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90 aniversario
Universidad Internacional Menéndez Pelayo

De las lecciones de Borges al teatro de Lorca, un siglo de anécdotas dramáticas, irrelevantes y curiosas en la UIMP

El escritor Jorge Luis Borges y el ministro José María Maravall

Javier Fernández Rubio

21 de agosto de 2022 21:26 h

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Fue la primera universidad de verano en España y se creó en un palacio. Luego desapareció para dejar su sitio a un campo de concentración tras una guerra civil. Reapareció una década después en un seminario antes de volver a acabar en un palacio. Y ahí sigue. 90 años de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander dan para muchas historias y muchos lugares, algunas festivas, otras luctuosas, las más irrelevantes para el gran público, pero también las hay dramáticas, curiosas y más o menos desconocidas.

Ahora que cumple años y la UIMP está de celebración, puede concluirse sencillamente que por sus pasillos y salones palaciegos pasaron en las últimas décadas lo mejor de la política, la cultura y la ciencia que ha dado España y que varias generaciones de profesionales tienen grabado en su imaginario formativo el paso por sus aulas.

El Palacio de La Magdalena acoge estos meses, de lunes a viernes, uno de sus cursos de verano más importantes. Es el curso de su reinvención o, mejor dicho, de su última adaptación a los nuevos hábitos tras una pandemia que ha generado nuevos usos y reforzado los ya existentes.

La UIMP, que siempre hizo de su oferta presencial en el Palacio de la Magdalena de Santander uno de sus principales atractivos, ha de luchar contra su historia y contra la competencia que le imponen las nuevas dinámicas académicas online, que la misma institución promueve. Por ahora, dos años después de que se desatara la crisis sanitaria por la COVID, la apuesta por la vuelta a las aulas de la Menéndez Pelayo en su 90 aniversario le está saliendo bien.

Si alguien se preguntara cómo ha cambiado la UIMP en las últimas décadas le bastaría darse una vuelta por la sala de prensa del Palacio de La Magdalena, tradicional sede de los cursos de verano, porque la UIMP, por más que pese a los valedores del 'frente' académico de esta universidad de verano, hizo de la prensa su más firme aliado para situarse durante casi dos décadas —en los años 80 y 90, los de la transición y la 'movida'— en el centro de la vida política y cultural española durante los meses estivales. Si en aquel entonces la sala de prensa era un bullir de periodistas, sobre todo de enviados de los medios de comunicación Madrid que tenían representantes durante los tres meses del verano, ahora, salvo casos puntuales, los periodistas de fuera están en inferioridad numérica con los de su propia oficina de prensa.

No es solo que la UIMP haya cambiado, ha cambiado también la sociedad y la tecnología. Ahora la prensa no está obligada necesariamente a hacer acto de presencia física, del mismo modo que los alumnos pueden matricularse online y de paso ahorrarse la estancia en un hotel o residencia. Tampoco hay la centralidad expositiva que la UIMP tuvo en su época dorada.

Aquellos años no volverán, coinciden todos, pero la universidad surgida de la Institución Libre de Enseñanza hace casi un siglo sigue cabalgando, superando uno tras otros los obstáculos que le han ido saliendo al paso: hervidero de dirigentes socialistas o populares, según el gobierno de turno, centro de vacaciones con más folclore que rigor académico, explosión de universidades de verano por doquier, cierta incapacidad de conectar y tener el favor de la ciudad en que se aloja, irrelevancia mediática de programaciones basadas en cursos de cariz científico hiperespecializado, tropezones como el homenaje fallido al expresidente Álvaro Uribe, acusado de violar derechos humanos y, por supuesto, como colofón, la crisis de todas las crisis, la pandemia de 2020.

Este curso es esencial para el futuro de la UIMP, precisamente cuando, tras el declive en que entró con el rectorado de César Nombela, y la profunda crisis que abrió dos años de pandemia en sus aulas, es este verano la clave para que la UIMP salga adelante. La propia universidad ha hecho lo posible para que fuera un éxito en las aulas. Ha tenido al rey como presidente del comité de honor del aniversario y contó con su respaldo en junio cuando presidió la inauguración del curso; ha traído a los cuatro expresidentes españoles y el público ha respondido a la programación cultural y de cursos como los del filósofo Han o como el que tendrá lugar dentro de unos días con Cartarescu. Por ahora las cosas salen bien, dicen, de hecho “junio y julio ha sido frenético”, algo que no estaba nada claro que fuera a suceder hace unos meses.

