El Grupo de Trabajo Desmemoriados está compuesto por personas comprometidas con la construcción y la preservación de la Memoria Colectiva de Cantabria. Desmemoriados trabaja de forma abierta y plural en proyectos que ayuden a difundir el legado común de la lucha por una sociedad digna, y aporta herramientas metodológicas y tecnológicas para la conservación y divulgación de las voces y los elementos documentales que conforman la memoria colectiva de Cantabria.
Desmemoriados aborda así proyectos concretos de recuperación, conservación y difusión de esa memoria así como alimenta y comparte una base de datos de acceso público con fotografías, documentos, testimonios, pegatinas, carteles… que documentan, siempre de forma incompleta, la trayectoria social y política desde la II República hasta los años 90 del siglo XX.
Carta de un turista canadiense a los obreros de Magefesa en 1984: a vueltas con la “reconversión industrial”
Joachim Reuter se vio retenido en el otoño de 1984 en el corte de carretera que protagonizaron trabajadores y trabajadoras de esta empresa en El Pontarrón de Guriezo, a los que sugirió que se hicieran con los medios de producción. Al final del proceso, la compañía que gestionó la “reconversión” despidió al 63% de la plantilla.
¿A quién no le ha pasado? Vas a lo tuyo, tranquilamente a trabajar, a dar una vuelta, de visita... O de compras, da igual: repentinamente te ves envuelto en ruido, un tumulto, puede que hasta veas una columna de sospechoso humo. Pitos, algarabía, sirenas: ¡Ya la están liando! Dependiendo de tu edad, de la prisa, y del grado de empatía que tengamos, pondremos un ingenioso tweet, exclamamos un improperio, o será motivo de conversación, lo dejamos ahí. Con mucha suerte, te enterarás del por qué en algún medio de comunicación. Pero ¿y si sucediera en 1984?
Pues algo parecido a esto se encontró Joachim Reuter, un paisano de Vancouver, Canadá, cuando en el otoño de 1984 andaba “en pasaje turística” por el Oriente cántabro y se topó con el corte de carretera que el 1 de noviembre protagonizaron trabajadores y trabajadoras de “la Magefesa”, en “la carretera cerca de Pontaron” (sic).
Como bien describe Ángel Revuelta en 'La autonomía en su laberinto' el panorama de estos años 80 por la región era desolador desde el punto de vista del empleo industrial y no muy diferente al que acontecía por el resto del Estado, especialmente en la periferia: la reconversión industrial. Un eufemismo que pretendía esconder miles de despidos dentro de un sector, el industrial, que, en aquel entonces sí definía el perfil económico de nuestra comunidad autónoma.
En concreto, la Magefesa fue creada en los 60 por un empresario de Guriezo y estaba formada al principio por dos fábricas:âla de menaje (Gursa), en Guriezo, y la cubertera (Cunosa), en Limpias. Problemas de empleo y crisis ya habían tenido a finales de su década inicial, pero entre ambas (junto con la FEMSA de Treto) prácticamente monopolizaban el empleo industrial de este Oriente cántabro. A modo de ejemplo entre ambas empresas ocupaban a 1.345 trabajadores en 1982.
El grupo Magefesa [¿quién no conoce todavía hoy en día esta marca?] (CUNOSA, GURSA, INDOSA, MIGSA), como tal, se mantuvo con vida hasta 1994. En 1995, se creó la actual Vitrinor, Vitrificados del Norte S.A.L. en Guriezo, que sigue en activo en la actualidad. El resto de plantas del País Vasco y Andalucía, junto con la de Limpias, siguieron un itinerario habitual en esa época de reconversión: expedientes de empleo, empresas gestoras que eran realmente liquidadoras, millones de pesetas de ayudas públicas, prejubilaciones, incertidumbre, despidos, tribunales, sentencias europeas que obligan a devolver millones…Todo salpicado con actores que reiteradamente aparecían en situaciones similares por todo el Estado (léase Gestiber, para nuestro caso). Por cierto, qué poco se ha hablado del papel desempeñado por estas empresas. Especializadas en aparecer en medio de las crisis, hacerse cargo de la negociación con bancos, sindicatos y administraciones, sacarse de la chistera un plan, manejar los tiempos, la difusión de información, los rumores, las evidencias… y con el tiempo, ¡hop!, desaparecer.
En resumen, la Magefesa, como muchos seguimos llamando a ese polígono industrial que puede verse a la entrada de Limpias, la Cubertera como le llaman las personas que allí iniciaron su contacto con el mundo industrial, sindical, incluso vital para algunos de ellos, tuvo una enorme importancia socioeconómica y política en ese Oriente cántabro. Menos conocido que otros casos de la propia Cantabria o de las vecinas Asturias o Euskadi, pero con un gran número de familias involucradas: el plan de reconversión de Magefesa (1986) dejó al 63% de la plantilla (1.735 personas de los cuales 548 pertenecían a GURSA y 309 a CUNOSA) en la calle.
