CRÍTICA DE CINE

Homenaje al entretenimiento

Fer D. Padilla

Santa Cruz de Tenerife —

- Título: Ready player one (2018)

- Dirección: Steven Spielberg

- Guión: Ernest Cline y Zak Penn (basado en la novela de Cline)

- Reparto: Tye Sheridan, Olivia Cooke, Lena Waithe, Mark Rylance, Ben Mendelsohn, Simon Pegg, T. J. Miller, Win Morisaki, Philip Zhao

Los seguidores de Steven Spielberg y los aficionados al cine en general estamos de enhorabuena. Los frutos del trabajo del realizador durante 2017 y 2018 no finalizaron con Los archivos del Pentágono, una de las más interesantes historias de este último año, sino que ahora recibimos, con los brazos bien abiertos, la adaptación de esta interesante, nostálgica y divertida adaptación que supone el éxito comercial del libro Ready player one.

Spielberg vuelve al cine familiar, al género aventurero que tanto prestigio le ha dado y tanta devoción levanta entre los espectadores. A sus más de setenta años, el director estadounidense, culpable de clásicos como ET: el extraterrestre (1982) o Parque Jurásico (1993), sigue en una envidiable forma a la hora de defender proyectos de esta envergadura y objetivo. Sobresaliente para él, una vez más, pese a haber firmado en los últimos años historias que no lograron captar del mismo modo ese gusto del público que buscaba, como ocurriera con Mi amigo el gigante, hace tan sólo dos años.

Otro aspecto en el que aprueba con nota el realizador de Encuentros en la Tercera Fase (1977) es la elección de un prometedor reparto que pretende adaptarse a la realidad actual, liderado por Tye Sheridan, a quien ya hemos podido ver en muy buenos títulos como Mud (Jeff Nichols, 2012) o Experimento en la prisión de Stanford (Kyle Patrick Alvarez, 2015), y Olivia Cooke, la genial Rachel de aquella genial comedia dramática adolescente con tintes de cine de Sundance que fuera Me and Earl and the Dying Girl (Alfonso Gomez-Rejon, 2015).

En esta ocasión, Spielberg nos sumerge en Oasis, un plano que sirve de excusa para toda clase de anhelo cultural proveniente de la cultura pop, esa que ha marcado las generaciones de las últimas décadas y que nos ha definido tanto como civilización a este lado del globo.

El despliegue de referencias y guiños es absolutamente abrumador, como la novela adaptada demanda, llegando a provocar un saludable empacho de melancolía. Esto pasa por el cuidado y respeto de esos pequeños homenajes que van protagonizando segundo a segundo el metraje de la cinta. Toda gran película, videojuego o incluso música de los años setenta y ochenta, mayormente, encuentra su hueco en un carrusel que, si bien se esfuerza por el seguir el imparable compás de la narración del libro, acaba siendo comprendido por el espectador con facilidad.

Es el espíritu de Oasis: trasladar a la persona que lee o visiona Ready player one a ese pasado que pudo ser mejor, a los recuerdos y las vivencias con las que crecimos y nos convertimos en quienes somos a través de referencias culturales. No hay nada más propio de la tradición pop que construir al individuo mediante el consumo masivo en el que vive inmerso.

El apartado musical es imprescindible a la hora de encajar el film. Guardianes de la galaxia (James Gunn, 2014) abrió la puerta a esa revisión del pop inyectándole melancolía y creando un efecto vintage, por otra parte necesario y obvio.

Sin embargo, no solo la introducción de canciones es más que acertada sino también lo es el trabajo de la dupla formada por Alan Silvestri (Forrest Gump, Regreso al futuro) y John Williams, quien resurge como uno de los dueños y señores de la composición para cine de aventuras de la última mitad de siglo del siglo veinte que ha sido siempre.

No obstante, pequeños errores y lagunas en el guión construyen el único apartado en el que podemos encontrar puntos muy flacos. Obviedades y estupideces que se dan tanto por hecho en el cine de entretenimiento que no son cuidadas del todo y acaban provocando una pérdida de seriedad y credibilidad en la trama, ya de por sí previsiblemente fantástica.

Junto con los desorbitados giros de enfoque en el primer tramo de la cinta, algo que hace que el metraje casi dé vueltas en la cabeza del espectador por momentos, lo cierto es que Ready player one aspira a ser uno de los nuevos clásicos del cine familiar. Pese a que viene avalada y construida por figuras y estudios de lo más relevante de Hollywood, no deja de ser una propuesta más que agradecida para su momento histórico, teniendo en cuenta los títulos, historias y tendencias con los que tiene que competir.

Siendo una producción destinada a cumplir su papel de taquillazo, acaba creando en nuestras vidas ese Oasis que implanta virtualmente en este cuento. Un lugar para soñar, creer absolutamente todo lo que la mente nos ayude a imaginar y, a su vez, una clase de cine y videojuegos de los años setenta a la actualidad.

Al terminar y al igual que Parzival, el protagonista de esta odisea, habremos vivido algo así como habernos pasado un videojuego alucinante lleno de elementos amados por el imaginario colectivo, algo extraño teniendo en cuenta que en la historia habrían pasado casi ochenta años de esos mismos referentes pero a lo que para nada pondremos objeción alguna. Menos aun cuando podemos disfrutar por una vez de recursos inesperadamente maravillosos como por ejemplo, el cine de Stanley Kubrick, de lo que no contaremos más.

El mensaje de Ready player one, muy confuso y confrontado con el otra homenajeada como es Tron, nos hace tener que elegir entre la reflexión de la cinta dirigida por Lisberger en los ochenta, que resumía la preocupación por el gasto masivo del tiempo de los jóvenes en vivir inmersos en los videojuegos o la de Spielberg, cuyo escrito original nos plantea un mundo paralelo en el que somos bienvenidos a aislarnos y convertirnos en quienes queramos. Ready player one es un homenaje al entretenimiento que nos vio crecer. Una película con la que lo harán los que vienen detrás.