Guía de Nápoles: El barrio Español y San Fernandino

Nápoles desde las alturas.

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Bendito caos. Caos maravilloso. Nápoles es famosa en todo el mundo por su desorden elevado a la categoría de mito. El tráfico es demencial; las calles son un campo de batalla; los desconchones son la norma habitual del casco histórico y nunca está todo lo limpia que debiera (para ser amables). Pero Nápoles es muchísimo más que esa primera impresión que se te queda en la retina nada más salir a la calle. En los últimos tiempos, la ciudad ha vivido una pequeña revolución, pero aún así la basura y los desperfectos en verdaderas joyas del patrimonio siguen desluciendo una ciudad que, aún con todo eso, es hermosa. Vibrante. Excepcional. Luminosa. La mayoría de los que llegan hasta acá está sólo de paso con la vista puesta en los restos de Pompeya y la impresionante Costa Almafitana (uno de los lugares más lindos de todo el Mediterráneo). Pero hay que quedarse un par de días en Nápoles. Porque da muchísimo más de lo que parece.

¿Es Nápoles una ciudad insegura? No y sí. La ciudad es contradictoria y bastante decadente. Con un par de manos de pintura y un poquito de cuidados, esta sería la capital más bonita de Italia con mucha diferencia (según nuestra opinión). Pero por desgracia los edificios están mal cuidados y las calles son sucias. Y también hay un problema de delincuencia callejera que si bien existe, no debe impedirte la visita. Porque hay mucho y muy bueno que ver. Lo primero es tener sentido común. Hay barrios que es mejor ni ver de lejos, como La Scampia, Forcella (muy cerca del casco histórico), Barra o San Giovanni. En las zonas turísticas hay que ser precavidos y evitar salir a la calle con objetos muy valiosos, tener cuidado con los teléfonos móviles y llevar el bolso y la cámara de fotos con las correas pasadas por el cuello. El Barrio Español es seguro de día y no lo es tanto de noche. Puntos como la Estación Central y la Plaza Garibaldi son el lugar dónde más robos se producen en toda la ciudad. Pero con un poco de sentido común, Nápoles se puede visitar sin miedo.

Una española muy guapa.- No se puede obviar la herencia española de la ciudad. Nápoles estuvo bajo la influencia directa de España desde mediados del siglo XV, cuando pasó a control de la corona aragonesa, hasta finales del siglo XVIII. Fueron más de 300 años. Y eso quedó plasmado en sus calles y plazas. Una presencia que dio lustre y gloria a la ciudad que fue la más rica y pujante de toda Italia hasta la reunificación (todo hay que decirlo). Una relación de ida y vuelta, por cierto. El Renacimiento, por ejemplo, entró en España desde Nápoles. No es de extrañar que la Vía Toledo, una de las calles más importantes de toda la ciudad sirva de frontera del Quarteri Spagnolo. En esta red de callejuelas puedes encontrar la verdadera esencia napolitana: calles empinadas y estrechas cruzadas por ropa tendida; algunas joyas del patrimonio local (como Sant'Anna di Palazzo -Piazzetta Rosario di Palazzo- la Chiesa della Concezione a Montecalvario -Via Concezione a Monte Calvario, 22- o Santa Maria ogni Bene ai Sette Dolori -Francesco Girardi, 59-) y devocionarios locales como el famoso mural dedicado a Diego Armando Maradona (Via Emanuele de Deo, 46) o la ermita dedicada a Santa Maria Francesca delle Cinque Piaghe (Vico Tre Re a Toledo, 13).

En las laderas que conducen hasta el Castelo de San Elmo y la fantástica Cartuja de San Martino (Acceso por funicular Monte Santo - Morghen) se concentra buena parte de esa herencia. Es, también, la zona de la ciudad dónde se nota más ese abandono, los desconchones, la mugre… Pero es la imagen de la Nápoles más auténtica. Conviene meterse por el barrio de día. Porque por las noches no es un lugar muy recomendable. Y terminar la excursión subiendo al Monte Santo (en el funicular si tienes sólo dos o tres días) para asomarse a la ciudad desde las balconadas de San Martino, que no sólo es un monasterio divino de bonito, sino que guarda obras de arte impresionantes y una colección de objetos centrada en esos siglos españoles. Si no vas con tiempo suficiente, la entrada al Museo del Castillo San Elmo no merece mucho la pena (tiene una muestra de arte contemporáneo).

