Un viaje hasta el Inle: el hogar de los hijos del lago

Un pescador Intha demuestra sus habilidades.

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Los hijos del lago parecen bailar cuando pescan a bordo de sus largas canoas de madera. Con uno de sus pies firmemente hincado en la estrecha y bamboleante embarcación, la otra pierna abraza con firmeza el remo que va y viene rítmicamente empujando la barquichuela de manera suave y sin pausa. Con un movimiento casi imperceptible. El baile se completa con la red. Sin perder el equilibrio, el pescador lanza la trampa al agua con certeros movimientos de brazos. Todo con una plasticidad notable. Un verdadero espectáculo centenario que sólo se interrumpe cuando pasa cerca alguna de las barcas a motor que cruzan permanentemente las aguas del Inle. Este es un escenario imponente. Un lago de aguas calmas enmarcado por las montañas del Estado de Shan. Riveras cuajadas de aldeas de palafitos, monasterios, enormes pagodas budistas y campos de cultivo flotantes en los que intha, los hijos del lago, trabajan para completar la base de su economía tradicional. En los últimos años el turismo se ha sumado a la ecuación. Y aunque se han producido muchos cambios, el Lago Inle sigue siendo uno de los lugares que hay que ver sí o sí cuando se viajar por la antigua Birmania (Myanmar).

Cómo llegar al Lago Inle.- El aeropuerto más cercano es el de la ciudad de Heho (a poco más de 35 kilómetros del extremo norte del lago). Desde este aeródromo operan las compañías Air Mandalay (conexiones con Mandalay, Nyaung-u, Thandwe y Rangún -Yangon-); Myanmar Airways (Kengtung, Lashio, Mong Hsat, Nyaung-u, Tachilek y Rangún) y Yangon Airways (Mandalay, Thandwe y Rangún). Un billete de ida en vuelo regional cuesta entre 80 y 120 euros. El precio del taxi desde Heho hasta el lago ronda los 15 euros. Otra posibilidad desde Rangún es el tren. Se puede viajar desde Rangún y desde Mandalay. En el primer caso, hay que hacer transbordo en la ciudad de Thazi (16 horas) para después tomar otro tren hasta Kalaw (unas 8 horas más). La otra opción desde Mandalay conecta con la ciudad Shwenyaung (a medio camino entre Heho y la orilla norte del lago). Los trenes en Myanmar son baratos (unos cuatro euros), pero también extremadamente lentos. La opción más barata y rápida es el autobús. Desde Rangún la ruta más rápida es la de Nyaungshwe (12 horas y unos 14 euros de tarifa). También hay buses al mismo destino desde Bagó (14 horas, 12 euros), Mandalay (7 horas, 10 euros) y Bagan (8 horas, 12 euros). Las compañías más cómodas para viajar por el país son JJ Express, Elite Express; OK Express y Mandalar Minn Express.

Qué ver en el Lago Inle.- Hay muchísimo que hacer en el Lago Inle. Lo primero es tratar de comprender el espacio en todas sus dimensiones: en lo natural y en lo cultural. Este espejo de agua mide unos 30 kilómetros de largo y alcanza una anchura máxima de seis kilómetros. Es un lago de altura (está a más de 800 metros sobre el nivel del mar) y de aguas someras (la profundidad máxima está en torno a los 4 metros en las temporadas de lluvias). Nyaungshwe no es mala opción para alojarse, sobre todo si se tiene un presupuesto ajustado. Ejerce de capital de la comarca y está conectada con el lago a través de un bonito canal. Pero en las orillas hay unas 200 poblaciones que van desde pueblos más o menos grandes a pequeñas aldeas. Como suele suceder en Myanmar, los edificios religiosos (pagodas y monasterios) están por todos lados.