La Magdalena

Curioso sitio La Magdalena, tanto la parte conocida como la oculta. La península sobre la que se levanta el palacio es tal vez el principal yacimiento romano del municipio, y prácticamente está virgen de excavación. El segundo dato es también poco conocido, pero está aflorando gracias a determinados colectivos e investigadores: las caballerizas del palacio, y la península en sí, fueron un campo de concentración franquista. De aquel ejemplo del universo concentracionario de los alzados contra la II República no hay rastro ni leyenda conmemorativa, salvo alguna performance de los que no quieren que la memoria histórica pase de largo en su camino hacia el olvido.

La UIMP, que se inició en 1933 con Ramón Menéndez Pidal como rector, Pedro Salinas como secretario general y con huéspedes ilustres como el poeta y dramaturgo Federico García Lorca, que acudió con su Barraca, dejó paso a los barracones infestados de mugre y enfermedad. Desde 1936 hasta 1947 la Universidad desapareció y su vuelta fue, sin su carácter internacional, en una España autárquica y en un seminario como el de Corbán, que también había sido uno de los cuatro grandes campos de concentración instalados en la capital cántabra para la represión republicana.

Sobre esta península, la burguesía santanderina construyó un palacio para el veraneo de la familia real española, un gesto de poderío económico y significado político, así como un germen de competencia turística a San Sebastián que se pretendía llevar a efecto atrayendo el veraneo de la Corte. Y lo consiguió. La Corte siguió a la monarquía alfonsina y ahora el Santander que se enseña a los turistas data de aquella época, postrimerías del XIX y primeras décadas del XX, hasta que la República interrumpió las vacaciones reales.

Pero quedaron los vestigios construidos para el ocio de reyes con la arquitectura britanizante de Bringas, González de Riancho y otros: un palacio, un hipódromo, un casino... Ya en plena Transición, en 1977, Juan de Borbón vendió el palacio a Santander por 150 millones de pesetas. De este modo se cerraba el círculo en que el inmueble salió de la ciudad y volvió a ella. Entre 1993 y 1995 el edificio fue rehabilitado por el Ayuntamiento y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que hizo frente a los intereses del préstamo dado que era su sede más emblemática.

Una historia de amor

Por La Magdalena, en 90 años, han pasado miles de personajes. Algunos no han dejado huella, otros sí; algunos dejaron un paso fugaz y otros retornan un año tras otro, como es el caso de Josep Borrell, un inevitable. La muerte, en cierto modo, también ha marcado su trayectoria. Muerto a tiros fueron García Lorca, el exrector Ernest Lluch, que fue asesinado por ETA en el año 2000, como lo sería después Francisco Tomás y Valiente. También fue asesinado Juantxo Rodríguez, fotógrafo oficial de la UIMP, al que mataron las tropas estadounidenses durante la invasión de Panamá en 1989.

Pero, junto a la tragedia, también el drama con el que se cerró una historia de amor, la que hubo entre el poeta Pedro Salinas y la entonces alumna, la norteamerina Katherine Whitmore, nacida Katherine Prue Reding (Kansas 1897-1982). Ella fue la inspiradora de uno de los ciclos poéticos más importantes de la poesía amorosa española, como fue la trilogía que se inició con La voz a ti debida. Aquella historia, que se prolongó años, fue cortada de raíz por la estadounidense tras el intento de suicidio de la esposa de Salinas, Margarita Bonmatí, poco antes de que estallara la Guerra Civil.

Salinas, uno de los creadores de la Universidad, conoció en 1932 a la entonces estudiante que era también profesora de Lengua y Literatura española en Estados Unidos. El romance se prolongó por carta hasta la vuelta a Santander de Whitmore para el curso académico 1934-1935, período en el que la esposa descubrió la infidelidad y quiso poner fin a su vida, por lo que Katherine decidió terminar la relación. La epistolar, en cambio, continuó. Aquella relación fue algo, rememoraría ella con los años, “emocionante, alegre, devastador y triste” para ambos. “Cuando releo sus cartas después de tantos años, y paso las páginas de los exquisitos volúmenes que encuadernó especialmente para mí, me pregunto cómo el destino pudo ser tan amable”, escribió.​

'Duende' y esplendor

La trayectoria de la UIMP no ha sido homogénea ni ininterrumpida. Pese a que se conmemoren ahora los 90 años de la institución, propiamente fueron 80 si se descuenta la década en que no obtuvo actividad durante la Guerra Civil y la posguerra hasta 1947. Curiosamente, también hubo una UIMP del franquismo, de la que apenas se habla, aunque se encontraba a años luz de la eclosión con la democracia. Pero existió y sus rectores fueron los más duraderos en el cargo: Ciriaco Pérez Bustamante, entre 1947 y 1968, Florentino Pérez Embid hasta 1974 y un breve lapso de la etapa de Francisco Ynduráin, quien fuera rector entre 1974 y 1980. Inicialmente, durante tres años, la Universidad que surgió de la Institución Libre de Enseñanza fue dirigida por Ramón Menéndez Pidal (1933-1934) y Blas Cabrera y Felipe (1934-1936).

