Mucho más que playa en Sal, la joya turística de Cabo Verde
La primera impresión que da Sal desde el aire es que lo único que hay por hacer en la isla es ir saltando de playa en playa y nada más. Aún así, este pequeño pedazo de rocas y arenas es el destino más visitado de Cabo Verde. Las playas y los deportes acuáticos (es uno de los mejores lugares del mundo para la práctica del kite surf) son el principal atractivo de un trozo de tierra que apenas mide 30 kilómetros de largo y 12 en su punto más ancho. Una peña pequeña y chata que, con sus 400 metros de altura en el Monte Grande, no llega a alcanzar las corrientes de aire húmedo que llegan desde el centro del Atlántico. Por eso fue la última de las islas de cabo Verde en tener población apreciable, más allá de los pocos pescadores y trabajadores de las salinas que la habitaban antes de que llegara el nuevo maná del Turismo. Sal. Es la clave que la explica y que está en su propio nombre. La abundancia y calidad de la sal de la isla se conocían desde tiempo ha, pero las Salinas de Pedro Lume empezaron a explotarse comercialmente a principios del XIX. Fue el inicio de la historia de la isla; la única del Archipiélago que no cuenta con fuentes de agua dulce.
El panorama puede que no sea demasiado propicio para los viajeros y viajeras con inquietudes. Pero Sal es mucho más que sus fantásticas playas y su casi omnipresente viento caluroso. Por lo pronto, su aeropuerto (que se construyó como punto de escala intermedio transoceánico en los tiempos en los que el avión era incapaz de volar desde Europa a Sudamérica en un solo salto) es la principal puerta de entrada al país y destino de la mayoría de los vuelos que llegan desde el Exterior. Y eso hay que aprovecharlo. Si quieres tostarte al sol, hacer wind o kite y ponerte las gafas y el tubo, aquí tienes un pequeño paraíso terrenal en el que el sol brilla prácticamente los 365 días del año. Pero si quieres algo más, puedes dedicarle a Sal dos o tres días antes de seguir por algunas de las otras islas que forman este desconocido pero maravilloso destino.
La primera pregunta es ¿se puede explorar la isla por tu cuenta sin acudir a excursiones programadas? La respuesta es sí. El transporte público es limitado y conecta, de manera irregular –los horarios rara vez se cumplen-, las pocas poblaciones estables que existen. Los Aluguers son pequeñas camionetas que van y vienen conectando los pueblos y ciudades. La parada principal en Espargos se encuentra en la Calle Cinco de Julio y en Santa María se mueven, principalmente, por las calles Almicar Cabral y la zona de resorts. El precio del Aluger (o Hiace) depende del número de kilómetros que vayas a recorrer. El precio ronda los 100 escudos caboverdianos cada 5-7 kilómetros (depende de si la ruta está asfaltada o no) –unos 90 céntimos de euro-. Los Aluguers llegan sólo a los pueblos y ciudades: Espargos; Palmerira; el Aeropuerto y la ruta hasta Santa María. Para ver otros lugares deberás recurrir al Taxi (para que tengas una idea, el trayecto entre Santa María y el Aeropuerto (17 kilómetros) cuesta unos 1.500 escudos -14 euros-. La mejor opción es alquilar un coche, una moto o un quad (las distancias hacen posible esta opción más aventurera). ¿Es aseguro conducir en Sal? No es complicado. Eso sí, los alquileres de coches de gama medio-baja rondan los 50 euros al día.
QUE VER EN SAL.- La lista es más larga de lo que puedes pensar por el pequeño tamaño y la configuración geográfica de la isla. Espargos cumple el rol de capital aunque no es más que un pueblo no muy grande de casitas bajas pintadas de colores chillones. Y no es muy bonito, la verdad. Pero tiene una animada vida callejera y algunos mercados interesantes para ver. Te guste más o menos, esta localidad ocupa la zona central de Sal y alberga el nudo de comunicaciones por carretera de toda la isla, por lo que vas a tener que pasar por aquí varias veces al día. Aprovecha para ver su iglesia azul, el Mirador del Monte Curral y tomar un café o la deliciosa cerveza local en algún bar. Camina por sus calles y mira. A pocos kilómetros de la ‘ciudad’ está Palmeira, una pequeña población de pescadores que alberga el único puerto de Sal y que con sus casitas de colores y calles de piedra y arena tiene un toque colonial encantador; un puerto que se llena de vida a primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde, cuando se van y vuelven los pescadores. Estas dos poblaciones, junto a la urbanización turística de Santa María, son los únicos puntos de la isla que pueden considerarse pueblos. Las carreteras asfaltadas comunican estos tres puntos y, hacia el este, las tres casas que rodean una pequeña Ermita para formar Pedra de Lume. En sentido estricto, esta aldea situada junto a las laderas de un volcán extinto forman el ‘barrio histórico’ de Espargos (de la que dista apenas cinco kilómetros), ya que fue aquí dónde se asentó la primera colonia estable de la isla (aspira a ser Patrimonio Mundial de la UNESCO) al inicio del siglo XIX.
