El enjambre sísmico registrado este miércoles, 27 de mayo, en los municipios de Vilaflor y Guía de Isora, en Tenerife, donde se localizaron un total de 70 eventos en profundidades comprendidas entre los 7 los 12 kilómetros, es el más fuerte ocurrido en la isla desde el 6 de enero de 2017, cuando se localizó otro debajo del Teide.
Según detalla INVOLCAN, la magnitud máxima registrada fue de 2,5 (2,9, según el IGN, en un temblor que fue sentido débilmente en la población de Adeje con intensidad II) y todos los eventos presentaron características que permiten clasificarlos como volcano-tectónicos, si bien las localizaciones de los hipocentros del enjambre se alejan ligeramente del área más frecuentemente afectada por la sismicidad durante el último año en Tenerife.
Así, señala que el enjambre refleja posiblemente un proceso de presurización del sistema volcánico-hidrotermal vinculado a la inyección de gases de origen magmático en el sistema.
Este proceso, que empezó en el 2016, se manifiesta también por un incremento en la emisión difusa de dióxido de carbono (CO2), emanaciones no visibles al ojo humano en el cráter del Teide desde el pasado mes de noviembre de 2016.
No obstante, la ausencia de deformaciones significativas del terreno hace “poco probable” la implicación directa de un sistema magmático superficial.
En esa línea, el organismo entiende que a corto plazo no se puede excluir que puedan producirse más terremotos de pequeña magnitud aunque “bastante fuertes para ser sentidos por la población” aunque sin capacidad para generar daños.
Por su parte, el IGN considera que la sismicidad de las últimas horas en la isla forma parte de la que “se viene registrando en el interior de la isla en los últimos años, desde que se completó la red sísmica, siendo una de las zonas con actividad casi constante, caracterizada hasta el momento por la ocurrencia de eventos de baja magnitud, relacionados con la actividad volcánica de la isla”.
El IGN añade que la estación sísmica de Adeje, con el sensor de banda ancha situado en un sondeo a 30 metros de profundidad y, por lo tanto, en un muy bajo nivel de ruido, se encuentra a unos 2 kilómetros de la actividad registrada este miércoles, por lo que permite al Instituto hacer un seguimiento de la misma “con total precisión”.