De cómo Santa Cruz de Tenerife se convirtió en ciudad de propaganda y exaltación del franquismo
Tenerife fue escenario de los preparativos de la sublevación militar liderada por Franco desde su designación como comandante general de Canarias en marzo de 1936. El historiador Ángel Viñas ya ha apuntado que la muerte del general Balmes, en Gran Canaria, fue clave para que diera comienzo la Guerra Civil española. Las investigaciones del libro El primer asesinato de Franco apuntan a que su muerte fue la pieza final que faltaba para iniciar la sublevación ya que él no quería participar en este levantamiento. Hasta esta isla viajó Franco para asistir al funeral del militar y después partir hacia Tetuán desde el Dragón Rapide e iniciar el golpe de Estado . La isla de Tenerife, residencia de Franco en aquel momento, se convirtió de este modo en “una referencia en la cartografía de los emblemas de la Victoria en el momento en el que avanzó la supremacía del bando rebelde”. Así se recoge en el Catálogo de Vestigios Franquistas de Santa Cruz de Tenerife, un trabajo de documentación histórica sostenido en estudios, información de la época y elaborado por la catedrática de Historia Maisa Navarro, junto a los doctores expertos Ricardo A. Guerra Palmero y Yolanda Peralta Sierra.
En el estudio se evidencia que la ciudad de Santa Cruz de Tenerife y por extensión la isla ha reunido “la mayor concentración de monumentos del país desde el punto de vista de la extensión física del territorio”. El fenómeno obedece al mecanismo propagandístico desencadenado desde fechas tempranas y durante la guerra en algunas ciudades que conformaron la geografía selecta de los puntos estratégicos de la sublevación militar. Entre ellas destaca Burgos, Pamplona, Sevilla, Salamanca o Valladolid, así como Santa Cruz de Tenerife. El catálogo dado a conocer esta semana y al que ha tenido acceso Canarias Ahora recuerda que cuatro escenarios fueron los escogidos en Tenerife para exaltar la propaganda del régimen, entre ellos, la capital tinerfeña, que ha concentrado los dos ejemplos de mayor envergadura que han perdurado en el tiempo: se trata de la explanada del acceso al puerto y la encrucijada entre la Rambla de Santa Cruz (antes Rambla del General Franco) y la Avenida de Francisco La Roche, (ahora se propone eliminar esta denominación). Junto a las exaltaciones que se levantaron en la ciudad, se mencionan otros escenarios donde ya no perviven estos vestigios franquistas: Las Cañadas del Teide y el lugar de Las Raíces en La Esperanza (actual municipio de El Rosario).
Navarro, Guerra Palmero y Peralta insisten en que “la participación de distintos sectores próximos al general Franco en su cargo de comandante militar de Canarias con residencia en Tenerife suscitó la temprana proliferación de una serie de iniciativas para obtener toda clase de reconocimientos y honores”. Al mismo tiempo, se propuso un buen número de monumentos consagrados a la figura del general Franco en el Teide (1936), a los caídos de la guarnición de Tenerife en Santa Cruz de Tenerife (1943-47), al sitio de Las Raíces en el municipio de El Rosario (1936), o al General Franco en Santa Cruz de Tenerife (1964). No obstante, la principal y más antigua reivindicación fue el reconocimiento de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife como “capital del Alzamiento”. De esta forma consta en un acuerdo de la Comisión Gestora del Cabildo de Tenerife, que no aceptó la primera propuesta de que se designara a Valladolid para ostentar ese reconocimiento. En ese documento se argumentó que “corresponde dicho honor a Santa Cruz de Tenerife, en cuya localidad se inició el Movimiento Nacional en la madrugada del dieciocho de julio último y se firmó por el glorioso General Franco el manifiesto en que daba cuenta al país de su patriótica decisión”.
El acta de la Comisión Gestora del Cabildo de Tenerife data en el día 17 de diciembre de 1936 y en la misma fecha se incluye un acuerdo en el que se propone iniciar un expediente para “recabar la información acerca de todas las contribuciones realizadas por Tenerife tanto al ejército como a otras actividades asistenciales y benéficas e incluir la nómina de soldados procedentes de la isla fallecidos en la guerra”. El objetivo era “ofrecer un homenaje a Franco reuniendo en un folleto toda la relación de iniciativas llevadas a cabo durante el periodo de la guerra, incluyendo aportaciones en metálico, donativos, cooperación y dejar constancia de los entusiasmos de las juventudes tinerfeñas que, voluntariamente, o en reemplazos movilizados, han ofrecido su sangre a la Patria”, se recoge en los documentos que aporta el catálogo de vestigios. En otra de las actas se hace alusión a la propuesta de honores militares con rango de capitán general a la Virgen de La Candelaria, que “se asocia a la utilización que habían hecho sectores militares y de Falange desde el mes de julio de 1936 y durante la guerra, en diversas conmemoraciones, en las cuales la imagen de la patrona de la isla había tomado parte”.
Como contexto histórico de la labor de propaganda que se realizó en la isla de Tenerife y en especial en la ciudad, se menciona en este estudio la constitución del Mando Económico de Canarias, creado el 5 agosto de 1941 con el nombramiento del general Ricardo Serrador Santés, que se presentaba como “héroe de la campaña del Alto del León”. A su muerte en 1943 se designó al general García-Escámez e Iniesta, “también héroe militar, en este caso en el puerto de Somosierra”.
