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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Una ruta por el norte de la Isla de Lanzarote

La Isla de La Graciosa desde el Mirador del Río, en el norte de Lanzarote.

Más allá del pequeño pueblo de Mala, la carretera se acerca al mar y, a la vez, se interna en los dominios del Volcán de La Corona. Los paisajes atormentados vuelven a ganar protagonismo en un tramo de costa en el que las rocas negras del Malpaís de la Corona se mezclan con las arenas blancas de playas únicas como el Caletón Blanco o el Charco de La Novia. Son doce kilómetros cuadrados de brazos de lava, conos abiertos al cielo en una paleta de colores que van desde el rojo al negro pasando por todos los tonos imaginables; una muestra sublime de lo que el interior de la tierra es capaz de crear cuando se pone al lío y arroja millones de toneladas de rocas fundidas al exterior.

Pero estamos ante un volcán viejo; de más de 20.000 años según los expertos. Y por eso, y como contraposición a la cercana Timanfaya , aquí la naturaleza se muestra un poco más amable permitiendo que arbustos y plantas aparezcan por doquier entre los peñascos. El norte de la isla de Lanzarote está marcado por el volcán que, en el extremo septentrional lanzaroteño, creó una especie de plano inclinado que tiene su punto culminante en los cantiles que caen a plomo sobre el mar en el extremo oeste formando los espectaculares Riscos de Famara y las fugas de Los Fariones.

Pero al oeste, la isla se sumerge suavemente en el mar en una sucesión de calas y charcones formados por el capricho de los brazos de lava creando paisajes de belleza surrealista en la superficie y bajo ella. Una de las creaciones más notables del Volcán de la Corona es un enorme tubo volcánico de más de seis kilómetros de longitud que nace en las faldas del coloso y se interna en el mar creando una de las cuevas submarinas más impresionantes del mundo. Ya aguas arriba el tubo ofrece varias posibilidades para ver sus entrañas a través de varios jameos, que es como aquí llaman a los desplomes que dejan al aire estas tuberías excavadas por la lava. La Cueva de los Verdes (Acceso LZ-204; Tel: (+34) 928 848 484; Horario: Octubre – mayo L-D 10.00 – 18.00 Junio-Septiembre 10.00 – 19.00) permite dar un paseo de algo más de dos kilómetros por el interior de la tierra y Los Jameos del Agua (Acceso: LZ-204 (dirección a la costa desde LZ-1); Teléfono: (+34) 928 848 020; Horario: L-D 10.00 – 18.30) son una muestra impresionante de lo que el hombre es capaz de hacer cuando reinterpreta con respeto los regalos que nos da la Naturaleza.

Hurgar en el interior de la tierra es una buena manera de iniciar esta ruta por el norte lanzaroteño. Nos ayudará a comprender buena parte de la esencia de la isla: acción creadora natural y la perfecta y armoniosa adaptación de los humanos al medio. Un buen aperitivo a lo que nos queda por delante.

La LZ-1 corre en paralelo a la costa. Los primeros kilómetros son una sucesión de paisajes volcánicos casi monótonos. Pero bastan algunos minutos para que pequeñas manchas de color blanco intenso empiecen a romper el dominio casi absoluto del negro. Dos enormes lenguas de estas arenas son la antesala de El Caletón Blanco y la Charca de la Novia, dos de los lugares más impresionantes de la costa de Lanzarote. Playas resguardadas por brazos de lava y charcones de aguas turquesas que invitan al baño. Y no es mala idea hacer una pequeña parada y darse un chapuzón previo a hacer parada en Órzola, pueblo pesquero, puerto de acceso a la cercana Isla de la Graciosa y asiento de un par de restaurantes donde se puede comer buen pescado y otras especialidades de la tierra.

Subiendo hacia los altos de Los Fariones y Famara

Dejamos atrás la costa y subimos hacia Ye a través de la carretera LZ-203. Poco antes de llegar al pueblo con el nombre más corto de Canarias pasamos junto al Volcán de la Corona. Desde el pueblo, a través de una pista de tierra que serpentea entre viñedos, se puede acceder al cráter tras una breve caminata. Merece la pena. También desde Ye parte la carretera (LZ-202) que lleva al Mirador del Río (Dirección: LZ-202; Horario: LD 11.00-18.00), uno de los hitos imprescindibles de cualquier viaje a la isla de los volcanes.

Anclado al borde del acantilado de Los Fariones , el genio del artista local César Manrique creó un mirador perfectamente integrado en el paisaje (desde la distancia es prácticamente invisible) que se cuelga directamente sobre el abismo desde el que se ve la cercana isla de La Graciosa y todos los pequeños islotes que forman en Archipiélago Chinijo. Es una de las imágenes más sorprendentes de intensas de Canarias. En el mirador hay una cafetería desde la que, a través de gigantescos ventanales, se puede disfrutar del paisaje tomando algo. Un lujo.

Ya de vuelta hacia el sur, la LZ-202 discurre a escasos metros del borde del acantilado para, después de la Finca La Corona, volver a confluir con la 201 un par de kilómetros más adelante. Poco después de pasar el pequeño pueblo de Máguez, la carretera asciende un poco para, después, descender de manera abrupta buscando ya la hoya en el que se asienta el pueblo de Haría. Los locales llaman al lugar el valle de las mil palmeras. La capital del norte de Lanzarote es un pueblo bonito que, para colmo, se encuentra en uno de los parajes más hermosos de la isla. Huertos verdes plagados de palmeras rodean las casitas blancas tan características de la arquitectura popular insular.

Ya en el pueblo merecen una visita la Ermita de San Juan Bautista (Dirección: C/ Fajardo, 1), templo mudéjar del siglo XVII que atesora una talla barroca del imaginero Luján Pérez, uno de los escultores más importantes del XVIII español. Y de lo más antiguo a lo más moderno. También en Haría se localiza la Casa Museo César Manrique (Dirección: C/ César Manrique, 70; Tel: (+34) 928 843 138; Horario: LD: 10.30 – 14.30) en la que se guardan objetos personales y parte de la obra del genial artista lanzaroteño que vivió aquí los últimos años de su vida. Una buena manera de despedirse del norte lanzaroteño es acercarse hasta el Mirador del Risco de Famara (Acceso por LZ-10) que permite ver, desde las alturas, la Playa de Famara y gran parte de la costa oeste de la isla.

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