Pero el verdadero atractivo del lugar (más allá de los paisajes naturales y humanos) es la forma de vida tradicional de los Intha. Los ‘hijos del lago’ llegaron aquí desde el sur del país hace unos cinco siglos y conformaron una cultura propia dentro del Estado Shan. Su nombre alude a la actividad acuática que han desarrollado. Son pescadores hábiles y crearon un complejo sistema de huertos flotantes que recuerda a las técnicas de chinampas aztecas. Son unos 150.000 y preservan un idioma que aunque directamente emparentado con el lenguaje moderno de Myanmar es una verdadera reliquia lingüística –un birmano arcaico- con una fuerte influencia tailandesa. Son budistas de la rama theravada y hábiles artesanos. Y con sus palafitos y campos de cultivo han convertido las orillas del Inle en uno de los más auténticos destinos del Sudeste asiático. Desde el punto de vista ecológico, el lago es un complejo ecosistema del que dependen hasta 267 especies, destacando nutrias, varias tortugas, más de 80 especies de aves (entre las que resalta la grulla sarú –en grave peligro de extinción-) y más de 40 tipos de peces. Esta combinación única de naturaleza y cultura justificaron su inclusión en el catálogo de Reservas de la Biosfera.

La única manera de visitar las joyas del lago es a través de excursiones en canoas de motor. El precio de la excursión tipo ronda los ocho euros y la larga unos 11. Cada embarcación tiene una capacidad de cinco viajeros y el precio es por embarcación. Un consejo. Antes de partir dejad claro que no queréis ir de tienda en tienda perdiendo el tiempo. No Shopping please. Con eso basta. Desde la barca vais a poder haceros una idea de la vida de los intha y su relación con el lago, aunque en los últimos años el turismo haya empezado a convertir algunas costumbres en un espectáculo. Las visitas típicas en el lago son la Pagoda de Phaung Daw Oo, un espectacular complejo de templos que son un importantísimo centro de peregrinación budista; el pueblo de Nan Pam y sus huertos flotantes (una impresionante villa de palafitos rodeada de campos de cultivo que forman un verdadero laberinto acuático); El Monasterio de Nga Hpe Kyaung, famoso por su arquitectura y los miles de gatos que lo habitan e Ywama, otra pintoresca población de palafitos en cuyos alrededores se encuentra el laberinto de huertos flotantes más importantes del Inle. La excursión larga (que merece la pena) incluye una incursión tierra adentro (a través de canales terrosos) hasta Shwe Indein, uno de los conjuntos de pagodas y estupas más bonitos del país. Y otra cosa que no puede faltar es visitar alguno de los cinco mercados semanales que se celebran en las diferentes localidades del lago (rotativos). El más famoso (pero también el más turístico) es el de Ywama.

Pero hay vida más allá del lago. Toda la cuenca del Inle está llena de pequeñas villas conectadas al agua a través de canales que casi llegan al pie de las montañas. Casi cada aldea tiene su pagoda o su monasterio (y muchas veces ambos). No está mal dedicar una jornada o dos al lago (puedes regatear con los barqueros para diseñar los itinerarios a tu gusto) y otra jornada para explorar algunos de los hitos que se encuentran más lejos de las orillas. En la banda oriental, el lugar más interesante para visitar es el Monasterio de Maing Thauk y los Viñedos de Red Mountain (a dos pasos de Nyaungshwe). En la rivera occidental, el hito más espectacular es la Pagoda de de Shwe Myin Htin.

Una excursión hasta Kakku; el bosque de estupas.- Este pequeño pueblo se encuentra a 75 kilómetros al norte de Nyaungshwe y casi la única manera de llegar es a través de un taxi contratado (unos 35 euros el coche con cinco plazas). Pero merece la pena. Y mucho. Kakku, como todos y cada uno de los pueblos de esta parte del mundo, tiene su monasterio y su templo (también es un lugar poco transitado por el turismo y ofrece la posibilidad de ver una aldea rural bastante bien conservada). Pero es que esta pagoda, además de ser muy bonita, es bastante especial. Junto al templo –una pagoda preciosa- se amontonan casi 2.900 estupas que forman un verdadero bosque. Es un lugar mágico y, sin duda alguna, una de las excursiones que hay que hacer sí o sí se visita la comarca de Inle. Eso sí, la única manera de entrar en este recinto sagrado es con guía local. 

Fotos bajo Licencia CC: Nina R; David Stanley; imke.sta; Pawel G; Nate B; Steffen; Piktour UK; madras91

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