Un circuito de emblemas memoriales
Las historiadoras destacan que desde el periodo de la República Española (1931-36) sectores de Falange Española realizaron aproximaciones al Régimen Fascista en Italia, por lo que establecieron contactos con Mussolini, cuyos emblemas y actividades propagandísticas cobraron forma en las acciones desarrolladas por este grupo político en las vísperas de la Guerra. Tras el golpe de Estado, la arquitectura adquirió un valor simbólico de primer orden, “tanto por la exaltación del dictador y de algunas de las principales personalidades del Régimen, como de la Victoria, los caídos y los organismos de la dictadura y el partido único, FET-JONS, que actuaban en materia de vivienda”. De hecho, la vivienda se convirtió en uno de los objetos de propaganda y captación de adhesiones de la dictadura, “como exponente de su obra social”. Los objetivos principales que se resaltan con esta política son los de propagar la participación en la Guerra Civil, condenar a amplios sectores de la sociedad y contribuir a escribir la historia “para que sirviera de apoyo al nuevo orden establecido tras la contienda”.
Primero, las actuaciones consistieron en sustituir la memoria democrática de la República, cambiando calles, pero también con la construcción de monumentos y espacios memoriales. El catálogo de vestigios refleja que se logró configurar un escenario urbano con un buen número de referentes en zonas amplias “reconvertidas en escenografías de fuerte impronta castrense, con un aire de campamento militar en distintos ámbitos”. En total, se pueden considerar elementos que incumplen actualmemente la Ley /2007 de Memoria Histórica el Monumento a los Caídos en la Plaza de España (1943-1947); el Puente del General Serrador y Mercado de Nuestra Señora de África (1943); la Barriada de García-Escámez (1945); el Monumento a Franco en la Rambla de Santa Cruz (1964- 67); el Barrio de la Victoria o el Barrio del Marqués de Somosierra.
El Monumento a los Caídos fue uno de los episodios centrales de “todo un programa de imposiciones” que transformó la ciudad entera en un escenario de referentes militares ocupando las principales vías programadas por el planeamiento de la República. La plaza principal de la capital era un emblema de la ciudad del siglo veinte con sus equipamientos civiles propios del nuevo régimen competencial derivado de la República. Una plaza que pasó a ocuparse por el complejo a los Caídos “revirtiendo así su noción recién conquistada de civilidad para convertirse en el principal referente de la acción militar que condujo a la guerra”, explica el estudio.
Por otro lado, el Mando Económico se atribuyó como suya la prolongación de la ciudad al lado sur del barranco de Santos, que había sido programada durante la República a través de su proyecto de alineaciones. Se trataba de un nuevo equipamiento de mercado y un programa de viviendas sociales, que después dio lugar al fragmento memorial al general Serrador, que incluye el puente, el mercado municipal, la promoción de viviendas obreras y la residencia de oficiales también construida en la rambla lateral este del mercado. La proyectada promoción de viviendas obreras comenzada durante la República en la Vía de enlace (actual Avenida 3 de Mayo) fue continuada con una promoción del Instituto Nacional de la Vivienda en la conocida como Barriada de la Victoria. El complejo se llamó Barriada de García-Escámez y de Somosierra, “núcleo en el que se ha dado la más compleja implicación patrimonial en la ciudad al utilizar el templo construido para prestar servicio a la comunidad de los habitantes del barrio como enterramiento del general”, detalla el catálogo, que ahora dictamina la necesidad que los elementos monumentales de los leones y las lápidas conmemorativas que contienen sí que “deben ser retirados” del espacio público.
Cierra el circuito de emblemas memoriales a “la victoria” el Monumento al Caudillo, que se ubicó en solares de propiedad militar cedidos al ayuntamiento de la capital en la confluencia de la que entonces se denominaba Rambla del General Franco y de la Avenida de Francisco La Roche que conduce hasta la Plaza de España y el Monumento a los Caídos. “Este es el exponente más exacerbado de adulación eufemística al personificar al general Franco como figura idealizada de un joven cruzado presentando su espada sobre la figura de un arcángel que levanta el vuelo desde la cima de la isla”.
Mientras que en otros monumentos los expertos proponen eliminar elementos de exaltación y adecuarlo a la Ley de Memoria Histórica, en el caso del conocido como monumento a Franco no existen dudas de que debe ser retirado para cumplir la ley y por respeto a las víctimas del franquismo. El documento concluye que “el eventual mérito técnico y artístico de las piezas escultóricas no permite evitar su retirada debido a que resulta inviable su contextualización, teniendo en cuenta el código de sacralización asociado a la figura del dictador y la colección de falsos argumentos históricos y simbólicos desarrollados en el conjunto”.
Vestigios que aún perduran
Santa Cruz de Tenerife ha sido noticia en las últimas semanas por su retraso en adecuarse a la Ley de Memoria Histórica. Además del Monumento a Los Caídos, el Monumento a Franco o los elementos franquistas en el Mercado de África, el catálogo de vestigios impulsado por la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias, dependiente de la Consejería de Educación y Cultura, ha desvelado que en la ciudad aún existen casi 80 huellas del franquismo, entre las que se incluyen calles, bustos, esculturas, nombres de colegios además de honores y distinciones. El alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, ha polemizado esta ley asegurando que recurrirá este catálogo pues considera que se ha estigmatizado a la ciudad al no incorporar este catálogo los vestigios de los 88 municipios de Canarias, que en su mayoría sí han ido adecuándose a la Ley y no cuentan con monumentos a Franco como esta ciudad. El viceconsejero de Cultura, Juan Márquez, ha insistido en que “lo que estigmatiza a una ciudad es tener una estatua de Franco en sus calles”.
*Franco partió a Tetuán en el Dragón Rapide desde Gran Canaria.
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