Durante la Transición, y tras el mandato de Ynduráin, la UIMP se convirtió en el escenario de la política y la cultura del país durante el período estival. Fue durante los mandatos de Raúl Morodo (1980-1983), Santiago Roldán (1983-1989) y Ernest Lluch (1989-1995). Es con Lluch cuando la institución empieza a reforzar el componente académico, buscando el equilibro de su repercusión mediática más allá de los focos de la actualidad y cierta frivolidad. Lluch supuso el puente entre el 'duende' de la UIMP y el esplendor académico. La UIMP desde entonces ha intentado reafirmar su prestigio como una universidad más, pese a su singularidad veraniega. De ahí surgen las escuelas y otras iniciativas en donde las ciencias han ido comiendo paulatinamente el terreno de las humanidades.

José Luis García Delgado (1995-2005) sucedió a Lluch y vivió aún los rescoldos de la época dorada. El nuevo milenio, con la competencia de otras universidades de verano, no es que fuera de decadencia, pero sí de cierta normalización. Fueron los mandatos de Luciano Parejo (2005-2006) y Salvador Ordóñez (2006-2012) los que presidieron este periodo.

El nombramiento de César Nombela (2012-2017) deparó el momento más oscuro de la institución que alcanzó su punto más bajo con el fiasco de la Medalla de Oro que quiso otorgarle al expresidente colombiano Álvaro Uribe como garante de los “derechos democráticos” y cuando este se encontraba en plena campaña contra los acuerdos entre el Gobierno de Santos y la guerrilla de las FARC. Uribe despertó la protesta de colectivos que sacaron a relucir zonas oscuras del mandato del expresidente colombiano como el de los 'falsos positivos'.

“Las grandes organizaciones de derechos humanos del mundo consideran al expresidente Uribe como un enemigo de la paz y de la democracia y, mientras, la UIMP se dedica a premiarlo, interviniendo además de este modo en la inminente campaña de refrendo del acuerdo de paz que está a punto de firmarse en La Habana y en el que Colombia tiene puestas todas sus esperanzas”, señalaba en aquel momento Paco Gómez Nadal, miembro de la organización Human Rights Everywhere y uno de los impulsores de las miles de firmas que se recogieron en pocos días en contra de la distinción y que hicieron naufragar el intento de la Menéndez Pelayo de “blanquear” la figura de Uribe.

Tras Nombela siguieron al frente del Rectorado dos mandatarios efímeros, como Emilio Lora-Tamayo (2017-2018) y María Luz Morán (2018-2021), a la cual le tocó lidiar con las restricciones de la pandemia y también con el ataque de la derecha política, que vio en ella un flanco débil de la Administración socialista tras haber sido la primera mujer en ocupar el cargo. Tras una semanas de críticas inmisericordes, Morán tiró la toalla y se desvinculó de la UIMP hasta el punto de que no estará presente el próximo martes en los actos de celebración del 90 aniversario, y ello pese a que se la nombrará en el Paraninfo de La Magdalena rectora honoraria, distinción que también recibirá Lora-Tamayo.

La nueva etapa postpandemica de Carlos Andradas, exrector de la Universidad Complutense, se abrió hace unos meses con la incertidumbre de cómo iba a responder el alumnado a la vuelta presencial. Vistos los resultados de junio y julio, la UIMP parece retomar la senda de lo que fue.

Andradas ve confirmados los buenos augurios y estima que la UIMP está cumpliendo los objetivos. Asimismo, sigue pensando que la presencialidad es esencial para la UIMP.

“Podemos anunciar ya que los objetivos marcados al inico de año de 100 cursos y 4.000 estudiantes se han cumplido -ha señalado este lunes-. Caminamos así a buen ritmo por la senda de la recuperación plena de la presencialidad, aunque creo que aún hay que superar ciertas resistencias, fobias, miedos y hábitos que se han instalado en muchas personas y aún permanecen a la hora de asistir a eventos presenciales y que nos obligan, por otra parte, a trabajar y demostrar el valor añadido de esa presencialidad, que para nosotros es absolutamente crucial”.

Podemos anunciar ya que los objetivos marcados al inico de año de 100 cursos y 4.000 estudiantes se han cumplido. Caminamos así a buen ritmo por la senda de la recuperación plena de la presencialidad

Carlos Andradas Rector de la UIMP

El rector también se muestra satisfecho por las actividades programadas para conmemorar el 90 aniversario, actvidades que tendrán su jornada cumbre este martes, pero que continuarán hasta el curso del próximo año.

