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Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Generación Y

Indra Kishinchand López

“Antes que el amor, el dinero, la fe, la fama y la justicia, dadme la verdad”.

Hacia rutas salvajes

Hubo un día en el que aprendí que el silencio siempre suena a despedida.

Fue hace años, pero lo recordé al repasar mi vida. Me levanto a las 7.47 con el tiempo que viene a cuestas. Enciendo la radio y cargo con las 24 horas anteriores. Bajo al metro y apago la radio. Enciendo la música. Llego al trabajo y hasta que no se enciende el ordenador no apago la música del móvil.

Entonces pienso que tal vez me molesta el silencio porque es ausencia. Porque escuchar el ruido de lo que me rodea me incomoda, porque el silencio es como un sofá vacío abandonado en medio de la calle. Como una asiento sin ocupante en un metro repleto. Como todas las últimas veces.

James aprendió que el silencio suena muy fuerte después de que Alyssa lo abandonara. Yo miento, porque el día que lo hice no lo recuerdo con exactitud. Lo re-aprendo cada vez que escribo porque es el único momento en el que necesito abandono absoluto para encontrarme. Y no es que quiera reflejarme, sino que me urge la calma para sobrevivirme y contar, aunque sea, que lo meses que pasan con discreción no serán memoria de los jóvenes.

Ignoro si es este síndrome de una generación que vive por y para el estruendo constante: aceptación de su alrededor, información inagotable, entretenimiento infinito y facilidad absoluta. Ya no sé si es que me equivoqué de año o que los años se han equivocado conmigo, pero siento perderme todas las cosas buenas por miedo a un esfuerzo en vano.

Desconozco si aquello que me aflige es causa común de todos a los que llaman por nombres que no le pertenecen. Entiendo que en eso prefiero el silencio; no preguntar por si me topo conmigo misma vestida de otra forma, con otra profesión, otra cara, y los mismos problemas. En eso y en otras muchas cosas, porque a veces quiero solo silencio cuando se trata de contar quién soy alzando la voz, o cuando se trata de explicarle a desconocidos asuntos que ni siquiera tú entiendes.

El silencio es todo lo que somos condensado en una botella de cerveza vacía. El silencio es todo lo que queremos ser, todo lo que queremos decir, todo lo que no dijimos, todo lo que gritaremos, todo lo que, con suerte, un día, seremos. El silencio es también, a veces, la decisión más valiente, la más justa. Aunque siempre me quedo con la sensación de que la más dolorosa. Porque no hablar es también no decir la verdad; y esa es, en cualquier caso, la única que merece espacio en la renuncia.

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