, y si se niegan son maltratadas… O sea, trata de personas, ni más ni menos. Ya, de hecho, han empezado a salirle denuncias por acoso. ¡Pues no te queda nada, Zeben!

Menos mal que, por más que yo me queje, en algunos lugares existe la disciplina política y tanto el PSOE como el alcalde lagunero lo han echado como agua sucia de sus filas y cargos… Pero habría que investigar también al grupo de WhatsApp al que debía haber ido a parar ese mensaje que se fue por error al de “concejales del PSOE”. ¿Habrá en el subsuelo del WhatsApp otra manada semejante a la de los violadores de San Fermín?

El WhatsApp es un medio de comunicación indispensable hoy en día, pero también es una aplicación de esas que las carga el diablo. Hace unos días comentaba con un compañero por este medio acerca de que la disciplina de partido dejaba mucho que desear, viendo que las redes sociales estaban llenándose de comentarios en tono de burla hacia nuestro exalcalde de Icod Francis González y sus ya famosas “cartas”. Y es que le ha dado por llamar “carta” a cualquier aclaración convencional sobre nuestro municipio, lo que todos llamamos un simple “comentario”. Estos cuestionamientos burlescos hacia su persona, a mi modo de ver, son tolerables cuando proceden de ciudadanos desconocidos, votantes de a pie, enemigos políticos, pero cuando los realizan quienes consideramos nuestros compañeros de partido, que acuden a todas las reuniones y asambleas y ponen cara de aceptación y no cuestionan las formas, ya es algo bastante más feo, porque bien es sabido que los trapos sucios hay que lavarlos en casa. Que no sea que van criticando a una persona por las redes y luego se presentan ante esa misma persona con cara de no romper un plato. Eso se llama deslealtad, traición, algo así, pero algo muy feo.

A mi plin lo que se haga con los que traicionan a sus compañeros por quedar graciositos con sus amigos de Facebook. Lo único que me mosquea es que la dureza de las sanciones no es equiparable en los distintos casos. Hace unos años, sin pertenecer aún al grupo de gobierno de mi pueblo, se me ocurrió hacer tan solo un pequeño comentario inofensivo en mi blog de entonces hacia una concejala que hoy forma parte del gobierno municipal por obra y gracia de una moción de censura. Esta se quejó a quienes dirigían mi partido y ahí mismo y de manera fulminante me obligaron a borrar mi laborioso trabajo de miles de horas dedicadas a investigación, poesía, fotos, cuentos, conversaciones, conferencias, muchísimas cosas entre las cuales lo político venía a ser una pequeña parte, pero al parecer mencionar allí que yo no debía eclipsar la imagen de mi enemiga política con mis enormes posaderas en un acto público era tan nocivo como para que todas esas aportaciones mías y de muchos colaboradores que enriquecían mi publicación de entonces desaparecieran sin más.