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La 'fiebre' Calatrava en Tenerife dejó otras obras injustificables y de coste disparado

Parte del trencasís de uno de los puentes de la TF-5, caído, junto a pintadas y manchas de humedad.

Álvaro Morales

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Los Puentes de Madison, la obra maestra de Clint Eastwood de 1995 que, para muchos, es una de las mejores películas de amor de la historia, costó 22 millones de dólares americanos de la época, pero recaudó unos 182 y aún sigue dando beneficios. En Guamasa, en La Laguna (Tenerife), hay unos puentes muy distintos que no solo costaron el doble de lo presupuestado hace unos 18 años (todo comenzó en 2006), pasando de 2,082 a 3,9 millones, sino que, encima y como pasa con el Auditorio Adán Martín en la misma isla, su mantenimiento deja mucho que desear, si bien el trencadís, ese mosaico compuesto por pequeños fragmentos de cerámica blanca brillante tan del gusto del arquitecto valenciano Calatrava (autor del citado Auditorio), se ha caído menos que en el famoso y polémico templo del canto de Santa Cruz de Tenerife, que triplicó el gasto previsto, hasta alcanzar los 74 millones.

El Auditorio Adán Martín se inauguró el 26 de septiembre de 2003 y presenta desde hace más de 7 años un estado lamentable por humedades y la caída del trencadrís, tal y como publicó la semana pasada Canarias Ahora. El Cabildo dice que no puede hacer nada bajo el argumento de que hay un conflicto judicializado entre Calatrava y la UTE de las constructoras que se encargaron de su edificación (Acciona, Dragados y Promotora Punta Larga), aunque es difícil encontrar enlaces que lleve a fechas, novedades, declaraciones o resoluciones sobre ese conflicto. El triplicado coste del Auditorio ya fue más que polémico en su momento en Tenerife, lo que sigue hoy en boga por el estado actual de una obra emblemática que presenta un estado impropio de ese gasto y de la relevancia del principal referente cultural hoy en la Isla, con una programación de reconocimiento internacional y numerosos turistas fotografiándolo cada día.

Sin embargo, parece que la moda del “ponga un Calatrava en su vida” que tantas ciudades y regiones del mundo han secundado dejó huella en Tenerife, incluso cometiendo los mismos errores de mantenimiento, exceso de gasto y difícil justificación del coste en beneficios. Es el caso flagrante, por ejemplo, de los dos puentes que se crearon en Guamasa en aplastante imitación del auditorio y que se usan desde septiembre de 2009 sin que aún nadie del Gobierno regional y del Cabildo, las administraciones responsables, hayan dado una explicación convincente de por qué se usó el célebre tencadrís, por qué se produjeron tantos problemas en su creación, tantos retrasos, errores de cálculo, por qué se duplicó el gasto y por qué presentan desde hace mucho tiempo un estado triste de absoluta desidia y nulo mantenimiento, tal y como evidencian las fotos que acompañan a este texto, obtenidas la semana pasada.  

Más de tres años para construir dos puentes

El sobrecoste hasta casi los 4 millones, de los 2 inicialmente presupuestados, se debió a errores de cálculo en la estructura y seguridad, después de licitar los trabajos el 6 de marzo de 2006 y comenzar, nada menos, que en mayo de ese mismo año, por lo que se tardó casi tres años y medio en terminarse por los distintos retrasos y obstáculos surgidos.

En su momento, y ante las críticas de las respectivas oposiciones del PSOE en el Cabildo y en el Ayuntamiento lagunero, que creían innecesario un gasto así y que los puentes podían haber sido mucho más baratos e igual de funcionales, los gobiernos insular y local de CC argumentaron que formarían parte de la gran rambla en la que se convertiría la autopista en esta zona, por donde iba a discurrir, de forma paralela y en la franja más cercana al aeropuerto de Los Rodeos (Tenerife Norte), el futuro tren de esta comarca, si bien la semana pasada la presidenta del Cabildo, Rosa Dávila (tras la vuelta de CC al poder), dijo que prefiere prolongar el tranvía de La Laguna a Tacoronte y desechar, al menos en esta parte, el tren. 

Por supuesto, esa gran rambla sigue esperando. Eso sí, al menos los puentes se hicieron de forma que un tren (y se supone que un tranvía también) fuese compatible en el futuro y no hubiera que tirarlos, aunque sea parcialmente, para que pudieran pasar por debajo o al lado.

Al principio, estos puentes correspondían al Gobierno regional, pero se los entregó al Cabildo, que optó por los mosaicos (un 10% del total del gasto) pese a las dudas de los vecinos y sus críticas por no apostar por estructuras más baratas y funcionales que, al menos, no se retrasasen casi tres años y medio.

Pasados ya casi 15, los flamantes puentes presentan numerosas pintadas (algunas borradas parcialmente), tramos con el tencadrís caído (aunque mucho menos que en el Auditorio, como que usaron mejores materiales para la adhesión o, al menos, compactuna en el nivel adecuado), buena parte de los mosaicos manchados por un canelo oxidado marca del paso del tiempo, zonas afeadas por el escaso o inexistente mantenimiento y la sensación aplastante de qué necesidad había de hacer algo así, por mucha escultura-auditorio que estrenase poco antes la Isla con el apellido de Calatrava y el nombre del político Adán Martín.

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