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De la Acrópolis al Ágora y de paso por Plaka: un paseo por la Atenas histórica

Entre el Ágora y la cima de la Acrópolis hay apenas 850 metros. El origen de Atenas, la gran capital de la cultura occidental junto a nuestra amada Roma, se concentra a los pies de este peñasco que ofrece una de las acumulaciones de arte antiguo más importantes de todo el mundo. El Ágora era el gran espacio público de la Atenas clásica mientras que la Acrópolis funcionaba como centro de la vida religiosa y espiritual. Ojo; en el Ágora, también se localizaban varios templos que se encontraban junto a los edificios administrativos (políticos y judiciales) y al gran mercado. Pero la Ciudad Alta (Acrópolis) era el gran centro religioso de Atenas. Aquí se encontraban los templos más importantes y también un poder simbólico como lugar de origen de la polis. Atenas se puede ver perfectamente en tres días: y uno de ellos debe dedicarse a esta ruta a pie que te proponemos. En un día completito podemos hacer un recorrido por los lugares más importantes de la ciudad para dejar para otras jornadas la visita a los grandes museos (para nosotros los imprescindibles son el Museo Arqueológico Nacional –Oktovriou, 44- ; el Museo de Arte Cicládico -Neofitou Douka, 4- y el Museo Bizantino y Cristiano -Leof. Vasilissis Sofias, 22-).

El Ágora de Atenas (Adrianou 24).- Iniciamos nuestro paseo en el Ágora, el corazón de la antigua polis ateniense. Aquí dictaron cátedra Sócrates y Platón. Aquí se discutió la Constitución de Pericles, germen de todas las democracias europeas. Aquí tenía su sede la Ekklesía, la asamblea de ciudadanos que fue el origen de los parlamentos… Uno, aquí, tiene la sensación de estar en un lugar de fundación que trasciende a la propia Atenas. El Ágora de hoy es una masa de restos más o menos reconocible que no tiene nada que ver con sus buenos tiempos. Pero aún así es una de las visitas imprescindibles en Europa. Aquí hay que venir, al menos, una vez en la vida. La mejor forma de imaginar cómo era este lugar durante los días de gloria de la democracia ateniense es caminar por el ‘restaurado’ (más bien reconstruido) Pórtico de Atalo, una galería porticada del siglo II reconvertida en museo donde hoy se guardan importantes piezas arqueológicas y una maqueta alucinante de cómo lucía el Ágora en el siglo V AC. El otro gran lugar de referencia del Ágora es el Templo de Hefesto, una soberbia construcción clásica que, según la tradición popular, guarda aún los restos de Teseo (de ahí el nombre popular de Teseion). Este es el templo dórico-jónico (siglo VI aC) mejor conservado del mundo (gracias a que se siguió usando como iglesia hasta el siglo XIX). Diseminados por toda la zona hay multitud de restos de los edificios, pórticos, vías y estatuas que conformaban este gran centro cívico de la Atenas Clásica.

Un paseo hasta el Ágora Romana.- Apenas un pequeño tranco de calle separa las ágoras griega y romana. Los romanos eran unos genios de la integración cultural y aquí lo dejaron claro al respetar y dar continuidad al Ágora clásica con el foro romano (que no es más que una evolución de las ágoras helénicas). De la antigua plaza apenas quedan restos en pie más allá de la famosa Torre del Viento (siglo I aC), un ingenioso reloj de agua y sol (Horologion) que servía como observatorio astronómico y torre meteorológica (estaba coronado con una veleta monumental). El otro elemento que más mal que bien ha resistido el paso del tiempo es la Puerta de Atenea Arquegetis, que servía de nexo de unión entre las dos ágoras. De resto, salvo la ya mencionada Biblioteca de Adriano, el lugar es un campo de escombros en el que se adivinan antiguas termas, unos baños públicos y algunos edificios públicos. En el recinto hay, también, una mezquita otomana (Fetiyé Camii), los restos de una basílica paleocristiana y piedras para parar un tren.

Llegamos a la Acrópolis.- Es un destino en sí mismo. Un lugar que emociona y que hay que visitar con detenimiento, curiosidad y mucho respeto. Uno tiene a pensar que el lugar fue abandonado tras el colapso de la sociedad clásica, pero la verdad es que el sitio estuvo bien conservado hasta el siglo XVII. Pero los turcos convirtieron el famoso Partenón en polvorín y un bombardeo veneciano (1687) lo hizo saltar por los aires. El tiempo y los ingleses hicieron el resto. La Acrópolis fue el origen de la ciudad. Aquí había un gran palacio, templos y varios edificios que fueron destruidos por los persas en el año 480 aC. Pericles no sólo construyó la democracia ateniense; también lideró la transformación de esta fortaleza en una ciudad sagrada plagada de templos en el que sobresale el fantástico Partenón (Sala de las Vírgenes) obra cumbre del arte clásico que aún impresiona pese a las destrucciones y al saqueo de los ingleses a principios del XIX. Este edificio tenía un doble propósito: daba cobijo a una enorme estatua de Atenea obra del inmortal Fidias, pero también era la sede del Tesoro de la Liga de Delos. Así que era, a la vez, ministerio de economía y sede de la patrona de la ciudad.

