Pedro Sánchez entusiasma en Tenerife con la idea central de un PSOE que “no acerque a la derecha”

El precandidato a la Secretaría General del PSOE Pedro Sánchez, durante el mitin con afiliados y simpatizantes en La Laguna. EFE/Cristóbal García

Román Delgado

La Laguna —

“Pedro, Pedro, Pedro...”, y esta vez no era un grito apasionado que conectaba con el apellido Almodóvar. Tampoco estuvo por los alrededores del Espacio Cultural Aguere, en La Laguna (Tenerife), la actriz Penélope Cruz. Ese amor y esa pasión sintetizados en un sencillo nombre de pila, en Pedro, solo tenía que ver con el otro Pedro, el de apellido Sánchez y el hoy principal obstáculo para que Susana Díaz, la candidata del aparato socialista, “la que acerca el PSOE a la derecha”, no se encumbre como secretaria general en las primarias que casi con seguridad se celebrarán en la segunda mitad de mayo próximo.

Sí, Pedro Sánchez estuvo esta tarde noche de martes en la ciudad de La Laguna, un municipio en el que el PSOE está hecho trizas, y en esta plaza, en este ruedo, Sánchez se llevó todos los trofeos: llenó hasta la bandera, y más, con en torno a 800 militantes y afines ansiosos de mensajes de izquierdas con marca PSOE; con puños alzados y canto común de La Internacional, esto al final, y con para muchos la idea en la cabeza de que el cambio, el triunfo de los que seguro no quieren que llegue la “dirigencia”, aún es posible.

Había ganas y solo bastó un mensaje nítido, transparente y directo para apabullar desde el público con el sonido de las palmas. Sánchez no dejó pasar la oportunidad y se refirió a “la foto del domingo” con Susana Díaz arropada por una tropa de históricos. En esa imagen, en esa instantánea, Sánchez vio su propio ideario: “Compañeros que con 35 años menos hoy estarían aquí, luchando con nosotros por otro PSOE”. Este fue uno de los dardos contra los muchos barones que arropan a Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía.

En La Laguna hubo un Sánchez con fuerza y a veces con síntomas de seguir dolido, pero siempre con gran afán didáctico. Así descargó toda su artillería contra la otra parte, contra el proyecto de futura secretaria general que ha ideado el aparato con el apoyo de parte del poder económico y de algunos medios de comunicación. Esa opción, sostuvo Sánchez, no es la de la militancia, pero sí la que él propone, a saber: la claramente enfrentada a la opción de la “dirigencia”. 

Sánchez insistió una y otra vez en que él es el defensor de la militancia y de los derechos de esta, entre los que destacó como el principal la elección del líder del partido, porque, añadió, este es el PSOE del siglo XXI, aquel en el que el voto al candidato Sánchez es la verdadera opción de la militancia.

El que hasta octubre pasado fuera secretario general del PSOE, cuando se vio obligado a dimitir por falta de apoyos en el Comité Federal de su partido, se mostró partidario de pasar esa página y de imprimir una nueva, que debe ser la que resulte de votar por su propuesta política, la del voto a la izquierda real y la del poder de la militancia, volvió a subrayar. O si se prefiere, la que termine reponiéndolo al frente del PSOE.

Sánchez, en todo momento muy duro con el PP, la derecha, Rajoy y los poderes económicos y de la comunicación que no quieren una opción verdadera de izquierdas, planteó la disyuntiva entre los modelos socialdemócratas holandés y luso, y dijo preferir el segundo, que es la solución para España si se quiere un presidente de izquierdas, también con el apoyo de otras fuerzas de izquierdas. 

“Esta es mi apuesta, no la holandesa”, que se unió con la derecha, como pretende el bloque de Susana Díaz, y en estas últimas elecciones en ese país prácticamente han desaparecido del mapa. Más claro, el agua: antes la izquierda que el centro y ni por asomo la derecha. O sea, que “no es no” y el “sí es sí” de esta campaña electoral interna es el camino hacia un proyecto de izquierdas más puro. Llegado a este punto, Sánchez se preguntó: “¿Cómo va a ser el PSOE un partido ganador...?”. También dio la respuesta: “Nunca unido a la derecha”. 

Entonces Sánchez forzó un momento clímax en la sala: “Que expliquen por qué se abstuvieron los de la candidatura de la abstención”. Que lo explique Susana Díaz, los barones socialistas e incluso la Gestora federal. Otra vez con la claridad del agua que sí parecía cristalina.

De esta secuencia de mensajes, eslóganes y reflexiones que condujeron hasta la mitad del mitin, Sánchez paso a ceñirse algo más al guión establecido e inició la explicación de su decálogo de soluciones. Seguro que habló de todos esos diez puntos, pero solo se acordó de enumerar los dos primeros. Los demás cayeron sin saberse muy bien cuáles eran, atropellados, pero en el alboroto de alegría eso ya poco importaba, porque lo que sí estaba claro que Sánchez no iba a dejar atrás era su referencia a los tres principios de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad, valores que resucitó y convirtió en adelante en santo y seña de su discurso.

De aquí al final, todo fue fiesta, ansia de victoria y entrega plena, o casi, de los asistentes, que no dudaron en alabar la figura de Sánchez, en besarlo, en abrazarlo, en aplaudirlo, en motivarlo y en sacarse fotos y más fotos con él, vídeos y más vídeos.

Luego, la salida del recinto no fue menos cariñosa, pero sí igual de lenta y de entorpecida. Sánchez triunfó con un discurso de izquierdas en La Laguna, donde su PSOE está más dividido que nunca y quizá sea este el ejemplo más preciso, perfecto, de cómo es hoy su propio partido. 

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