Este contexto y su importancia también podemos verla en el hecho de que Roldán, sí, el director general de la Guardia Civil en sesión del Congreso de los Diputados el 22 de mayo de 1987 para informar de los sucesos de Reinosa, se refirió al secuestro de varios directivos en Limpias en marzo de ese año, para demostrar el clima de violencia que sufría la región provocada por alborotadores, es decir, trabajadores en reconversión. El síndrome Reinosa como ejemplo de movilización obrera en defensa de puestos de trabajo parece identificar toda esta época de reconversión interminable.
Pero volvamos a nuestro canadiense en ruta turística por ese Oriente cántabro en reconversión que se encuentra con una movilización de los trabajadores de la Magefesa, que le impiden seguir su trayecto porque han cortado la carretera. Joachim no solo para, y por lo que parece, muestra su malestar a alguno de los representantes sindicales que en aquella acción participaran, sino que remite una carta al representante de la “comision obreros” de la fábrica de Limpias, donde reflexiona sobre la lucha obrera, sus métodos y objetivos.
Joachim resalta tres características al referirse al corte de carretera que interrumpió su viaje que seguramente hemos pronunciado nosotros mismos, leído u oído ante una situación similar: injusto, inhumano e inefectivo. De los dos primeros no haremos mención al ser apreciaciones personales propias del momento, pero parémonos en el tercero: la ineficacia de la acción como instrumento para lograr el objetivo, que entiende que es mantener los puestos de trabajo y que, además, comparte. Joachim no ve en el “odio” nada propositivo que pueda aportar soluciones al problema y ve claramente cómo la intervención “del Gobierno”, con dinero, tampoco lo hace, salvo comprar la libertad de los trabajadores.
Las cicatrices que esa reconversión ha dejado entre sus víctimas todavía son visibles. Las desavenencias sindicales, las divisiones entre los comités de empresa, las deserciones patrocinadas, los sentimientos de traición, los despidos selectivos… Esa reconversión terminó con muchas más cosas de las que parecía, con un pretexto de modernidad y nuevos espacios laborales que ahora sabemos ya, nunca se re-crearon.
Pero la carta de Joachim aporta en su reflexión algo más, quizá la más importante de toda ella. Una posible solución que él, modestamente, entiende como posibilidad muy poco explorada por el movimiento obrero: convertirse en los dueños de los medios de producción. Sí, un canadiense incitando a la revolución anticapitalista como solución a los conflictos laborales. ¿Y si no estuviera tan desencaminado?
Después de tantos años, de tantos conflictos, de tantos despidos y dramas familiares vinculados con el empleo, seguimos sin resolver lo esencial, mantener puestos de trabajo dignos. Y para Joachim sería todo más sencillo: si “trataramos de crear un cooperativo gigantesco de los obreros [....] un banco común, [...] tratan de comprar estos productos de los otros obreros [...]”. Desde luego no pretendemos aquí analizar si la evolución del capitalismo en este cambio de siglo ha llevado pareja la evolución del movimiento obrero intrínseco al propio sistema. Sabemos el impacto de la reconversión en los procesos electorales de Cantabria. Pero sí parece novedoso, incluso a día de hoy, que frente a un conflicto laboral de libro nunca, o en contadas ocasiones, se plantee una solución diferente a la que sabemos no funcionará, por tantas veces demostrada. Evidentemente tampoco se pretende mantener que el cooperativismo sea la solución a las crisis laborales que seguimos viviendo. Pero no se discutirá que resulta estimulante ver esa reflexión, de un canadiense, en nuestro entorno, y en esos convulsos años 80.
Y es que lo que la carta propone, crear economías basadas en nuestras propias necesidades cercanas, desde la total asunción de responsabilidades sobre nuestro propio futuro, sigue siendo ahora mismo moderno, por no usar el término revolucionario. Y no es una propuesta naif. Joachim, con su mejorable castellano, es capaz de identificar las dinámicas de los gobiernos y sus subvenciones, el sentir empático del sufrimiento de las familias afectadas, y antepone un principio evidente: haciendo siempre lo mismo, obtendremos los mismos resultados.
¿A quién no le ha pasado? Vas a lo tuyo, tranquilamente a trabajar, a dar una vuelta, de visita... O de compras, da igual: repentinamente te ves envuelto en ruido, un tumulto, puede que hasta veas una columna de sospechoso humo. Pitos, algarabía, sirenas: ¡Ya la están liando! Dependiendo de tu edad, de la prisa, y del grado de empatía que tengamos, pondremos un ingenioso tweet, exclamamos un improperio, o será motivo de conversación, lo dejamos ahí. Con mucha suerte, te enterarás del por qué en algún medio de comunicación. Pero ¿y si sucediera en 1984?
Pues algo parecido a esto se encontró Joachim Reuter, un paisano de Vancouver, Canadá, cuando en el otoño de 1984 andaba “en pasaje turística” por el Oriente cántabro y se topó con el corte de carretera que el 1 de noviembre protagonizaron trabajadores y trabajadoras de “la Magefesa”, en “la carretera cerca de Pontaron” (sic).