Había leído muchos libros y menciones en internet y a sus 23 años creía que estaba preparada para tener un parto natural en casa sin necesidad de asistencia médica de ningún tipo, solo con la poca ayuda que le podía proporcionar el padre de la niña, 34 años mayor que ella, que no tenía conocimientos al respecto. El tipo de alumbramiento escogido: el loto, el menos invasivo a su juicio y por el que ni siquiera se corta el cordón umbilical.
La madre dijo ante la jueza que pensó que el bebé dormía y por eso no le dio de comer. La recién nacida, sin embargo, moría a las pocas horas debido a que no se había limpiado correctamente el líquido amniótico que la cubría y que habría aspirado.
La teoría de que la muerte de la pequeña se debió a una imprudencia, fruto de la ignorancia, es la que sostiene la defensa de Sara M., que se enfrenta a 18 años de prisión, junto al padre biológico de la pequeña, Jacinto S., por lo que la Fiscalía considera un asesinato.
El Ministerio Público acusó a ambos padres de no haber atendido a la recién nacida, no haberle aspirado las secreciones, ni alimentado, ni abrigado en todo el día. Tras el procedimiento llevado a cabo por el Juzgado de Instrucción número 2 de San Bartolomé de Tirajana, concluyó que, poco a poco, los progenitores observaron cómo su respiración era más tenue y al día siguiente, “cuando ya estaban totalmente seguros del fallecimiento del bebé, acudieron al Centro de Vecindario, donde sólo pudo ya certificarse la muerte”.
“Tenía ilusión de ser madre”
La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Las Palmas ha iniciado este lunes el juicio oral ante jurado de los dos encausados, que aseguraron en todo momento que tenían intención de cuidar a la niña y que no tenían conciencia de que ésta pudiera morir. “Tenía mucha ilusión de ser madre”, expresó Sara M., cuyo abogado puso de relieve que se crió con su padre tras sufrir maltratos por parte de su progenitora.
La acusada negó haber ocultado el embarazo, mientras que el padre, que dudaba de su paternidad hasta que obtuvo las pruebas de ADN, reconoció no haberlo dicho, porque no quería que su mujer se enterara. Respecto a su relación con Sara M., aseguró haberla ayudado a salir de un noviazgo tormentoso, para luego ofrecerle limpiar su casa y ser su “compañero de piso”.
Ambos acusados contradijeron en diversas ocasiones las versiones que dieron durante la Instrucción, especialmente las referentes al momento en que se percataron de que la pequeña no se encontraba bien. Si Sara M. alegó que entonces estaba en shock, Jacinto S. atacó a la fiscal y la acusó de ser “inquisitorial”, manifestando que se habían manipulado sus declaraciones.
Durante su comparecencia, Sara M. dijo haberse enterado de que esperaba una hija cuando ya se encontraba de siete meses de embarazo y aseguró que había decidido dar a luz en casa, después de tener una mala experiencia con la profesional que le hizo la ecografía.
Según relató, la acusada preparó una colchoneta gruesa para hacer deporte, toallas, ropa de bebé... lo que consideró como “indispensable” y limpió la casa para el parto, que fue de cuclillas, por lo que necesitó la ayuda de Jacinto M. para agarrar a la pequeña cuando salió del útero materno.
Sobre los motivos por los que no se puso en contacto con ningún profesional o matrona que estuviese pendiente por si surgían complicaciones, respondió que estaba segura de que todo “iría bien”. No recordó bien si se quedó recostada con la niña en brazos en la colchoneta o sobre la cama, pero la fiscal resaltó que luego no pudo llegar a amamantar a la niña, porque no le cortaron el cordón umbilical a la espera de que saliera la placenta.
La pequeña, recordó la encausada, lloró al nacer y más adelante se durmió, motivo por el que no la alimentó. Aunque ambos progenitores aseguraron que la bañaron y uno le calentó leche de vaca, la madre insistió en que estaba esperando a que el bebé despertara para darle de comer. No habían comprado un biberón, tampoco contaban con cuna, ni con chupete, tan solo con un capazo.
Si el parto fue a las 10.00 horas de la mañana del 1 de mayo de 2015, no fue hasta las 23.00 cuando dijo haber expulsado la placenta, que colocó en una bolsa de supermercado. “Yo no vi peligro, si lo hubiera visto, hubiera reaccionado”, insistió. Por otro lado, reconoció haber llegado a llorar por la noche y que “estaba preocupada”, porque la recién nacida no abría los ojos, pero añadió que “no sabía que se moría”. Su compañero, añadió, le espetó que no pasaba nada y que estaba exagerando, algo que él no recuerda que ocurriera.
A la mañana siguiente no llamaron a emergencias, sino que relataron que al notarla fría y verla morada cogieron un taxi y la llevaron al Centro de Salud de Vecindario, donde certificaron su muerte.
“Ella es naturista”
El relato de Jacinto S. coincidió en gran parte con el de la encausada, de la que dijo respetar sus decisiones, ya que “yo no participo en nada, es ella la que se hace cargo”. De hecho, admitió haberla dejado sola con el bebé en dos ocasiones para tomar un café, comprar fruta y un boleto de lotería, porque “pensé que era mi día de suerte”.
Durante un momento, el acusado aseguró que llegó a convencer a Sara M. de dar a luz en el hospital, pero tras pasar consulta cambió de opinión. Definió a la acusada como naturalista, que “sabe montón de plantas” y “muy espiritual”.
“Miedo a los médicos”
Dos de los guardias civiles que fueron llamados a declarar como testigos coincidieron en resaltar que, cuando llegaron al Centro de Salud de Vecindario y se entrevistaron con los padres del bebé ya fallecido, la madre les confesó que a las 3.00 horas de la madrugada se había dado cuenta de que la niña no respondía.
Cuando le preguntaron los motivos por los que no había llamado entonces a los servicios de emergencia, aseguraron que respondió que le tenía “miedo a los médicos”. Entonces, Jacinto M. no se reconoció como el padre de la recién nacida y solo dijo que compartía piso con Sara M.
Uno de los agentes, además, afirmó haber visto a la madre con actitud “tranquila” en el Centro de Salud, algo que no le pareció normal.
Durante el juicio se puso sobre la mesa una carta enviada desde prisión por Sara M. a Jacinto S. en la que menciona que a las ocho de la tarde había notado problemas en la niña. Sin embargo, la acusada alegó que cuando la escribió se encontraba en estado de shock. Las defensas piden la libre absolución o una pena mínima a la madre, por imprudencia.