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¿Verdad o consecuencia?

Cuando uno analiza desde la perspectiva microeconómica el mercado de trabajo, en laboratorio, utiliza dos variables: nivel de empleo y salarios. Respecto al nivel de empleo, analizando su otra cara que es el paro, ya no sólo preocupa el volumen, sino su persistencia. Por otro lado, está el salario. En un mercado de libre competencia, el ajuste en precio y cantidad se hace de forma automática. Pero en la vida real no sucede así.

En este sentido, el salario mínimo es una herramienta de política social porque gracias a dicho umbral se garantiza un nivel de ingresos para toda la población activa ocupada. Del mismo modo coadyuva a corregir cualquier tipo de brecha y desigualdad debido a que se necesita un mayor número de medidas que mejoren la redistribución de la renta generada debido a que son los salarios la parte predominante de renta que entra en nuestros hogares. De esta forma se convierte en un amortiguador de caída ante descensos en el producto interior bruto.

No obstante, las cuantías deben estar sincronizadas con el ciclo económico, de ahí que, en el proceso de revisión (al igual que debería suceder en otro tipo de rentas), no sólo se ha de tener en cuenta la evolución de la inflación medida a través del índice de precios al consumo con el objeto de salvaguardar el poder adquisitivo, sino de la propia tasa de crecimiento económico como medida cercana a la productividad de la estructura económica. De esta forma, las cuantías no alterarían la competitividad de las estructuras empresariales. Además, este procedimiento obligaría a generalizar los procesos de negociación colectiva con un correcto equilibrio de fuerzas, configurándose como una medida necesaria de adaptación a las condiciones imperantes en cada momento del mercado.

Una revisión al alza de esta tipología de ganancias, más allá del nivel comparativo con el resto de países europeos con más altos salarios mínimos y con menores tasas de paro, tienen un impacto positivo y significativo sobre la probabilidad de perder el empleo y consolida aquellos grupos de personas con ocupaciones de baja productividad ante la baja probabilidad que sea compensada con la subida del salario mínimo interprofesional. Incluso hace que el paro friccional sea de menor duración, entendiendo éste como el tiempo que transcurre entre la pérdida de un empleo y la consecución de otro.

Desde un punto de vista estadístico en relación con los países europeos, se muestra que la cuantía del salario mínimo interprofesional no está correlacionada, de forma positiva, con la tasa de paro y sí con el nivel de productividad de la estructura económica. Es decir, en aquellos países con mayor tasa de desarrollo, y por lo tanto productivo, coexisten salarios mínimos interprofesionales más elevados con bajas tasas de paro, no ocurriendo lo mismo en aquellas regiones con menor productividad.

Por ello, cuando se establezca la decisión oportuna de revisión de rentas salariales fuera de la negociación colectiva, debe configurarse como una medida combinada con el resto de la estructura económica para lograr potenciar sus efectos positivos correctores de desigualdad a través de la redistribución de renta. De ahí que sea necesario apostar, de forma paralela, por políticas de desarrollo en materia de innovación que permita hacer que una región sea más productiva de forma estructural y no por causa de la moda del momento.

*Economista

Cuando uno analiza desde la perspectiva microeconómica el mercado de trabajo, en laboratorio, utiliza dos variables: nivel de empleo y salarios. Respecto al nivel de empleo, analizando su otra cara que es el paro, ya no sólo preocupa el volumen, sino su persistencia. Por otro lado, está el salario. En un mercado de libre competencia, el ajuste en precio y cantidad se hace de forma automática. Pero en la vida real no sucede así.

En este sentido, el salario mínimo es una herramienta de política social porque gracias a dicho umbral se garantiza un nivel de ingresos para toda la población activa ocupada. Del mismo modo coadyuva a corregir cualquier tipo de brecha y desigualdad debido a que se necesita un mayor número de medidas que mejoren la redistribución de la renta generada debido a que son los salarios la parte predominante de renta que entra en nuestros hogares. De esta forma se convierte en un amortiguador de caída ante descensos en el producto interior bruto.