Este lugar hay que verlo con calma y tomarse un tiempo. La entrada por la Puerta de Beulé es una verdadera pasada. A uno no le cuesta nada imaginarse como era este lugar en sus buenos tiempos. Aquí se amontonan verdaderas joyas del arte clásico: el Templo de Atenea Nike, los Propileos –antigua puerta monumental- y la Fuente Clepsidra, origen del mito que consagró a Atenas como diosa protectora de la ciudad. A partir de aquí accedemos a la enorme explanada que sostiene al Partenón y al fantástico Erecteion el templo mundialmente famoso por las columnas Cariátides, las mujeres de la isla de Caryae condenadas a la esclavitud por colaborar con los persas durante las Guerras Médicas. Mucha gente pasa del Museo de la Acrópolis, pero merece la pena verlo. Otros dos lugares vinculados con la ciudadela son el Odeón de Herodes Ático, teatro de origen romano (siglo II dC), y el Teatro de Dionisio (siglo VI aC). Los puedes ver los dos antes de rodear la Acrópolis para ver el barrio de Anafiotika.

Anafiotika, una ilusión cíclada a los pies de la Acrópolis.- Apenas son tres calles, pero es uno de los rincones más bonitos y sorprendentes de la vieja Atenas. El origen de este pequeño barrio de casitas cúbicas es la isla de Anafi, una de las integrantes de las Cícladas. Pues bueno, el origen de este lugar se remonta a mediados del XIX, cuando Grecia daba sus primeros pasos tras la independencia del Imperio Otomano. El rey Otón contrató a una cuadrilla de albañiles de esta isla para construir su palacio y los isleños construyeron sus propias casas siguiendo las tradiciones de la isla. El resultado es maravilloso: un pequeño laberinto de casitas, callejuelas y plazas minúsculas que nos recuerda al típico pueblo de las islas. Aquí vas a encontrar un puñado de iglesias, un pequeño museo arqueológico privado (el Museo Canellopoulos -Theorias, 12-) y unas vistas brutales; sobre Atenas y del imponente sistema de muros de la Acrópolis.

Bajando por Plaka para completar el círculo.- Plaka ejerce de barrio histórico de Atenas. Ya hemos visitado la zona que sube hasta la Puerta de Beulé desde el Ágora. Ahora iremos bajando por sus callejuelas para acabar en la Plaza de Monastiraki, a dos pasos de dónde hemos empezado el paseo. Y para empezar un plato fuerte: la Linterna de Lisícrates (Epimenidou, 3). Este pequeño templete circular se erigió en el año 353 aC para conmemorar un concurso de teatro celebrado en el Teatro de Dionisio. Plaka es un verdadero laberinto de callejuelas en las que abundan las plazas y las iglesias y que se articula en torno a dos centros: la Plaza de Filómosu Eterías (Kidathineon), que ejerce de corazón sentimental y cultural del barrio, y la Catedral de la Anunciación (Mitropoleos), que cumple su rol como centro espiritual. El otro eje importante es la Calle Ermou, que va desde la Plaza de Syntagma (ya fuera de los límites de Plaka) hasta Monastiraki. Aquí se encuentra una de las joyas atenienses: la Iglesia Ortodoxa de Panagia Kapnikarea, un precioso edificio bizantino del siglo XI que es una maravilla. Desde Ermou puedes ir haciendo incursiones a diestra y siniestra para ir descubriendo callejuelas y rincones preciosos.

Plaka es pequeña y permite ir y venir en pocos minutos. Desde Ermou hasta los muros de la Acrópolis apenas hay 500 metros de distancia. Otra de las calles míticas de Plaka es Adrianou, que tiene el honor de ser una de las pocas vías de la ciudad que sigue su trazado desde la época clásica. Aquí te vas a encontrar con la Casa Benizelos (Adrianou, 96), que es la construcción civil residencial más antigua que se conserva en toda la ciudad. El palacete data del siglo XVI (plena época otomana) y es una verdadera maravilla en la que no sólo puedes ver cómo eran las konaks (casas de clase alta otomanas) de aquellos tiempos, sino que también se han encontrado restos romanos. Atenas es así. Levantas un adoquín y salen a la luz casi tres mil años de historia. A dos pasos se encuentran los Baños del Viento (Kyrristou, 8), un hamman turco reconvertido en museo que recibe su nombre de la cercanía de la Torre del Viento del Ágora romana. Todo está pegado y por todos lados hay cosas que ver.

Mercado callejero de Monastiraki.- La Plaza de Monastiraki es un pequeño microcosmos a los pies de las primeras rampas que conducen a la Acrópolis. Se encuentra muy cerca del Ágora y también a tiro de piedra de otras importantes antigüedades arqueológicas como la Biblioteca de Adriano y el acceso al Ágora Romana. La plaza, en sí misma, es una maravilla. Aquí mismo puedes ver la Iglesia Ortodoxa de María Pantanassa (Monastiraki, sn), la Mezquita Tzisdarakis (Areos, 1) y algunos pequeños restos de la Atenas clásica (como la canalización del Río Erídano). Pero el gran atractivo del lugar para buena parte del turismo que se acerca hasta aquí es el Mercado Callejero de Monastiraki, que se instala todos los días en torno a la Calle Ifestou y la bonita Plaza Avissinias. Aquí vas a encontrar prácticamente de todo; y también un buen número de cafés y pequeños restaurantes ideales para cenar o comer.

Fotos bajo Licencia CC: Ilya Platonov; Dan Costin; Nikolay Markov; amaianos; Antonio Campoy; Andy Hay; psyberartist