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Tras la huella de Tindaya

Montaña de Tindaya.

David Cuesta

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Hay piedras y piedras, al igual que hay montañas y montañas. Tindaya no es un volcán cualquiera. Todo el que se acerca a sus pies queda poseído por la sensación de estar en un lugar especial. La piedra de Tindaya tampoco es una roca común. La traquita es un mineral difícil de encontrar y con un alto valor ornamental. Ha sido utilizada como materia prima en edificios tan simbólicos como la sede de CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife o el Auditorio Alfredo Kraus. La historia de Tindaya no se puede separar de la traquita.

Sobre la piedra de Tindaya duerme la mayor concentración de podomorfos, esas huellas tan características que siglos atrás grabaron los aborígenes y que se pueden localizar en Canarias. Pero lo importante de los restos arqueológicos de la montaña no es su número, sino el contexto en el que se encuentran, lo que ha convertido a Tindaya en un lugar mágico para todas las poblaciones que han habitado en la isla de Fuerteventura.

Tindaya es una joya para la arqueología, pero también para la geología, la biología o la astronomía. Una joya casi tan preciosa como su piedra. Durante décadas, su valor científico sucumbió ante la avaricia de los que siempre han visto en la traquita un buen negocio, los mismos que durante años esquilmaron la montaña a través de extracciones mineras de dudosa legalidad, permitidas tanto por las administraciones públicas como por los mismos que ahora ponen el grito en el cielo ante cualquier intervención que afecte a Tindaya. Y después, como si de pronto se hubieran dado cuenta de que estaba allí, los políticos pusieron sus manos en la montaña, lo que despertó a los ecologistas de su letargo.

Desde que el Gobierno de Manuel Hermoso llevó a cabo el pelotazo de Tindaya, a finales de los 90, se ha abierto un intenso debate sobre el futuro de la montaña y su necesaria protección. Vaya por delante la admiración que cualquier persona sensible con el arte debe sentir hacia la figura de Eduardo Chillida. El escultor es una eminencia y pasará a la posteridad gracias a un legado que también quiso extender a Fuerteventura. Eso sí, no sin antes intentarlo en muchos otros lugares que rechazaron de plano su ambicioso proyecto. Convertir Tindaya en una obra de arte, lo que pasa por extraer de sus entrañas la valiosa traquita hasta vaciarla, pondrá a Fuerteventura en el mapa y supondrá un aumento exponencial de la riqueza de la Isla gracias a la llegada de turistas que, arrastrados por la magia del genio vasco, dejarán parte de su alto poder adquisitivo en la economía majorera. Al menos, eso es lo que aseguran sus defensores. Habrá que ver hasta qué punto no es otra de esas expectativas huecas que se generan para alimentar el bolsillo de unos pocos.

El debate ha pasado de una generación a otra y ha sido recuperado con fuerza por el Gobierno de Clavijo. Pero eso únicamente es la superficie. Debajo de la discusión que enfrenta al arte con la conservación de la naturaleza se encuentra el negocio de Tindaya, una bomba que cayó en el Parlamento, nunca mejor dicho, a finales de los 90 y principios del nuevo siglo. Una trama de intereses en la que aparecen los nombres de destacados miembros del poder político y empresarial de Canarias que, una vez más, van de la mano. Y ahí, en las entrañas de la montaña, en el lugar que Chillida quería hacer una obra sin parangón en el mundo, es donde queremos llegar con Despiertos. Porque algún motivo habrá para recuperar un proyecto que lleva años dormido y cuya viabilidad es altamente compleja.

Si hay un elemento común en todos los programas de Despiertos es la estrecha cuerda que une el poder económico con el poder político. Después de varias semanas en las que hemos realizado una extensa investigación y labor de documentación, en especial por el laborioso trabajo que realiza nuestro compañero periodista Esaú Hernández, nos hemos encontrado con algunos viejos nombres de la primera plana de Canarias, con tratos de favor y, sobre todo, con el mismo problema de siempre: la ligereza con la que las administraciones gestionan el dinero público. Pero para llegar hasta ahí hay que tirar de la cuerda.

Sobre Tindaya se ha publicado mucho, solo en el año 2000 hay más de 8.000 referencias en prensa, pero no deja de ser un puzle que necesita ser armado. Ese es nuestro objetivo, porque unir las piezas sueltas es una de las principales misiones del periodismo. E insistimos: no nos vamos a quedar en la superficie. Para ello hemos incorporado al equipo al periodista del periódico El País Txema Santana, con el que pretendemos seguir mejorando el producto que ofrecemos a la sociedad.

Tindaya merece un programa como Despiertos y Canarias necesita toda la información sobre la operación que se esconde en el interior de una montaña que no solo es un símbolo de Fuerteventura, sino un patrimonio de todo el archipiélago. Será este el cuarto capítulo que hacemos, pero el primero financiado íntegramente por la gente. Gracias a la campaña de apoyos que hemos lanzado, a través de la plataforma de Goteo, vamos a conseguir que por primera vez se realice un producto periodístico de estas dimensiones sin un céntimo de las administraciones públicas o de grandes empresas. Pero no vamos a parar aquí. Si te gusta lo que hacemos, puedes apoyarnos para consolidar este ambicioso proyecto de periodismo independiente. Ya hemos dado un paso muy importante, pero hay demasiadas historias que contar. Ahora, de momento, nos vamos tras la huella de Tindaya.

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