“Creo que se está recuperando el espíritu de la Magdalena y el alegre ajetreo de los participantes en las aulas y los pasillos.Encaramos ahora la recta final de estos cursos con citas importantes (cursos relevantes, doctorados honoris causa, etc.) y en particular, esta semana, con los actos de celebración del martes 23: el acto académico por la mañana y, al anochecer, el concierto en los jardines de Palacio y el videomapping conmemorativo sobre la fachada del Palacio, actos a los que invitamos a sumarse a todos los ciudadanos de Santander”, ha comentado Andradas.

Creo que se está recuperando el espíritu de la Magdalena y el alegre ajetreo de los participantes en las aulas y los pasillos

Carlos Andradas Rector de la UIMP

Vivir en Palacio, trabajar en la UIMP

José Pelayo tiene 52 años y lleva 34 yendo a trabajar a palacio. Ahora tiene que desplazarse a diario por la ciudad, pero durante muchos años solo tenía que abrir una puerta y traspasar su umbral para poder decir que ya estaba en el trabajo, porque él nació y se crió en palacio. Ahora, cada vez que entra en él se le encoge algo dentro, confiesa. No consigue acostumbrarse a entrar en el mismo Palacio de La Magdalena que fue su casa y es ahora su 'oficina'.

Hijo de los guardeses, cuando Pelayo era niño invitaba a sus cumpleaños a palacio, para pasmo de los invitados. Como pasmado se quedó el policía que al asistirle en un accidente de moto tuvo que comprobar tres veces que el domicilio que le indicaba era cierto. “A día de hoy, y llevo 35 años trabajando aquí, todavía se me ponen nervios en el estómago cuando vuelvo al palacio, porque es el lugar donde nací, vuelvo a mi casa”, explica.

El 'privilegio' de los guardeses de vivir en palacio acabó tras el fallecimiento del padre, pero la relación con el edificio y la UIMP, en donde empezó a trabajar con 18 años, continúa. Él, aunque ahora reside en la ciudad, sigue considerándose un afortunado: un afortunado en lo personal y en lo laboral; y todo ello en torno al lugar de su infancia. “Hasta que nos fuimos de aquí fue fantástico. Es especial. No te crías en un barrio sino en un palacio. Tu campo de juegos es la península y los cumpleaños los hacías en palacio. Todo era de cuento de hadas”, recuerda.

Nadie se creía que allí también vivían en invierno. “Piensan que estás loco”. Tampoco muchos se creerían el trabajo que tiene, en donde habla con gente que sale en los informativos. “Ves gente de todo tipo: famosos, políticos... Tienes la oportunidad de conocer y hablar con gente importante a la que de otra manera no esperarías que te dirigiera la palabra”, reconoce.

No es habitual encontrar ahora empleados que lleven tantos años de experiencia a sus espaldas. Pelayo sí y puede hablar de las distintas etapas que él ha vivido, desde los años 80: una etapa alegre y distendida hasta bien entrados los 90; y una más seria que llegó después hasta que apareció la pandemia. “Y ahora volvemos a remontar para intentar volver a los tiempos de 2017 y 2018 al menos”. “Yo lo veo bien”, responde cuando se le pregunta por el futuro. “Está despegando de nuevo”.

Sin vuelta atrás

Manuel Arrabal es otro empleado 'histórico' de la Menéndez Pelayo, con 40 años de trayectoria a sus espaldas. Para él, una vuelta atrás en el tiempo sería impensable. El período de Lluch y programas como el ciclo 'Lecciones y maestros' que tuvo lugar en Santillana del Mar no volverán a repetirse. Lluch marcó el tránsito entre lo popular y lo académico. “Cambió hasta la tipografía para darle el toque académico”, señala Arrabal.

El rector que llegó procedente del Ministerio de Sanidad lo hizo con la susceptibilidad de haber sido baqueteado por la prensa en la gestión del sida por lo que pidió a sus colaboradores que le mantuvieron alejado de los medios de comunicación. Pero fue el propio Lluch quien sucumbió al embrujo de la UIMP y volvió a tener un idilio con la prensa. “Otro Lluch sería irrepetible. Otro no sería posible. Mira que luego vino gente con perfil político como Salvador Ordóñez”, asegura Arrabal.

La Menéndez Pelayo cada día deparaba una sorpresa. Por Santillana del Mar podían pasar como si tal cosa los escritores Carlos Fuentes, José Saramago y Juan Goytisolo. Y también estaban las fiestas, que dieron fama en la ciudad a la UIMP, curiosamente una de las pocas iniciativas que conectaron con la población. A las fiestas de la UIMP acudía gente de todo tipo, incluida la Policía. Las fiestas de la UIMP “no se pueden contar”, señala Arrabal con una sonrisa. Fue la época dorada para la que no cabe vuelta atrás. Fue la época de la Movida, de gallegos como Antón Reixa y catalanes como La Fura, y de tantos otros que pasaron durante 90 años por esas estancias palaciegas.

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