Grandes palacios, grandes iglesias.- La ciudad palaciega y rica se encuentra justo al otro lado de la Vía Toledo ocupando el enorme arco de tierras bajas que da acceso a la Bahía de Nápoles, una de las mejores radas naturales de esta parte del Mediterráneo. Se puede hablar de dos centros históricos: el que se arremolina en torno a la Piazza del Plebiscito y la zona monumental que se encuentra junto a la Catedral. En el primero de los casos hablamos del área militar y gubernamental de la vieja Nápoles. Aquí te vas a encontrar con verdaderas joyas históricas como el Castillo Nuevo (Via Vittorio Emanuele III), una soberbia fortificación medieval del siglo XIII que fue erigida por los franceses (bajo el reinado de Carlos de Anjou que creó el Reino de las Dos Sicilias) y sirvió después de centro de poder aragonés tras la conquista de 1442. El castillo es una pasada y formó la primera línea de defensa del puerto junto al Castillo del Huevo (Via Eldorado, 3). Justo a espaldas de estas dos fortificaciones está el barrio de San Ferdinando, el lugar en torno al que creció la ciudad tras la conquista española. El gran centro urbano del vecindario es la Piazza del Plebiscito: a un lado tienes el Palacio Real (Plebiscito, 1) residencia de los virreyes españoles y de las dinastías napolitanas desde el siglo XVIII. Y al otro la Basílica de San Francisco de Paula (Plebiscito, sn) una joya neoclásica de enorme valor arquitectónico y artístico. En este barrio puedes encontrar otros lugares de interés. El más singular es la Galería Borbónica (Vico del Grottone, 4) un curioso sistema de túneles excavados en la segunda mitad del siglo XIX como vía de escape para los monarcas y las tropas en caso de problemas (en plena época de revoluciones en toda Europa). Hoy son un atractivo turístico después de décadas de ser un vertedero y depósito de vehículos incautados.

Otros sitios lindos para ver en San Ferdinando.- Como te decíamos, Nápoles tiene una de las concentraciones de edificios históricos más importantes de Europa. Sólo en San Ferdinando hay más que ver que en muchas capitales del norte europeo. Y no exageramos. Una ruta posible para poder ver los otros atractivos del barrio podría salir desde la Piazza del Municipio junto a la bonita Fontana del Nettuno. Desde aquí puedes subir hasta Via Toledo para ver la Galería de Umberto I, una especie de cetro comercial y residencial de finales del siglo XIX que se construyó para ir modernizando la ciudad (más bien homogeneizando, ya que es un tipo de galería que se repite en otras ciudades italianas): había que borrar la huella española. Saliendo por uno los laterales de esta galería (por Via San Carlo) puedes ver el Teatro de San Carlo (Via San Carlo, 98), un precioso coliseo del siglo XVIII con una decoración fastuosa, y la Iglesia de San Fernando (Piazza Trieste e Trento, 5), que es muy bonita de ver. Justo en frente de la iglesia está el famoso Gran Café Gambrinus (Via Chiaia, 1), uno de los mitos de la ciudad desde 1860.

La Via Chiaia es la mejor opción para descubrir los otros encantos de San Ferdinando. Esta calle monumental sirve de frontera con el Barrio Español y bordea por el norte toda el área palaciega y religiosa de Plebiscito. Aquí vas a encontrar algunos palazzos interesantes (Palazzo Cellammare –Chaia, 139-), algunas iglesias interesantes para ver (sobre todo recomendamos Santa Orsola in Chiaia –Chaia, 161- y Santa Caterina a Chiaia –Santa Caterina,76) y muchos lugares pintorescos (Puente de Chaia, la Piazza dei Martiri) y algunos centros culturales y museísticos de importancia (como el Acuario de Nápoles –Villa Comunale sn- o el Museo Villa Pignatelli -Riviera di Chiaia, 200-, un fastuoso palacete neoclásico que alberga una colección de carruajes antiguos). Un paseo por la Riviera di Chiaia es una buena manera de aislarse entre jardines y el mar tras una jornada por las caóticas calles napolitanas.

Fotos bajo Licencia CC: Hervé Simon; Marco d'Itri; Andrea Tosatto; ho visto nina volare; Gianfranco Vitolo; Bruno Cordioli; Rutger van der Maar; Erin McCormack

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