El Cráter de Pedra de Lume tiene la particularidad de tener su suelo varios metros por debajo del nivel del mar. Por eso está parcialmente inundado y, desde siempre, fue fuente de sal de primerísima calidad. Las salinas son la atracción turística patrimonial e histórica más importante de Sal; un lugar que dio nombre a la propia isla y que aún hoy sorprende. Los turistas vienen y se dan un baño en sus aguas ultra salinas para flotar a gusto. Pero este lugar dice mucho más que eso. Lo primero es que es uno de los mejores ejemplos de explotación salina preindustrial del mundo. Desde este lugar se exportaban toneladas de oro blanco hacia Portugal, Brasil y las colonias lusas en África. Según nos contaron, estas salinas fueron uno de los últimos reductos del esclavismo portugués. Junto al antiguo embarcadero hay una muy buena playa, arrecifes que descubren praderas de algas en la bajamar –casi la única opción que la roca y el sol dan al verde más allá de un jardín botánico privado- y los antiguos almacenes de las salinas (en uno de ellos hay un restaurante estupendo).
Camino del norte.- Más allá de Espargos, el asfalto desaparece y el páramo toma el protagonismo absoluto del paisaje. A esta parte de la isla la llaman El Desierto. Las temperaturas son tan altas que hasta se produce un espejismo. Al lugar lo llaman Terra Bona (tierra buena) por la ilusión de un lago de agua al que nunca se llega porque, sencillamente, no existe. El punto culminante de cualquier excursión hacia el norte es Buracona, un lugar en el que un tubo volcánico se encuentra con el mar creando bufaderos (lugares dónde el mar bate con intensidad), un canal de aguas tranquilas y lagunas subterráneas que pueden verse desde las alturas gracias al hundimiento del techo del antiguo tubo. A este lugar lo llaman la The Blue Eye. Nos recordó a los famosos Jameos de la isla canaria de Lanzarote. Si vas con coche 4x4 de alquiler una buena opción para completar la visita de esta parte de la isla es acercarte a las faldas de Monte Grande, el pico más alto de Sal.
¿Y las playas? Por supuesto que hay que ir a la playa. Una de las ventajas de ir con coche de alquiler (al menos un día) es que uno puede intercalar chapuzones entre visita y visita. Las distancias son muy pequeñas y los trayectos no duran más de 15 ó 20 minutos. Un ejemplo es combinar la visita a Pedra da Lume con Shark Bay. Esta zona de la costa es un pequeño arrecife de origen volcánico con aguas someras ideales para ponerse las gafas y el tubo. En esta zona es fácil ver tiburones limón, una especie inofensiva que se acerca tanto a la costa que merodea sin problema alguno entre los pies de los bañistas (no te olvides de llevar escarpines de roca). Ahí mismo, en Baia da Parda tienes uno de esos playazos que hacen famosa a la isla. Las playas abundan y son preciosas; pero también son muy ventosas. La más resguardada es Santa María, justo al extremo sur de la isla y dónde se concentra la mayor parte de la oferta turística de la isla. En los últimos años, Sal se ha convertido, junto a Fuerteventura y Tarifa, en una de las grandes mecas del kite surf mundial. A dos pasos de santa María tienes dos lugares ideales para la práctica de este deporte náutico: Ponta do Sino, donde se concentran buena parte de las escuelas para principiantes, y Ponta Preta, dónde van los que ya se manejan con soltura.
Otra actividad que combina playa y naturaleza es acudir a los santuarios de tortugas que hay en la isla. La organización Turtle SOS ofrece paseos temáticos por las principales zonas de cría de estos fantásticos animales. La mejor zona para ver tortugas es el trozo de litoral que va desde Santa María a Ponta da Fragata, en la fachada este de la isla; un área que en los últimos años ha registrado récords de desove y nacimientos de Caretta caretta, la que nosotros llamamos como Tortuga Boba. Otra OGN, Projeto Biodiversidade y BIOS CV, custodia nidos y se asegura de la supervivencia de los tortuguinos antes de que estos se internen en el mar, una pequeña trampa en el proceso de reproducción natural perfectamente aceptable para garantizar la recuperación de esta especie. Ten en cuenta que la temporada de tortugas en Cabo Verde tiene su pico de desove en julio y agosto mientras que los nacimientos se producen unas siete semanas y media después, aunque ligeros cambios de temperatura pueden retrasar el acontecimiento (septiembre-octubre-noviembre).
Fotos bajo Licencia CC: Ian Simpson; Mike Mirano; Rob Oo; Greg Roodt
0